Opinion

Insuficiente protección

La celebración hoy del Día Internacional del Niño permite felicitarse por la garantía de supervivencia y el acceso a la educación y a la salud que han logrado millones de menores en todo el mundo en las últimas décadas, tal y como señaló ayer el director de Unicef para Europa. Pero frente a esa realidad tranquilizadora, la conmemoración pone de manifiesto, más si cabe, las dramáticas situaciones que sigue sufriendo la infancia en áreas significativas del planeta y que constituyen la evidencia más desoladora para la comunidad internacional de los incumplimientos de la Convención sobre los Derechos del Niño, 18 años después de su amplísimo refrendo. Casi diez millones de niños y niñas murieron en 2006 antes de cumplir los cinco años, una cifra que aún resulta más escalofriante ante la constatación de que muchos de los fallecimientos se produjeron por circunstancias evitables, como la malnutrición, que se cobra la vida de un pequeño cada 3,6 segundos, o enfermedades como el paludismo. Los progresos conseguidos en la protección legal de la infancia, gracias a la sensibilización universal y al amparo prestado por reconocidas organizaciones internacionales, continúan siendo insuficientes ante la persistencia de lacras como el prematuro alistamiento en conflictos bélicos -se calcula que existen 300.000 niños soldados-; el trabajo cuando se carece de edad para desempeñarlo; el comercio sexual; la mutilación genital femenina; y, sobre todo, la pobreza.

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La comunidad internacional y, en especial, los países más desarrollados deben concienciarse de que un mundo verdaderamente justo pasa por asegurar el futuro de los millones de niños que hoy ni siquiera cuentan con la opción de sobrevivir a medio plazo en función del lugar en el que hayan nacido. El problema también afecta a los estados avanzados como España, donde el acceso a un bienestar generalizado no puede llevar a olvidar las situaciones de marginación, desamparo y abandono que padecen los menores más desfavorecidos. Casi medio siglo después de la aprobación de la Declaración de Derechos de la Infancia, sus valores siguen plenamente vigentes en tanto en cuanto no sólo no se han logrado universalizar las medidas de protección en ella consagradas, sino que al ensancharse la distancia entre el mundo desarrollado y el que no lo está crece la desesperación de quienes no encuentran otro destino que la lucha diaria por sobrevivir en las condiciones más adversas.