COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Que no parezca

Siempre me han molestado los aspavientos, esa especie de obligada demostración de que las cosas se están haciendo. Me molesta que se cambien las cosas de sitio para hacer ver que se ha limpiado el polvo tanto como que se levanten las enaguas de la mesa para que creamos que se ha barrido por debajo. Gestos, signos externos, parafernalia de los que aprovechan el afrecho y desperdician la harina, de los que se quedan en lo superfluo, en lo que a primera vista se ve. Quien no haya metido la ropa sin planchar en un armario cuando llega una visita que tire la primera piedra.

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Siempre me han molestado los aspavientos, sean de la índole que sean. Dos mil quinientos euros por niño me parecen un aspaviento porque no solucionan la existencia del que llega ni la de los que ya están. Seis mil euros por seguir estudiando me parecen un aspaviento porque no aseguran un sistema educativo mejor ni una mayor calidad en la vida de los estudiantes. Doscientos diez euros para alquilar una casa me parecen un aspaviento -y una ridiculez- porque no garantizan el derecho a una vivienda digna ni elimina los problemas de infravivienda que nos rodean.

Siempre me han molestado los aspavientos, sobre todo los que pretenden acallar conciencias. La ley de la memoria histórica lleva camino de convertirse en un gran aspaviento, en un ir y venir de quitar y poner placas, de pintar y repintar iglesias, de mover los muebles para que parezca que la fregona llegó hasta el último rincón. Expliquen en los colegios lo que pasó, de verdad. Lleguen hasta el fondo de lo que es la memoria histórica de un pueblo, dejen de marear los programas educativos reduciendo la asignatura de historia al conocimiento de lo más cercano y abran la mente. Cuando cada niño, cada ciudadano sepa explicar a sus hijos lo mezquinos que podemos llegar a ser, no hará falta quitar ninguna silla para que la casa esté limpia.