Editorial

Desafío a Pakistán

El sangriento atentado suicida al paso de la comitiva que acompañaba a Benazir Bhuto a su llegada a Karachi tras ocho años de exilio, confirmó las graves dificultades que se ciernen sobre el proyecto de reconstrucción de la democracia y la reconciliación en Pakistán. Los ciento cincuenta muertos y centenares de heridos que quedaron en las calles de la capital suponen una sangrienta señal que advierte de los poderosos y crueles enemigos que pretenden frustrar las expectativas creadas por el retorno de la ex -primera ministra y su pacto con Musarraf. El presidente reelegido, pero pendiente de una ratificación del Tribunal Supremo sobre la legalidad de dicha reelección, ha acordado con Benazir Bhuto el inmediato futuro que podría desembocar en su elección como jefa del gobierno tras las elecciones en enero de 2008. Este diseño, forzado y basado en decisiones discutidas como la amnistía de Butho -convertida en un socio político cuando era una expatriada acusada de graves delitos- tiene muchos adversarios, algunos de ellos reclutados en el terrorismo yihadista cuyas ramas políticas señorean parte del gran país.

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La autoría del crimen, condenado en el mundo entero como un sangriento acto de cruel terrorismo, se presta a diversas especulaciones también en cuanto a sus efectos. Pero lo esencial es, en cualquier caso, que el proceso electoral en marcha, que será estrictamente escrutado por la comunidad internacional, se mantenga y permita, al menos, crear un gobierno investido por un parlamento elegido. En la convulsión que vive el país eso no garantiza nada definitivo. Pero sería el mínimo de partida para que la sociedad paquistaní se demuestre a sí misma que está decidida a responder al desafío del terrorismo y a asegurar el camino hacia la convivencia.