ETERNO. Retrato del novelista Alejandro Dumas.
Cultura

El testamento de Dumas

Llega a las librerías una novela inédita y desconocida del escritor francés bajo el título de 'El caballero Héctor de Sainte Hermine'

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El descubrimiento de esta novela se debe al experto francés Claude Schopp, un estudioso entregado a su pasión dumasiana hasta el punto de que se ha llegado a rumorear que en sus archivos existe una ficha correspondiente a cada día de la vida del autor de Los tres mosqueteros. El hallazgo tuvo lugar de forma casual, aunque Schopp no parece creer demasiado en el azar: «Si a veces encontramos algo sin buscarlo, es porque hemos pasado mucho tiempo buscándolo sin encontrarlo».

Todo comenzó «hacia finales de los años ochenta». Schopp husmeaba entonces en los Archivos del Sena cuando dio por casualidad con una carta manuscrita de Dumas fechada en enero de 1869. En ella el escritor contestaba a algunas críticas vertidas contra una de sus novelas y exponía brevemente sus ideas sobre su propia literatura. Dumas hablaba de la diferencia entre quienes escriben para contar la Historia y quienes lo hacen para demostrarla. Estos últimos, como Michelet, establecen la línea cronológica de los acontecimientos, pero además buscan la causa y los resultados de esos acontecimientos. «Siguiendo ese método», afirma Dumas, «he escrito cuatrocientos volúmenes de novelas históricas más reales que la Historia».

Sin duda, esas palabras que habían estado ocultas en el fondo de un archivo durante más de cien años tenían su importancia como poética dumasiana, pero detrás de ellas había algo más. Un detalle importante: Schopp no sabía a cuál de sus novelas se estaba refiriendo Dumas. En la carta el autor hablaba del modo en que había transformado a Napoleón y Josefina en personajes y daba detalles que situaban la historia tras el regreso de Bonaparte de Egipto. Era algo muy extraño porque ni siquiera las bibliografías más exhaustivas daban noticia de un texto como aquel. Tras indagar en varias direcciones, Schopp descubrió que el texto al que Dumas se refería era un folletín publicado por el periódico Le Moniteur Universel entre el 1 de enero y el 30 de octubre de 1869. Cuando consiguió tener frente a él los microfilms que atesoraban todos los ejemplares de la publicación, comenzó a leer la novela de Dumas y experimentó «la misma felicidad que si hubiese descubierto Eldorado». Era un Dumas desconocido, el último Dumas: la novela en la que el autor francés estuvo trabajando hasta poco antes de morir.

Venganza napoleónica

El caballero Hector de Sainte-Hermine comienza con el secretario de Bonaparte, Bourrienne, conversando con Josefina acerca de las cuantiosas deudas que ésta ha contraído en las casas de moda de París. La cifra es escandalosa y ambos planean el modo de decírselo a Napoleón. El futuro emperador aparece pocas páginas después. La descripción de Dumas es vibrante: «Su mirada obedecía a su voluntad con la rapidez del relámpago. Nadie en la cólera la tenía tan terrible, nadie tan acariciante en la bondad».

La gruesa novela (tiene más de mil páginas) es la crónica de una venganza ambientada en los tiempos del Consulado y el Imperio. El protagonista del libro, el conde Hector de Sainte-Hermine, debe limpiar la memoria de su padre y hermanos, asesinados por su fidelidad a los Borbones. El protagonista es un héroe forjado a sí mismo en el yunque de la venganza. Como señala Claude Schopp, Hector de Sainte Hermine está emparentado con Edmundo Dantès, el Conde de Montecristo. Ambos son jóvenes enfrentados por causa ajena a un gran enemigo. Ambos sufren un encierro del que salen fortalecidos de un modo casi sobrehumano. Ambos están enamorados y son dueños de un destino trágico. Pero, sin embargo, hay algo de Sainte-Hermine que le separa de su antecesor: cierta mirada sombría que Schopp no duda en atribuir al propio Dumas: «Por boca del joven desengañado oímos al viejo escritor próximo a la muerte, y en ese sentido El caballero Hector de Sainte-Hermine suena sin lugar a dudas a testamento, a últimas palabras».

Imagen de Napoleón

En el reverso de la moneda está Napoleón, no el cónsul Bonaparte, de quien Dumas ya se había ocupado en novelas como Los blancos y los azules, sino el emperador que mantuvo un pulso con la Historia y al que el autor, en una conferencia pronunciada en 1865, se refirió como «ese hombre que, al pesar sobre Francia con todo el peso de su genio, ha pesado tan poderosamente sobre mí». Los expertos en la obra de Dumas encuentran de gran interés el retrato de Napoleón que encontramos en El caballero Hector de Sainte-Hermine, en parte porque es la pieza que faltaba en el mosaico de la Historia de Francia que Dumas compone con sus novelas y en parte porque el autor era hijo de un militar muerto «en desgracia del Emperador». Dumas vio morir a su padre en la pobreza, alejado por la mano de Bonaparte de la gloria y los honores que había cosechado durante su carrera militar. Según Schopp, el autor fue «fiel durante toda su vida a la memoria de su padre» y tuvo hacia Napoleón «sentimientos que oscilan entre la atracción y la repulsión».

Inmensa, brillante y deshilachada, la novela responde a los cánones del folletín dumasiano. Está escrita como a empujones, las páginas atiborradas de diálogos se mezclan con las descripciones eternas y los incisos históricos que parecen arrancados con descuido de una enciclopedia. Sin embargo, la historia atrapa la atención del lector desde la primera página y sus personajes vigorosos y sin dobleces adquieren una rara credibilidad. La fórmula Dumas funciona más de un siglo después, con sus hombres de honor y sus mujeres bellas y enigmáticas, con sus poderosos malvados y sus estallidos de violencia y amistad. Todo muy simple y efectivo. Un aparatoso mecanismo narrativo que se pone en marcha sin otro objetivo que entretener al lector y que no puede permitirse el lujo de que éste pierda el interés y mire hacia otro lado. En el extenso prólogo que abre el libro, Claude Schopp imagina a Dumas sentado ante su mesa de trabajo el boulevard Malesherbes «escribiendo en un papel azul cielo la primera frase de su novela». Es un hombre anciano y enfermo que ha vivido a una velocidad extenuante y que se ha enriquecido y arruinado más veces de las que puede recordar. Nunca terminará el libro en el que trabaja. Habrá que esperar muchos años para que El caballero Hector de Sainte-Hermine, tras vivir una vida secreta y subterránea, vea la luz. En palabras de su descubridor, se trata de algo más que de una novela: «Es la compleción de toda una obra».