Xavier Montaner: «Cuando luchas contra tus emociones dejas de lado lo que más importa»

El neuropsicólogo Xavier Montaner explica en su libro 'Me cuido, te cuido' cómo abordar el cuidado de un ser querido dependiente desde la aceptación y no desde la resignación

Xavier Montaner, autor de 'Me cuido, te cuido'
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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La vida puede cambiar de un día para otro. Lo hemos visto claramente con la pandemia a nivel general, pero además en el caso de la irrupción de enfermedades como el Alzheimer , la demencia , el cáncer , los infartos o los ictus pueden provocar cambios radicales en cualquier familia. Cuando un ser querido se convierte en una persona dependiente son muchas las preguntas, las inseguridades y los temores que surgen en su entorno más cercano, especialmente en el cuidador o cuidadora. Esa persona se enfrenta a un doble reto pues por un lado debe dar respuesta a las necesidades físicas y emocionales de alguien vulnerable asumiendo muchas responsabilidades pero al mismo tiempo tendrá que hacer equilibrios para conciliar su vida personal y laboral con su vida como cuidador.

La tarea del cuidador no es fácil pues en esta tesitura el cansancio físico y el agotamiento psicológico conviven a menudo con emociones desagradables como la culpa y la ansiedad . Por eso el neuropsicólogo Xavier Montaner reúne en su libro «Me cuido, te cuido» (Grijalbo) algunas de las herramientas más eficaces para hallar el equilibrio, responder de modo más flexible a las situaciones difíciles y enriquecer la conexión y la comunicación con nuestro ser querido. Con él hemos hablado de los estadios por los que puede pasar un cuidador y sobre las fórmulas para convertir algo tan duro en una oportunidad para crecer y ser feliz.

«Tienes que ser fuerte»... ¿Cómo debe afrontar el cuidador ese primer «consejo gratis» que recibe en cuanto se enfrenta al cuidado de una persona dependiente?

Ese mensaje siempre viene desde la buena voluntad , pero puede volverse dañino. Vivimos en una sociedad en la que está muy extendida la idea de que tenemos que «aguantar, aguantar y aguantar». Y esa idea puede pasar factura a la persona que cuida.

Cuidar una persona dependiente, ya sea un familiar, la pareja o un ser querido es un reto siempre cambiante que implica sentir emociones difíciles como ansiedad, culpa, vergüenza y miedo, pero también cansancio físico o incluso agotamiento. Por tanto más que a ser fuerte, a lo que invito es a ser flexible , a saber moldearnos a nosotros mismos a lo largo de este largo camino que implicará que sintamos cosas muy distintas en cada momento porque la persona que cuidamos irá cambiando a lo largo del tiempo y nosotros también.

No es el familiar o la persona a la que cuidamos la que debe adaptarse, es el cuidador el que tiene que adaptarse a sus necesidades porque es cierto que la persona dependiente acabará siendo, en algún punto de la enfermedad, una persona vulnerable e indefensa, pero lo que debemos tener claro es que nunca dejará de ser una persona. Y eso se olvida cuando vemos al enfermo como un problema que hay que resolver y no como una persona que, al igual que nosotros, tiene inquietudes, necesidades, deseos y dignidad.

¿Por dónde empezamos a trabajar esa flexibilidad que plantea como necesaria para ser un buen cuidador?

Por la «C», de conocimiento . Lo primero de todo es tener información fiable y veraz para planificar cómo será el camino y saber por qué fases pasará el familiar y por qué fases pasaremos nosotros. También tendremos que conocer cuáles son las herramientas que necesitamos para afrontar las fases difíciles. Y repito, no se trata de aguantar, sino de adaptarnos.

Lo de «aguantar» se dice mucho cuando nos enfrentamos a algo que se presupone duro...

La palabra aguantar es parecida a la de resignarse. Nadie se imagina (o nadie se quiere imaginar) a su familiar en una situación de vulnerabilidad, pero eso puede venir de un día para otro. Y ahí es cuando es importante aprender a aceptar . No a resignarse, ni aguantar, ni soportar porque estas palabras implican pasividad y una actitud defensiva que impide conectar con el afecto, la compasión y el amor. Sin embargo aceptar implica estar dispuesto a sentir cosas que a uno no le gusta sentir, como la ansiedad, el miedo o la culpa, al servicio de algo o alguien que te importa.

No parece fácil... Una de las cuestiones que puede resultar dura es conciliar la vida personal y laboral, ¿cómo se trabaja para conseguir ese equilibrio?

Debemos tener en la cabeza que vendrán tiempos difíciles, que no va a ser fácil y que, en función de lo que hagamos con nuestras emociones el trayecto de cuidar puede convertirse en cosas diferentes. Puede ser un camino de dolor, tristeza, negrura y soledad o puede convertirse en una oportunidad para aprender a cultivar cosas como la compasión, el afecto o la conexión con el ser querido.

Aceptar está indisolublemente ligado a actuar. Uno no puede aceptar si no actúa. Cuando aparece esta nueva realidad en la vida lo desmorona todo. Y aquí es importante saber cuidar tus alianzas. Se da la circunstancia de que en el caso de algunas personas el rol de cuidador acaba devorando el resto de los roles de su vida, el del trabajo, el de las amistades, el de la pareja... Y eso es lo que puede llegar a convertirse en el «síndrome del cuidador quemado » y a hacer que el cuidador se vea desprovisto de su identidad. Por tanto desde el principio es importante tener claro que no se puede cuidar solo, que no se puede afrontar este reto sin alianzas. Es importante cuidar las alianzas con la familia, con la pareja, con los amigos y también con los recursos sociales que ayudan a que el trayecto sea algo menos duro.

¿Y qué sucede cuando hay una presión hacia el cuidador como amenazas de pérdida de empleo, posible ruptura sentimental, discusiones familiares...?

Hay tantos escenarios como personas. En algunas familias hay muchas disputas y conflictos mientras que en otras va todo rodado. En estas situaciones en las que surgen conflictos de valores, entre el valor del trabajo, el valor de cuidar, el valor de conectar con la familia lo importante es aprender a priorizar lo importante , pero no desde el malestar emocional sino desde la capacidad de escoger con nuestros propios valores. Los valores personales son como las caras de un dado. Cuando ves un dado se ven tres caras y otras tres quedan ocultas. Hay momentos en la vida en los que tenemos que dar un giro a este dado. Por tanto cuando aparece esta situación puedes escoger implicarte mucho en el cuidado del familiar o puedes escoger no hacerlo. Esto último no está bien visto socialmente y tal vez por eso algunas personas cuidan a sus familiares porque «es lo que hay que hacer» o incluso porque «sienten que les toca». Y eso puede llevar a que no pidan ayuda porque no se quieren sentir culpables. Pero, ¿qué pasa? Que si no piden ayuda se ahorran la culpa, pero sienten más cansancio. Y cuando eso sucede es fácil que pierdan la compostura y la paciencia y algún día griten a la persona que cuidan, por ejemplo, y eso hará que se sientan aún más culpables... Es como el pez que se muerde la cola, aumentando el malestar y haciendo que el rol de cuidar se convierta en lo único que haces y que tu identidad se defina solo por cuidar a esa persona. Y eso te conviene en un mal cuidador.

«Aceptar implica estar dispuesto a sentir cosas que a uno no le gusta sentir, como la ansiedad, el miedo o la culpa, al servicio de algo o alguien que te importa»

Xavier Montaner

Neuropsicólogo

En su libro menciona las tres 'C' que definen al cuidador flexible (conocimiento, consciencia y compromiso). Hemos hablado de la primera, pero ¿qué implica realmente tener consciencia?

Tener consciencia es vivir de un modo más consciente. Para entender esta idea me gusta imaginar unos ojos abiertos o cerrados. Y el camino de cuidar siempre está cambiando y va a requerir nuestra mejor versión en diferentes momentos. Y eso tendremos que hacerlo con los ojos abiertos, de modo consciente. Eso es vital no solo para cambiar nosotros sino también para dar un trato más humano a quien está delante. Si no cuidamos con los ojos abiertos no habrá afecto ni conexión ni cariño. Todo esto sale desde la consciencia. Si se hace con los ojos cerrados tratamos al familiar como si fuera un objeto. Hay que hacer las cosas con intención y conectando con aquello que nos importa.

Y eso conectaría con la siguiente «C», la del compromiso...

Sí. El mensaje de esta parte del libro implica que es importante comprometerse con el tipo de persona que quieres ser en este mundo y con el tipo de huellas que quieres dejar para ti, para lo que haces y para los demás. Y estos valores son cosas que todos llevamos dentro y que a veces están adormilados. Lo que a veces hago con mis pacientes para que conecten con estas ideas es preguntarles: ¿Cómo tratarías a tu familiar si supieras que hoy es el último día de su vida? Cuando haces esa pregunta uno se da cuenta de que emergen palabras como amor, conexión y propósitos relacionados con el afecto. Detrás de esta respuesta es donde se esconde esos valores y decisiones relacionadas con el afecto que a veces son difíciles de llevar a cabo. Y esto es lo que ayuda a transfomar el dolor que conlleva cuidar en algo que puede llegar a ser bonito.

Cuando el cuidador sufre emociones incómodas o desagradables puede llegar a preguntarse si es normal sentirse así o si se debe a que no es lo suficientemente paciente, buena persona, amable, cariñoso...

Vivimos en una sociedad que tiende a patologizar todo y las emociones es lo primero que se patologiza. Todo lo que un cuidador siente o piensa son cosas completamente normales. Es normal sentir tristeza, culpa, rabia, vergüenza... Son reacciones de nuestro cuerpo a una situación que es difícil de sobrellevar. Por tanto lo importante no es la emoción que sientes sino lo que haces con ellas. Cuando entras en el camino cuidar la vida te pregunta: ¿Qué vas a hacer con todo esto que vas a sentir? Puedes escoger dos direcciones. Una es luchar contra las emociones con tristeza o rabia o puedes aceptar el malestar. Y cuando aceptas las emociones desagradables se acaban convirtiendo en otra cosa. Y yo te pregunto, ¿para ti es un signo de fortaleza ver que alguien no llora si ve que su familiar está sufriendo?

No, no me parece un signo de fortaleza...

Para mí tampoco lo es. Es algo raro. El problema acontece cuando intentamos tapar o intentamos ocultar las emociones que no nos gustan porque lo que consiguen es patologizar lo que sienten.

El control es otra de las cualidades que destaca. ¿Qué podemos controlar y qué no podemos controlar como cuidador?

La idea del control se puede aplicar tanto fuera como dentro de nosotros mismos. Algunas situaciones como la demencia avanzada llevan a que una persona a la que se cuida pueda experimentar delirios o situaciones de este tipo y esto, en cierto modo, son problemas que no podemos resolver.

Por eso es tan importante el conocimiento porque es importante saber qué cosas pueden cambiar y cuáles no en la evolución de la enfermedad de tu familiar. Si no lo puedes cambiar ni controlar, es mejor no discutir con el familiar. Hay que hacer algo diferente con la rabia que sientes. Tendemos a intentar siempre acabar con el malestar interno porque a nadie le gusta sentir malestar. Pero lo cierto es que cuando uno mira hacia atrás lo importante es tener claro que todo sentir tiene un sentido, un significado. Puedes intentar luchar contra tus emociones pero eso casi siempre te aboca a un mayor sufrimiento. Cuando te enfrascas en luchar contra tus emociones dejas de lado lo que más importa.

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