La Soledad de Mena en la calle Císter recibiendo una petalada
La Soledad de Mena en la calle Císter recibiendo una petalada - ABC
CRÓNICA

Miles de personas acompañan a la Soledad en Málaga tras su coronación

El obispo Jesús Catalá y el cardenal Fernando Sebastián la coronaron en la Catedral antes de ser entregada por la Congregación de Mena a su ciudad

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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La mañana del sábado amanecía plácida en Málaga. El calor sofocante de las jornadas anteriores parecía remitir. Los chaqués y las mantillas comenzaban a tomar las calles desde muy temprano. Málaga estaba de fiesta. La calles ultimaban los adornos y las campanas de la Catedral llamaban a los congregantes de Mena a estar junto a su Señora. Málaga coronó a la Soledad. Lo hizo en una misa solemne del obispo Jesús Catalá y el cardenal Fernando Sebastián, al amparo del templo que llaman «La manquita» y con una Virgen que llegó a Málaga en el siglo XVI, tras la conquista de la ciudad por parte de los Reyes Católicos. Una devoción dominica asentada en los percheles malagueños que se convirtió en reina.

Y con majestuosidad recibió, coronda por el halo de oro de soles y ángeles, honores de sus protegidos con un «Salve reina de los mares…» que se quedó grabado en la piedra catedralicia. Brotaron los sentimientos de las voces de la Armada y de los congregantes. Ya sólo quedaba entregarla a la ciudad. Primero se hizo el traslado hasta el lugar de partida. La imagen salió de la Catedral coronada y de fue a reposar a la casa del Santo Sepulcro, junto a la Alcazaba y el Teatro Romano. Desde allí es desde donde sería entregada a los miles de fieles que la esperaban en las calles y que la acompañaron.

Se abrieron la puertas del Sepulcro por la tarde y desfilaron ante Ella todas las hermandades de Málaga. Penitencia y Gloria unidas en una sola reverencia a la reina de Santo Domingo. Pasó el destacamento de la Marina, que escoltó a la Señora que les protege en Alta Mar por una tradición que se remonta a la Batalla de Lepanto. Volaban estampitas desde los balcones de la casa hermandad con aleluyas a la Virgen. «La gente que te venera, y en tu alba toca se arrulla, hoy quiere ser parte tuya…», dictaba la oración. Y por fin sonó la campana. Agitó el martilleo Antonio Jesús González, hermano mayor de Mena, que sacó emocionado su Señora al abrazo de la ciudad. La Marcha Real indicó el inicio del apoteosis que cuando encaró, tras el giro, calle Alcazabilla cambió sus sones por la «Salve marinera», aguantada a hombros y con sinuoso balanceo por las 154 almas que la llevaron desde la galera.

La Soledad, ya coronada
La Soledad, ya coronada - ABC

La banda de la Expiración puso los primeros sones y al pasar por Estudiantes, junto a la cofradía de salida, el «Gaudeamus Igitur» hizo acto de presencia en honor a la Soledad, que lució divinidad y que se fue a encontrase con el Cristo de la Buena Muerte, su fiel compañero de devociones en Santo Domingo. El fervor estaba en la calle. Las aceras abarrotadas, el incienso abría el camino, los vítores y los pétalos saltaban desde los balcones. Cofrades de toda Andalucía se dieron cita en Málaga para honrar la nueva corona. Una señora preguntaba desde la acera cerca de la Catedral: «¿A qué hora se recoge?», a lo que, desde las galeras del trono, un joven contestó: «No lo sé. Hay que disfrutarlo».

Siguieron las salves, los vítores, las saetas y llovieron pétalos en una noche mágica con Málaga engalanada. retumbaban las marchas, como «Pasa la Soledad», como cronómetro de las horas. La banda del Cautivo abría un cortejo musical que cerraba la Oliva de Salteras. Por donde pasaba la gente se agolpaba y los móviles se alzaban. Parecía un Jueves Santo en Tribuna de los Pobres, donde se esperaba a la Virgen con paciencia. Antes tocó el turno de encarar a la Soledad de Mena con la de Juan Ávalos, en uno de los momentos que más se recordará de esta noche. La antigua titular de Mena en los 70, que ahora pretende rescatarse para el culto, frente a la actual coronada. Una paseo por la historia de los congregantes en sólo un gesto.

Una Salve íntima y acompañada por miles de personas con las Hermanas de la Cruz, tras la bendición del mosaico de la fachada del convento. Seguían lloviendo pétalos y vítores conforme avanzaba la madrugada. Hasta que llegó a la plaza de Santo Domingo donde el camino había acabado. Desde donde salió para volver hecha reina y cuyas puertas se abrirán en Jueves Santo para que la Soledad Corona y el Cristo de la Buena Muerte vuelvan a ser entregados a la ciudad, bajo los acordes y devoción de la Legión y de la Armada.

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