'El retorno del cruzado', obra de Carl Friedich Lessing.
Cultura

Un poder muy terrenal

La muerte de veinte mil templarios en combate obligó a reclutar monjes menos píos, lo que a la postre resultó el germen de su ruina

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La más famosa orden militar medieval, la de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, o templarios, fue creada por dos caballeros, veteranos de la primera cruzada que recuperó Jerusalén, con objeto de proteger a los peregrinos cristianos a Tierra Santa. El rey Balduino II de Jerusalén les concedió en 1118 su primera sede en el Monte del Templo, en la mezquita de Al Aqsa, sobre lo que se creía eran las ruinas del primer templo judío, por lo que se llamaba a la mezquita El Templo de Salomón.

La orden asumió la regla de San Benedicto para las órdenes monásticas y sus miembros hacían los votos tradicionales de castidad, pobreza y obediencia, más el voto cruzado de luchar para arrebatar al islam los lugares sagrados. Viviendo primero de las limosnas de los peregrinos, la piedad y entrega de los templarios los hizo objeto de crecientes favores. Sólo respondían ante el papa, no pagaban impuestos ni diezmos, sus propiedades no se podían poner bajo interdicción y pronto los soberanos les otorgaban abundantes tierras en Europa, además de lo que conquistaban los caballeros en guerra contra los musulmanes. Su renuncia a los placeres mundanos les permitía enfrentar sin temor a la muerte: eran los primeros en atacar y los últimos en retirarse, consideraban que si morían era por su bien y si mataban era por Cristo.

Esa entrega fue el germen de la ruina templaria, pues al menguar sus números al paso de los años acudieron a reclutas menos píos. Según datos de la Iglesia, en la vida de la orden murieron más de veinte mil templarios en combate, de modo que al final sólo exigían a los candidatos una obediencia ciega que se ponía a prueba en un ritual de iniciación secreto que despertó la envidia que muchos tenían de las riquezas de la orden. En su apogeo sumaban unas 9.000 propiedades, y oro en grandes cantidades

Los templarios cayeron en dos graves pecados: el orgullo y el amor por el poder. Al influir en el gobierno de Jerusalén, ayudaron involuntariamente a la caída de la ciudad a manos de Saladino en 1187, y aunque participaron en las cruzadas, no obtuvieron éxitos de importancia.

Para el 1300, los templarios habían perdido todos sus enclaves fuera de Europa y empezaron a ser un estorbo más que en un ejemplo cristiano, y un estorbo con gran poder económico y gusto por ejercerlo. Por entonces, el enfrentamiento entre Felipe IV de Francia y el papa Bonifacio VIII hacía crisis, pues para sanear sus finanzas el monarca francés había tomado posesiones de los lombardos, los judíos y los templarios, además de establecer impuestos a la Iglesia.

Felipe mandó asesinar a Bonifacio VIII y pudo imponer papas franceses, el segundo de los cuales, Clemente V, deseaba unificar a hospitalarios y templarios en una orden que pudiera controlar. Al fracasar, aceptó que Felipe IV hiciera arrestar a todos los templarios de Francia con un golpe el 13 de octubre de 1307. Los templarios sufrieron torturas tan brutales que el propio Clemente V protestó, pero las confesiones obligadas, detalladísimas e intensas, convencieron al papa que disolvió la orden y entregó sus posesiones a los Caballeros Hospitalarios, hoy en día Caballeros de Malta, soberanos de este estado.

El vertiginoso ascenso y la brutal caída de la orden templaria, al capturar la imaginación de generaciones, ha ido creando un espeso velo de leyenda que oscurece la apasionante historia de poder, guerra, fuerza económica, fe y enfrentamientos que definió los menos de 200 años de existencia de estos caballeros.