Pablo Panadero, representante del Arzobispado Castrense español en el comité de la OTAN
Pablo Panadero, representante del Arzobispado Castrense español en el comité de la OTAN - FRANCIS SILVA
RELIGIÓN

Pablo Panadero: «La presencia de un sacerdote es un derecho del militar»

Reunido en Málaga en una cumbre de capellanes de la OTAN, el representante español defiende la necesidad de no separar Ejército y religión

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Los jefes del Servicio Religioso para el Ejército del Aire de la OTAN se han dado cita en Málaga con la misión de tender puentes y conjugar, desde las diferentes confesiones, una asistencia a los militares aliados en sus misiones. En total 24 capellanes castrenses de 14 países han llegado a Málaga en una reunión anual que se celebra desde 1952 y que España acoge por segunda vez en su historia, coincidiendo con el 25 aniversario del Servicio Religioso tal como se conoce ahora en España. En medio de los actos y la convivencia, Don Pablo Panadero, Vicario General del Arzobispado Castrense y jefe del Servicio Religioso del Ejército del Aire español, responde sobre la necesidad que tienen los militares de evitar la separación de Ejército y religión.

– ¿Cuál es la influencia que puede tener un capellán castrense sobre el gobierno de los ejércitos?

– No podemos hablar de influencia. La presencia es de servicio, consejo y acompañamiento. Por tanto, lo que aportamos es desde la propuesta y desde el diálogo. No desde la imposición. Sólo influenciamos en la medida en que somos escuchados por los militares creyentes de las diferentes confesiones. Ayudamos a vivir la Fe a nuestros militares.

– ¿Cómo se puede servir a Dios desde el Ejército?

– Los capellanes estamos para responder a un derecho del militar creyente, que es ser atendidos por los ministros de su religión o de su confesión. El estilo de vida que tienen nuestros militares lleva consigo que puedan tener una asistencia religiosa. El militar ve la muerte de cerca, la crudeza y el dolor que puede causar el ser humano. Por eso, encentran en Dios la fuerza para ser un sembrador de paz y un defensor de la libertad. Hay una religiosidad fanática que lleva a eliminar al que no piensa igual o tiene otra forma de ver la vida, pero hoy en día no vamos a encontrar ni un capellán, ni siquiera entre los musulmanes, con una actitud de violencia y enfrentamiento.

– ¿Y cómo se explica que algunos quieran acabar con esa relación?

– No entiendo que haya gente que quiera romper la relación. La presencia del sacerdote, capellán, rabino, pastor... Es un derecho del militar. Si van a ir enviados a un país de mayoría musulmana, donde no van a tener un sacerdote del que puedan recibir el apoyo espiritual, asistencia a los sacramentos o el apoyo en un momento de dificultad, los estaríamos privando de un derecho elemental.

– También hay quien quiere eliminar la presencia militar en la Semana Santa, como en el caso de Málaga. ¿Qué opinión tiene de esto?

– La presencia se ha dado desde tiempo secular. No me toca a mí valorar la conveniencia de su presencia porque no es un dogma de Fe, pero muchas veces las Fuerzas Armadas buscan caminos de encuentro para difundir una cultura de la defensa, de la que muchas veces estamos carentes en España. Esa presencia en las procesiones lleva a que la ciudadanía esté más cerca de sus militares y sepan valorar su labor.

– Hay capellanes de varias religiones en este comité de la OTAN. ¿Qué diferencias hay entre unos capellanes y otros a la hora de conjugar religión y Ejército?

– En todos los encuentros que he asistido hay un ecumenismo o diálogo interreligiosos que llama la atención. A pesar de tener distintas confesiones, tenemos claro nuestro objetivo, que es servir a los que sirven a la patria y ayudar a nuestros militares a creer y a vivir bajo unos principios morales que fomenten la paz y el diálogo entre los pueblos.

– Estamos en el año de la Misericordia. ¿Hay misericordia en una guerra?

– Hay misericordia en el sentido de que muchas veces la guerra va a liberar, a defender o a proteger a los más débiles y a los más indefensos. Por tanto, la misericordia de ayudar al que es atacado, violado, arrastrado o arrasado está ahí, aunque parezca contradictorio.

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