EN SINTONÍA. Putin y Ahmadineyad conversan durante el encuentro de ayer en Teherán. / AFP
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Rusia respalda el programa nuclear iraní a cambio de un mayor control del mar Caspio

Teherán cede parte de sus derechos de explotación marítimos para lograr que Moscú culmine la construcción de la central atómica de Busher

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Rusia se muestra dispuesta a respaldar el programa nuclear con fines pacíficos de Irán. La visita de Vladimir Putin a Teherán ha sido un gesto de apoyo que la república islámica necesitaba en estos momentos en los que su imagen internacional pasa por sus peores momentos. Desde que Mahmud Ahmadineyad llegara al poder hace dos años, se trata de la visita del presidente más importante de los que han pasado por el país de los ayatolás. El resto de potencias mundiales ha optado por un bloqueo diplomático oficioso.

El presidente ruso ha recogido el testigo de Stalin, que acudió a Teherán en 1943, y se ha convertido en el primer máximo mandatario de su país que viaja a Irán en los últimos 64 años. Lo que no estaba claro era la factura que tendría que pagar el Gobierno islámico por este gesto. Pero, después de la conferencia sobre el mar Caspio celebrada ayer, parte de ese precio ya está claro: el control de este mar situado a 28 metros por debajo del nivel del resto.

Fines pacíficos

Hasta la desintegración de la Unión Soviética, Teherán y Moscú se repartían el control de las aguas al 50%. Tras el colapso soviético, se llegó a un acuerdo por el que los cinco países ribereños que ayer se juntaron en la capital persa se quedaban con el 20% cada uno. A partir de ahora ese reparto parece que varía y a cada uno le corresponderá una parte proporcional a sus kilómetros de costa, con lo que Irán asume que su área se verá reducida al 13%, algo a lo que nunca había accedido hasta el momento. Esta nueva distribución es parte de las bases firmadas ayer en la Declaración de Teherán, que entrarán en vigor en el futuro próximo. A cambio recibe el respaldo a su carrera nuclear -que a nivel práctico supone la finalización de las obras de la central de Busher- y un acuerdo por el que Turkmenistán, Azerbaiyán, Rusia y Kazajstán se comprometen a no permitir que ninguna potencia extranjera pueda atacar a Irán desde su suelo.

La república islámica se blinda de las posibles agresiones desde el norte y acaba con la preocupación que suponía la amenaza de que EE UU instalara una base militar próxima a Bakú después del acuerdo para incrementar los esfuerzos para reforzar la confianza mutua y la estabilidad regional. En este sentido, los cinco firmantes asimismo declararon su apoyo al Tratado de No Proliferación Nuclear como pilar para la estabilidad y la seguridad internacional, tras consagrar el «derecho inexpugnable a investigar, producir y usar tecnología nuclear para fines pacíficos sin discriminación».

A media distancia

El nuevo reparto del Caspio deja a Rusia como potencia dominante de las reservas más importantes de petróleo del mismo mar. Irán se queda con una de las partes más profundas y de donde más complicado resulta extraer crudo. Rusia parecía tener bastante claro el coste de su apoyo y ya ha hecho públicos incluso sus planes para la construcción de un canal de unión entre el Caspio y el mar Negro que permita dotar de mayor movimiento económico a la zona. El petróleo, el gas natural y la pesca en el Caspio serán a partir de ahora recursos menos iraníes que antes, pero el programa nuclear quedará a salvo de posibles interrupciones.

Así, Rusia quiere mantener las sólidas relaciones que mantiene con los países de la zona, especialmente con Irán, sin que ello suponga enfadar a Occidente. En este sentido se interpreta que Moscú no se haya comprometido a terminar con celeridad las obras de construcción de la central de Busher, algo que envalentonaría a Irán y complicaría las conversaciones internacionales sobre el programa nuclear persa.