TRIBUNA

Drago de puerta

Acabo de recibir la triste noticia de la pérdida del Drago, que, situado ante las Puertas de Tierra, como un símbolo vivo de esta ciudad, daba la más hermosa de las bienvenidas a nuestros visitantes. Ese drago, el más bello y armonioso de los que crecieron en Cádiz, fue elegido de modelo para los «Premios Drago», de nuestro Ateneo. Aunque aún se le aprecie elegante, plantado en su lugar, está muerto y hueco y en cualquier momento puede desplomarse. De su pérdida solo hay un responsable: el Ayuntamiento de Cádiz.

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La historia se repite. El drago milenario de San José murió podrido a causa del exceso de riego del césped con que lo rodearon. Con este parece que ha sucedido igual. Digo parece, porque hay quienes afirman que el drago estorbaba para la colocación de «la jaula» conmemorativa del bicentenario de la Constitución. Si lo han eliminado intencionadamente el tema es bastante grave.

La gestión del Ayuntamiento de Cádiz, en lo que se refiere a Parques y Jardines, deja mucho que desear. Comenzando por unos responsables políticos que carecen de preparación, de interés y de sensibilidad para ello y continuando con el desacierto que supone ponerla en manos de una empresa privada -Sufi-Cointer- que factura por reponer (la zorra en el gallinero). A los hechos me remito:

La eliminación de arbolado para plantar nuevos ejemplares, que no se riegan y se dejan secar, con lo cual se vuelven a reponer y a facturar de nuevo, en un círculo interminable (que es de lo que se trata), es una constante en la ciudad. Véanse los ficus benjamina que acaban de plantar junto a la verja de puerto, en las proximidades de Comes, que han sustituido a los jacarandás que plantaron, no regaron y dejaron secar, que a su vez sustituyeron a los meliás, que tampoco regaron O las talas, así por las buenas, sin dar cuentas a nadie, como la dama de noche de la Plaza de España..

Otra constante es el exterminio sistemático de palmeras, muchas de ellas centenarias. Para cualquier observador no pasará desapercibido el tráfico continuo de palmeras, que constituye una buena tajada en los pelotazos urbanísticos de este país, y que también afecta a Cádiz. Las palmeras -que traen del norte de Africa- son un gran negocio. Cada una de ellas puede valer 3.000, 4000 y hasta 6.000 euros, en función del tamaño. Una de las estrategias para acabar con ellas es acuchillarlas, con el pretexto de la poda, afinándolas más por la parte del tronco que está debajo de la copa (que dejan a veces con 20 o 30 centímetros de diámetro). Al menor soplo de viento, se parten... y se plantan otras. También se talan muchas, centenarias, con el pretexto, siempre exagerado, del peligro para los viandantes (Plaza de San Juan de Dios, Plaza de Mina, Avda. León de Carranza, Canalejas, etc.), o se colocan en mitad del cemento, sin apenas tierra, o se cementan o asfaltan los alcorques, con la intencionalidad de que se sequen rápidamente y se puedan reponer (y facturar). ¿Cómo es posible que en el último año Cádiz haya tenido que reponer 37 palmeras, que tenían setenta años de media? Sin contar con las docenas que se han plantado en nuevos lugares. Hagan cuentas del filón que hay aquí.

Hay cosas aún más graves. El hecho de que árboles corpulentos y sanos se sequen de un día a otro nos hace tener fundadas sospechas de que se estén eliminando árboles mediante productos tipo herbicida. Me refiero a los meliás de la P. de San Juan de Dios, los magnolios de la P. de las Flores y P. San Antonio, etc. En la línea apuntada, hace menos de un año que fumigaron con herbicida, y quemaron, numerosas adelfas de la Barriada de Loreto y otras plantas de distintos puntos de la ciudad de entre las que cabe mencionar la buganvilla de la Plaza de San Antonio, esa que sale del muro de un edificio, que está inventariada, y que estuvieron al borde de secar definitivamente.

La empresa concesionaria no hace mantenimiento sino que periódicamente retira las plantas de los jardines, aunque estén en buenas condiciones (petunias, tajetes, pensamientos, gitanillas ) y las arroja a los contenedores. Hablamos de 15.000, 20.000 y más plantas, que son sustituidas, cada dos o tres semanas, por otras nuevas plantas.

Pero la pérdida del Drago de Puerta-Tierra riza el rizo de tanto desprecio por el arbolado de Cádiz. Por todo ello sería conveniente la convocatoria de un Pleno extraordinario del Ayuntamiento en el que la Alcaldesa informara de lo que realmente ha sucedido con este drago. Si resultara que ha existido intencionalidad en su eliminación, debe solicitarse su inmediata dimisión, con independencia de las responsabilidades penales que pudieran derivarse del caso. Ello con independencia de la rescisión de contrato a la empresa Sufi-Cointer. Y de que se exija protección urgente para el drago y la araucaria de la calle Felipe Abarzuza, ya sentenciados por el Ayuntamiento.

Mientras tanto, permítanme que llore por el drago de Puerta-Tierra, como están haciendo muchos gaditanos.