Arco monumental de entrada a Marbella que ordenó construir Jesús Gil durante su mandato como alcalde
Arco monumental de entrada a Marbella que ordenó construir Jesús Gil durante su mandato como alcalde
CASO MALAYA

Marbella, diez años después del saqueo

Tras una década de las primeras detenciones, la ciudad tiene paralizado su plan urbanístico y necesitará cuarenta años para pagar la deuda del monumental desfalco municipal

MARBELLA Actualizado: Guardar
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Nadie se olvida de lo que pasó. Marbella fue saqueada sistemáticamente durante años. Desde 1991 al 2006 la ciudad fue la gallina de los huevos de oro para un Ayuntamiento mafioso. Los datos que arrojó la gestora en 2006 hablaban de un gobierno municipal que llegó a gastar 13 millones de euros al mes, mientras sólo ingresaba 300.000 euros. La ciudad quebró. El Ayuntamiento fue disuelto. Los políticos y sus asociados detenidos. Las cárceles se llenaron de ilustres de la localidad que habían robado sin pudor. Se cumplen diez años de las primeras detenciones de Malaya por el desfalco de Marbella. Un atraco consentido por una ciudad que regalaba a Jesús Gil y sus acólitos mayorías absolutas mientras repartían las migajas de todo aquello que se embolsaban.

Marbella aún paga la cuenta de aquel festival de la corrupción y lo hará en los próximos 40 años. La ciudad busca la normalidad democrática una década después de la bacanal.

La ciudad era feliz mientras se desangraba. «El gran acierto del GIL era que, mientras ganaba dinero, repartía. A muchos les parecía bien lo que pasaba en Marbella. La gente facilitó aquello con la indiferencia y les dio cuatro mayorías absolutas», explica Diego Martín Reyes, presidente de la gestora que se hizo cargo del Ayuntamiento en 2006, quien añade que era una «red clientelar que aseguraba 21.000 votos fijos». Se trata de una infraestructura mafiosa que funcionaba en forma de pirámide donde todo el mundo se llevaba beneficios, según las investigaciones posteriores. «No hay que rehuir de que la ciudad apoyó lo que se estaba haciendo», sentencia José Bernal.

Una malla mafiosa que tenía un negro sustrato en el que no se pagaba el seguro de los vehículos del Ayuntamiento y, sin embargo, había Harley Davidson policiales. Un lugar donde no se pagaban los seguros sociales, ni a Hacienda, ni a los proveedores, ni tampoco los préstamos con los bancos. «Cuando le debes un millón al banco tienes un problema, pero cuando le debes cien el problema lo tiene el banco», solía decir Jesús Gil de forma bravucona.

El «gilismo» era el dueño de un cotarro que la ciudad sigue sufriendo. «La deuda con Seguridad Social y Hacienda se acabará de pagar dentro de 40 años», remarca José Bernal, actual alcalde socialista de Marbella, quien relata que este año se pagarán los 50 últimos millones de pago a proveedores al Gobierno central y que en diez años se acabarán de pagar los 100 millones — quedan 70 aún— que prestó la Junta de Andalucía para sufragar el gasto ordinario. Unas deudas que, según el gobierno municipal, son la causa de que en Marbella no se puedan bajar los impuestos y que tengan parte de las tasas más altas de España. «Todavía tendremos que afrontar las indemnizaciones a los promotores afectados por la gestión que se produjo en aquella época», lamenta Bernal, que lleva en el cargo desde 2015.

En quiebra

Son las cifras que deja el desfalco después de los años, pero no todo se reduce a dinero. La era GIL dejó un Ayuntamiento desestructurado, funcionarios apartados, una sobredimensión de personal y un urbanismo caótico. «La gestora debía reponer la dignidad, la legalidad y poner coto a las sociedades», asegura Martín Reyes, que presidió este organismo de supervivencia hasta 2007. «Estábamos en quiebra y había descrédito por la inseguridad jurídica y administrativa», añade la popular Ángeles Muñoz, la primera alcaldesa electa (2007-2015) de la era posterior al GIL.

Las administraciones rehuían de Marbella. Nadie quería lidiar con el «gilismo». Los empresarios tuvieron que crear comisiones para mediar e informar a la Junta de Andalucía y al Gobierno de lo que sucedía en el municipio. «Por el carácter de Jesús Gil se rompieron las relaciones con todas las instituciones. Todos dejaban hacer», afirma Miguel Gómez y Molina, presidente del Centro de Iniciativas Turísticas desde la época de Jesús Gil hasta la normalización con María Ángeles Muñoz.

«Con la señora Yagüe todo empeoró y con Julián Muñoz la ciudad se convirtió en un cóctel de política, vida rosa y actuaciones judiciales. Hasta Jaume Matas decía que Mallorca no era Marbella», remarca el empresario, quien asegura que la ciudad estaba bajo «una lupa». «Cuando todo explotó se decía que Marbella era la mafia. No podíamos luchar contra esa imagen. Sólo se hablaba de eso, estábamos impotentes. Intentamos ofertas culturares importantes y traíamos a los mejores expertos, pero todo era corrupción», concluye Gómez y Molina.

La mancha llevó al descrédito. La imagen de Marbella se vio tapada por la sombra de la corrupción. La ciudad perdió el barco. «Hay una deuda histórica con Marbella en infraestructuras. La ciudad necesita recuperar lo que le robaron y exigir aquellas cosas que no se hicieron con el GIL», asevera Ángeles Muñoz, ahora senadora y portavoz de la oposición municipal. «No hay el nivel de equipamientos públicos de una ciudad de 150.000 habitantes. No hay una residencia de ancianos, faltan inversiones en Sanidad o Educación y los servicios públicos que se extinguieron no se han compensado», añade.

El GIL tenía una máxima, según los gobiernos posteriores: «Si no se ve, no se invierte». Por esta razón, remarca el alcalde actual que se están revisando las infraestructuras más básicas. «Tenemos que meter acometidas o revisar los saneamientos, porque sólo y exclusivamente hacían grandes obras, era el populismo más puro», reseña Bernal. «Marbella la han dejado en una situación de retraso con respecto a Estepona y Málaga. Se necesitan infraestructuras para desarrollar la ciudad que necesitamos», afirma Gómez y Molina.

Bloqueo urbanístico

«La herencia de GIL la vemos en las sentencias del Supremo que anulan el Urbanismo de Marbella», reseña el alcalde, quien explica que la ordenación de 2010 se tumba porque el Ayuntamiento no puede regularizar aquellas órdenes que el juez ha rechazado. Pese a que ha pasado el tiempo, la sombra volvió con la regresión al PGOU del 1986 y muchos vecinos, que no tenían nada que ver con las apropiaciones del «gilismo» están afectados. «Ahora tenemos que proteger el patrimonio de los compradores de buena fe. Hay que dar un trato que permita a esas personas salvaguardar su patrimonio», añade Muñoz.

Pero la «perla» de la Costa del Sol sigue brillando pese a todo. Diez años después, cada verano las estrellas vuelven a Marbella. La industria del lujo sigue dando repuntes y lidera ránkings nacionales. «Ha cambiado la percepción de Marbella y el varapalo del Supremo es una oportunidad para consensuar el modelo de ciudad que queremos», asegura Gómez y Molina, quien explica que «hace falta un plan estratégico». «Ha vuelto a ser un destino de primer nivel. Ahora hay personas que quieren dar la cara por Marbella», concluye Muñoz.

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