CONCENTRADO. David Calvo, campeón de España, lanza al aire un cubo 'clásico', de 3x3. / MITXEL ATRIO
Cultura

Cerebros al cubo

El bilbaíno David Calvo, campeón de España de 'puzzle' de Rubik, se mide este fin de semana con los mejores 'cuberos' del mundo en Budapest

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Eran los reyes del patio del colegio. Durante los ochenta, quienes sabían resolver el cubo de Rubik ingresaban inmediatamente en una especie de casta superior. Sus compañeros se arremolinaban en torno a ellos a la hora del recreo para asistir al espectáculo de verles completar el endiablado puzzle. La escena estaba rodeada de una atmósfera de solemne teatralidad y de mucho misterio, porque quienes tenían el don se cuidaban mucho de compartir con sus amigos su secreto mejor guardado: para resolver el cubo no hacía falta ser depositario de oscuros conocimientos cabalísticos, dignos de una novela de Dan Brown, ni tener una inteligencia portentosa. Bastaba con conocer la fórmula, porque es muy difícil de completar si se empieza a manipular sin ton ni son.

Ahora, el cubo ya se vende con un folleto de instrucciones que ha terminado con el carácter prodigioso de esas exhibiciones escolares. Sin embargo, la magia del cubo de Rubik sigue intacta. Sólo hay que ver lo rápido que se forma un corrillo tan pronto como un cubero -así se llama a los especialistas que logran resolverlo en cuestión de segundos- se pone a manipular ese conglomerado de cuadraditos de colores en plena calle. El campeón de España, David Calvo, consigue reventarlo -como se dice en su argot- en 13,96 segundos y conoce muy bien la sensación de verse rodeado de repente.

La última vez que le ocurrió fue delante del museo Guggenheim. Para realizar las fotos que ilustran este reportaje, el joven bilbaíno, un estudiante de Telecomunicaciones de 21 años con pinta de querer pasar desapercibido, sacó el cubo de su mochila, lo miró unos instantes con veneración, como si el aparatito le abdujese. Y se puso a mover los dedos a una velocidad vertiginosa, cambiando de sitio los cuadraditos, con tal rapidez que parecía imposible que de esa amalgama de dedos y colorines fuese a surgir algo coherente. Pero salió. En poco más de 14 segundos, todas las caras del puzzle estaban completas, no había ni un color fuera de su sitio. Después de dos exhibiciones más, ya había un grupo de admiradores -turistas extranjeros casi todos- que habían dejado de apuntar a la mole de titanio con su cámara para enfocar al ensimismado David. «Suele pasar, a la gente le llama mucho la atención», explica el campeón, que este fin de semana se encuentra en el Mundial de Budapest. Allí se dan cita los especialistas más rápidos del mundo para desbancar al francés Thibaut Jacquinot, el campeón mundial, que resuelve el cubo en 9,86 segundos. «La gente que va a los campeonatos también alucina, este tipo de competiciones están teniendo mucho tirón», explica. Para él, un estudiante veinteañero, es, además, una excelente oportunidad para ver mundo -la semana que viene acudirá a Eindoven- , «ganar un dinerillo para gastos» y confraternizar con personas que tienen sus mismas habilidades, como Ernesto Fernández y Alejandro Lamas, segundo y tercero en la clasificación nacional. «Lo pasamos muy bien en los campeonatos, que de eso se trata -explica David-. Si conviertes el cubo en una obsesión, malo. Hay que tomárselo como lo que es, algo divertido».

Al calor de Internet

Sus compañeros también prefieren verlo así. «Aunque hay veces que te picas. Tengo que admitir que alguna vez he soñado con movimientos -confiesa Alejandro, un informático de 30 años de la localidad coruñesa de Corcubión-. Pero es normal, porque suelo practicar todos los días media horita antes de irme a la cama, y como te vas a dormir con esos pensamientos pues dormido sigues con ellos, ja, ja y bueno, alguna reprimenda si que me he ganado de la novia por estar insistiendo con el cubo». Aunque, como todos los treintañeros, ya había tenido un primer contacto con el juego en la infancia, su afición por el juego de Rubik empezó «en serio» hace cinco años. «Yo, como mucha otra mucha gente, retomé el tema gracias a Internet, donde empecé a ponerme en contacto con otros aficionados, a encontrar diferentes fórmulas para resolverlo, métodos para ganar velocidad », apunta Alejandro, que gracias a la red pudo cumplir su sueño infantil de completar el cubo, porque «de chaval sólo hacía una cara o dos, acabarlo sin tener conocimiento me era imposible».

Además de terminar con la frustración de quienes en los ochenta fueron incapaces de solucionar el rompecabezas, Internet ha contribuido de manera decisiva a que el juego atraviese ahora una segunda etapa dorada. «Esto se ve en la proliferación de campeonatos y exhibiciones, en la cantidad de páginas que hay en la red y, sobre todo, en el incremento de las ventas -indica Carlos Prieto, director para España y Portugal de la filial de la compañía holandesa Goliath Games, que comercializa el producto-. El año pasado vendimos 60.000 unidades en España y este esperamos que sean 100.000. Y a nivel mundial, calculamos que este año se llegará a la cifra de 400 millones de cubos vendidos en sus 27 años de historia, si bien es cierto que la mitad de las ventas se hicieron cuando se puso de moda en los ochenta». Ahora, los principales retos de la empresa es «luchar contra las copias ilegales» -por cada cubo oficial hay dos falsos- y «lograr captar el interés de los niños, porque es una pena que estén todo el día enganchados a la Play».

Ernesto Fernández, subcampeón de España, también lo recomienda encarecidamente como juego educativo para los chicos a partir de los siete años. «Es un ejercicio mental estupendo para los más pequeños, pero también para la gente mayor, porque potencia la agilidad en las manos y, sobre todo, la memoria», explica. De hecho, tanto él como sus compañeros insisten en que la capacidad de retentiva es la virtud principal de los cuberos de élite. «No hace falta ser un cerebrito, pero sí tener una buena memoria -aclara-. En los campeonatos, te dan el cubo desordenado, en el mismo estado que al resto de tus rivales, y tienes 15 segundos para visualizarlo antes de que el tiempo empiece a correr. En ese tiempo tienes que aprendértelo para anticipar los primeros movimientos que vas a hacer y ganar tiempo, porque cada segundo y cada décima cuenta».

Nervios de acero

De ahí que los entrenamientos para depurar las técnicas y rascar tiempo sean tan importantes. Pero, sobre todo, lo primordial es no perder los nervios en los campeonatos, ya que la presión y el hecho de tener cientos de miradas clavadas en uno puede hacer temblar las manos y desconcentrar al especialista más preparado. Y un movimiento erróneo -se hacen unos cuatro por segundo- es una catástrofe, porque cualquier rectificación es una costosa pérdida de tiempo.

Quizá David tenga que agradecer su título de campeón nacional a sus nervios de acero. Los expertos destacan de él su extraordinaria habilidad digital, pero, sobre todo, su capacidad de autocontrol y concentración en las grandes competiciones. Y eso que cuando se le dice que le definen como «una auténtica máquina», él lamenta que en los campeonatos siempre tarda «algún segundo más que en casa». Mientras lucha contra sí mismo -«tus propias tensiones son tu peor rival»- para ganar rapidez, David también se entrena en otras variedades del cubo de Rubik, como la de hacerlo a ciegas o con una mano, pero así se tarda más, claro. «¿Ah! Y también lo resuelvo con una mano mientras con la otra hago malabares», dice sin darle demasiada importancia a estas habilidades, casi ofensivas para quienes se dejan las meninges en intentar resolverlo de la manera tradicional.