Misterios de la Arqueología

¿Por qué no está enterrado San Zoilo en Córdoba?

Los supuestos restos de uno de los primeros mártires del cristianismo en la ciudad fueron trasladados en el siglo XI a un monasterio en Palencia

Fachada de la ermita de San Zoilo, en la calle del mismo nombre en Córdoba, a la espalda de San Miguel Valerio Merino

R. Verdú

A comienzos del siglo IV de nuestra era se desató la mayor persecución de cristianos del Imperio Romano . No era la primera -aunque fue una de las últimas- pero sí la más cruenta. Ordenada por el emperador Diocleciano entre 303 y 313, de esa época datan las primeras listas de mártires cordobeses, entre los que se cuenta uno que aún se venera en la ciudad: San Zoilo.

El primer testimonio conocido sobre este santo es casi un siglo posterior a la vida de San Zoilo. Procede del 'Peristephanon' , una obra del poeta hispanorromano Prudencio (348- c. 410) en la que se glorifica a varios mártires cristianos, entre ellos el cordobés que nos ocupa. En aquella relación, donde también se menciona a San Acisclo, aparece su nombre y poco más.

A Zoilo se le cita también en dos martirologios posteriores , el atribuido -erróneamente- a San Jerónimo (primera mitad del siglo VI) y el del monje Usuardo (segunda mitad del siglo IX), de donde proceden los detalles legendarios de su vida y muerte. Y su nombre aparece también en la lista de mártires descubierta junto con restos mortales en la iglesia de San Pedro en 1575.

Detalle de la capilla con la figura de San Zoilo V. Merino

Esas crónicas tardías muestran a un joven de ascendencia noble que llevaba con orgullo y no ocultaba su fervor cristiano. Aquella profesión de fe no gustaba a las autoridades romanas, empeñadas por orden de Diocleciano en restaurar la gloria imperial acabando con el proletariado interno.

Zoilo fue conducido ante el juez que, según aquellos relatos, intentó convencerlo para que renegara de su fe. El joven patricio se negó y por ello fue ejecutado . Aunque parece que fue decapitado, la tradición artística prefiere representarlo con mucha más brutalidad: se le extrajeron los riñones en vida para después arrojarlos a un pozo que devino en milagroso. Los excesos discursivos eran una buena herramienta para hacer proselitismo.

Sea cual fuere la muerte, los romanos ordenaron enterrar a Zoilo con otros mártires para que nadie pudiera identificar su cuerpo y venerarlo.

Hallazgo de los restos

Tres siglos más tarde transcurre otro capítulo mítico en esta historia. El obispo visigodo de Córdoba, Agapito II , tuvo una visión en la que se le aparecía el lugar donde estaba sepultado San Zoilo. Encontró sus restos y los inhumó en un templo que desde entonces tomó su nombre y que debió estar ubicado en el centro de la ciudad, probablemente bajo la actual iglesia de San Andrés.

Toca dar un salto de otros cuatro siglos . En 1070 y con el Califato Omeya disuelto desde hacía décadas, los condes leoneses del linaje de los Banu Gómez -que antes habían sido aliados de Almanzor- le cobraron un favor al rey de Córdoba, ya entonces una taifa en declive. Y se llevaron a sus tierras el cuerpo de San Zoilo.

Los restos del mártir cordobés fueron llevados a un monasterio en Carrión de los Condes, en Palencia, que cambió su advocación por la de San Zoilo y que aún conserva las reliquias. Hoy aquel noble romano es también el patrón de la localidad castellana.

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