MILENIO

Preocupante

La gerontocracia de IUCA ha pedido la dimisión o, en su defecto, el cese de dos damas socialistas: la ministra de Fomento del Gobierno de España (última acuñación, al respecto, de lo políticamente correcto), Magdalena Álvarez, y la consejera andaluza de Medio Ambiente, Fuensanta Coves; la primera; por incumplir su promesa de finalizar el presente año la autovía Córdoba-Antequera sin ofrecer explicaciones, y la consejera por la situación de abandono del Cabo de Gata.

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Y considerando que la dirigente de IUCA, la profesora Concha Caballero, militante feminista de numerosos trienios de antigüedad en la cosa, no ha dejado oír su voz de repulsa ante la doble petición/exigencia de sus compañeros ejecutivos, se puede especular con una posible debilidad de la señora Caballero en esta IUCA de hoy que tantos frentes, especialmente internos, tiene abiertos.

Llama la atención, con IUCA o sin ella, la cantidad de peticiones de cese o dimisión que acumula la incansable Magdalena Álvarez desde todo el arco político de la oposición, incluidos nacionalistas y republicanos catalanes. Y llama la atención porque lo único que no se le puede discutir a la ministra de Fomento es su dedicación a la tarea política, con mayor o menor fortuna, pero esa es otra, ¿quién por ejemplo con menos fortuna en política que Carod Rovira o los sucesores de Pujol en CiU?

Y algo parecido se puede decir de la consejera Coves.

¿Pide cabezas ajenas la coalición de izquierdas para rebajar tensiones internas y desviar los focos de atención? Y es que hay un perfil de político o política en la actualidad que cada mañana se hace la misma pregunta con el cuchillo en la boca: ¿de quién pido la dimisión, hoy?

Que es un manera, como otra cualquiera, de delatarse ingenuamente sobre la ausencia de un discurso político propio.

Lo más preocupante de la cuestión es la generalización de tal banalidad, la insoportable levedad del ser, que dejó escrito el Nobel Kundera, y que así seguirá siendo si en los liderazgos de los partidos, como sucede en las televisiones, se sigue primando los tópicos chorreantes y los lugares comunes y se mantiene la creencia de que la ciudadanía es de babero.