Sociedad

«Lo que cuenta es tomar la iniciativa, aportar ideas y convencer al resto»

Tres profesionales cuentan su experiencia en su búsqueda de un puesto de trabajo

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Felipe tiene 35 años y es directivo en una empresa granadina. Hace 10 años, recién salido de la Facultad de Empresariales y tras una breve estancia en el extranjero, pasó medio año enviando currículos -más de 300- y haciendo entrevistas en empresas de toda España. «Me hice un profesional -recuerda-. Ahora lo veo como una experiencia positiva, no como algo humillante».

Muchos de aquellos procesos de selección incluían dinámicas de grupo: los candidatos tenían que simular cómo salir de una situación conflictiva en el trabajo. «Se decían unos disparates increíbles. Yo ya no sabía si era mejor hablar o callarse. Con el tiempo me di cuenta de que los que pasaban esas pruebas eran los que estaban más callados y aportaban una o dos buenas ideas». Felipe asegura que estas pruebas no suelen realizarse para puestos de nivel directivo. «A mí me trajo un headhunter (cazatalentos). Su negocio radica en jugar al golf con directivos o presidentes de empresas y, a través de su amplia red de conocidos, buscar candidatos para determinados puestos vacantes. Saben de tu vida profesional y personal a través de personas que te conocen -proveedores, clientes o amigos- y, si te colocan, se llevan más o menos un 10% del sueldo anual bruto que vas a cobrar. Y no dejan rastro: te garantizan confidencialidad y jamás revelan quién les ha informado sobre ti».

Adrián, de 26 años, es licenciado en Derecho y actualmente prepara con un máster su entrada en la banca, un mundo en el que las dinámicas de grupo están a la orden del día. Hasta ahora ha participado en dos procesos de selección organizados por consultoras. «La primera vez estaba un poco verde -reconoce-. Formamos grupos de tres personas y teníamos que discutir cómo crear el organigrama de una sucursal. A mí me vieron muy tranquilo y me eligieron portavoz, pero yo lo rechacé: no me atreví porque no dominaba el lenguaje. Ya sabía que eso significaba no pasar la prueba».

Su segunda oportunidad llegó el verano pasado, después de casi un año trabajando en una empresa como comercial, y fue mucho mejor: «Éramos un grupo de siete personas y teníamos que ponernos de acuerdo para diseñar la carrera profesional ideal de un empleado que empieza desde abajo». Lideró uno de los dos grupos enfrentados y consiguió convencer a todos. Superó la prueba y llegó a la entrevista personal, aunque se quedó en la bolsa de empleo, porque aún no tiene suficiente formación de ámbito bancario. «Lo que cuenta en estas pruebas es llevarse el gato al agua: convencer a los demás. En uno de los grupos había tres chicas que se limitaban a sumarse a uno de los bandos: seguro que no pasaron -afirma Adrián-. Hay gente que sabe mucho pero es tímida: nunca van a hacer una carrera en banca».

Un modelo inadecuado

La periodista vasca Lourdes Maldonado se acuerda perfectamente de su entrevista de trabajo en la sede central de Antena 3 Televisión en San Sebastián de los Reyes (Madrid), cuando aún trabajaba en la televisión local de su pueblo, Irún (Guipúzcoa). Ahora cree que, en su deseo de agradar, quizá pecó un poco de «paleta»: un directivo de la cadena le recriminó su atuendo, especialmente elegido para la ocasión, y eso le puso tan nerviosa que, en la prueba de cámara, acabó despidiéndose con un agur (adiós en euskera). Sin embargo, no debió de salirle tan mal, porque actualmente presenta los informativos del fin de semana de ese canal.

«La selección era un puesto en la redacción del País Vasco y ya había pasado por dos pruebas en Bilbao. Para la tercera, en Madrid, me dijeron que fuera muy maquillada y muy arreglada», se justifica Lourdes. «Mi madre decía que era la oportunidad de mi vida y me regaló el traje: era morado y lo llevaba combinado con un pañuelo rosa chicle y un bolso del mismo color -rememora-. Creo que me ponía diez años encima. Lo tengo guardado con cariño, porque me trajo suerte, pero digamos que no era el modelo más adecuado para la ocasión».

«Iba un poco en plan chica de provincias a la capital. Yo creía que iba estupenda. Cuando llegué, pregunté por Ernesto Sáenz de Buruaga, que me iba a hacer la prueba, y un señor que yo no conocía me miró de arriba a abajo y me preguntó si siempre vestía así. Pasé por la redacción totalmente acomplejada, con ganas de llorar. En la prueba salí con el pañuelo puesto y me equivoqué varias veces -recuerda horrorizada-. Cuando me marchaba, el mismo señor me preguntó si me gustaba viajar y yo respondí que sí. Resultó ser el jefe: me dijo que tendría que viajar al día siguiente otra vez desde Irún para firmar el contrato».

¿Quizá el papel de aquel individuo tan borde era evaluar su sangre fría ante la cámara? «A lo mejor...» La madre de Lourdes tenía razón: era su oportunidad.