'EL IMPERIO DEL OLVIDO' Texto, dramaturgia y dirección: Santiago Escalante Elenco: Ramón Rivero, Rosario Lara y Teresa Pardo. Aforo: Medio lleno.

Asunción de trebujena y otras griegas GERMÁN CORONA

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

eter Brook decía que uno de sus cometidos al hacer teatro era hablar de lo que otros ya habían descubierto para que esto no cayese en el olvido. Quizás planeaba en esta reflexión del director británico la intencionalidad de dialogar con un público conocedor de su pasado, y la necesidad de recuperar testimonio de tragedias vividas en otros tiempos, como vehículo para alcanzar dignidad y justicia en el devenir de la historia. En el último montaje de Teatro del Mentidero, El imperio del olvido, también pervive esta intencionalidad de hacernos partícipes de la tragedia de un personaje femenino, Asunción, mujer de un pueblo de Cádiz que sabe del dolor y que no se resigna a vivir sin el afán de justicia que la muerte de su marido le provoca; incansable, va tras la búsqueda de los restos de su ser querido para recobrar así la honra del muerto, perdida a manos del ejército franquista. El personaje recuerda vagamente a importantes féminas de la mitología como a Hécuba o a Antígona o a la desgraciada Andrómaca. Son ellas las verdaderas víctimas de guerras y batallas, las esclavas de la pena, el dolor y la injusticia. Sin duda, esta propuesta temática de Santiago Escalante es la parte más valiosa del montaje, pues a través de sus personajes, sumidos en el Alzheimer, se nos adivina una próxima generación ignorante de sus raíces y deudora de entenderse hoy con su democracia y libertad, pese a leyes polémicas como la de la Memoria Histórica. Hasta este punto la propuesta textual es interesante y a veces conmovedora. Desafortunadamente la puesta en escena cojea en cuanto a plasticidad: el espacio escénico, con objetos colocados en derredor, no nos remite a nada y deja un llano central que limita el movimiento de los actores. El principio se hace farragoso y al término del montaje se nos plantean falsos finales que van en detrimento de uno de los pocos momentos de fuerza visual de la obra: cuando la heroína trebujense camina de espaldas sobre sus pasos sin más luz que la proyección de muerte y devastación detrás. LA CRÍTICA