Trastorno por déficit de naturaleza

Por qué echas de menos el campo aunque no te guste

Cuando estamos estresados y tenemos signos de fatiga, nuestra situación mejora al entrar en contacto con la naturaleza

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María Alcaraz

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Cuando tras el largo invierno los primeros rayos primaverales empiezan a poblar las tardes, salimos como caracoles al sol buscando la calidez. Llega una nueva estación, las flores comienzan a renacer y nosotros casi podríamos decir que nos sentimos más vivos. Es casi innegable decir que la naturaleza nos da vitalidad. Edward O.Wilson, entomólogo y biólogo de la Universidad de Harvard, maneja la hipótesis de que los humanos nos sentimos atraídos por la naturaleza de manera innata, y que necesitamos estar en contacto con el medio natural para alcanzar salud tanto psicológica como física.

De esta unión intrínseca es de donde parte el llamado «Trastorno por déficit de naturaleza» , término acuñado por el escritor Richard Louv en el libro «Los últimos niños del bosque» y que, tal como él explica, «no se trata de un diagnóstico médico». «Este término –una metáfora– sirve para describir el alto precio que pagamos los humanos por no estar en contacto con la naturaleza», explica Louv a ABC Bienestar y enumera este «precio»: dificultades para mantener la concentración, una tasa mayor de enfermedades psicológicas o el aumento de la miopía, entre muchas otras cosas.

Richard Louv, creador del término Eric B. Dynowski

Los niños son los más afectados por este fenómeno. José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, apunta que este «trastorno» (aunque no es uno como tal) «está muy vinculado a la salud de las personas en general, y a la de los niños en especial». Comenta que los pediatras están de acuerdo con que los niños de hoy en día tienen cuatro grandes problemas: el incremento de la tasa de obesidad infantil; el incremento de las enfermedades respiratorias, por un lado por la contaminación de las ciudad y por otro por la falta de ejercicio físico; el aumento de los casos de niños que padecen TDH (Trastorno de déficit de atención); y la falta de vitamina D. «Si se miran los cuatro problemas, están vinculados con la falta de estar al aire libre. Siempre estamos en interiores y esto puede incidir negativamente en nuestra salud», dice.

«Aunque pasar tiempo fuera es vital para las personas de todas las edades que busquen tener una vida plena y equilibrada, hay estudios que afirman que los niños pueden mejorar sus habilidades cognitivas y sobrellevar mejor situaciones de estrés y depresión si están en contacto con el medio natural», afirma también Richard Louv.

Pero el contacto con la naturaleza no solo tiene una incidencia en nuestra salud mental y nuestras capacidades cognitivas. Silvia Collado, profesora de la Universidad Zaragoza y doctora en Educación Ambiental por la Universidad Autónoma de Madrid, comenta que el trastorno por déficit de naturaleza también hace mella en el plano social. «Hay varios estudios científicos que demuestran que los lugares naturales hacen que los niños jueguen más entre ellos y se relacionen más con los adultos», apunta y continúa contado que en los patios de colegio en los que no hay naturaleza, tan solo un campo de fútbol, los niños que no participan en esta actividad deportiva tienden a realizar durante el descanso actividades más sedentarias, mientras que si hay un medio natural se fomenta la creatividad y la imaginación y se relacionan de manera más dinámica.

El efecto de la naturaleza en el cuerpo

El trastorno del que hablamos no es algo que uno pueda identificar tener, casi ni podríamos decir que «se sufre». Es tan solo una reacción positiva de nuestro cuerpo al entrar en contacto con el medio natural, algo que este sin ser consciente «echaba de menos». Explica el profesor Corraliza que una manera de darnos cuenta es cuando, después de estar muy cansados, salimos a dar un paseo por un gran parque y mejoramos . «Nos damos cuenta de que echamos de menos la naturaleza cuando después de una experiencia de fatiga nos sentimos bien al entrar en contacto con esta», puntualiza.

Esto que llamamos «sentirnos bien» en realidad es lo denominado experiencia restauradora. Remite el profesor a un estudio llevado a cabo por el profesor Roger Urlich, en el que hacía correr a un grupo de personas en una cinta. Tras el esfuerzo, a algunos los exponía a imágenes de naturaleza mientras que otros observaban escenas de urbanismo. Los expuestos a las imágenes naturales demostraron una capacidad de recuperación de los signos de fatiga mejor, prácticamente en la mitad de tiempo que el otro grupo.

Es por ello que, por pequeño que sea el medio natural, tendrá una incidencia positiva en nosotros. « Cualquier espacio verde nos dará beneficios mentales , aunque cuanto mayor sea la biodiversidad, mayor será el beneficio», apunta Richard Louv. El escritor comenta que, incluso los paisajes más urbanos pueden ser un poco naturales. «Pueden ser acciones pequeñas, como si se tiene un jardín, sustituir el césped por flores y otras plantas que atraigan las rutas migratorias de pájaros y a las mariposas», explica y hace hincapié en que hacer más «verde» un espacio no es tan solo hacerlo más sostenible y eficiente energéticamente, si no crear una cultura natural más rica.

«Naturalizar» nuestra vida

Por su parte, la profesora Collado explica que es muy importante «naturalizar» las ciudades, aumentando y haciendo más accesibles las zonas verdes, así como «naturalizar» los lugares en los que pasamos mucho tiempo al día , como las oficinas. «Los jardines verticales puede ser una opción. Es esencial incluir la naturaleza en el día a día de las personas», reafirma y recuerda que, aunque la idea de ir, por ejemplo, el fin de semana a la sierra «a desconectar» es muy saludable, debemos tener en cuenta nuestro estilo de vida e incluir los espacios naturales en él, en nuestro día a día, en las ciudades. «También en nuestras casas, tener plantas de interior o incluso pósters de escenas de naturaleza nos ayuda», comenta.

Para terminar, Richar Louv resume la idea que orbitamos: «Los estudios sugieren que el contacto, directo e indirecto, con la naturaleza nos ayuda a recuperarnos de la fatiga mental, a mejorar nuestra atención y ayuda al cerebro a recuperar la capacidad de pensar. La naturaleza es un antídoto para el estrés , aunque esta sea un pequeño jardín o un parque en medio de la ciudad».

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