Mirar y ver

Córdoba, otoño y castañas

La textura de las calles se teje ahora con hojas arremolinadas y se transitan entre el humo y el olor de los puestos de castañas

Un puesto de castañas ABC
María Amor Martín

María Amor Martín

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El otoño envuelve a Córdoba en una cálida luz de colores rojizos y mostazas de brillos apagados. Se atenúan los ruidos y se silencian los grillos y las chicharras . El aire se vuelve húmedo y la noche temprana provoca la nostalgia. Ricardo Molina se pregunta «¿por qué…/ se sienta en tus bancos, fatigado, el otoño?» y Octavio Paz le responde que «en llamas, en otoños incendiados,/ arde a veces mi corazón,/ puro y solo», aunque aquí las flores en sus patios, ciclámenes, alhelíes, alegrías, pensamientos y azaleas recuerdan que se puede vivir siempre en primavera.

De otoño son las castañas, un manjar de nuestra gastronomía: de guarnición junto a las patatas en el cordobés rabo de toro, las castañas guisadas de Benamejí , el potaje de castañas de Lucena, el arroz con castañas de Puente Genil , en puré, pudding, bizcocho, pastel, mermelada, yogur y el delicioso marron glacé.

Pero las castañas asadas forman parte del paisaje otoñal. En Córdoba , este año se puede disfrutar ellas en los veintidós puestos que se reparten por la ciudad. Un negocio de temporada y un oficio tradicional, que hay que cuidar y no perder.

Además, las castañas amenizan el lenguaje: darse una castaña, llevar una castaña, sacar las castañas del fuego o ser un castañazo, y las asadas pueblan nuestro imaginario. Las vemos en la mesa de Cratchit , el explotado contable de Ebenezer Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens. Recitamos los versos de Lorca «Las castañas son la paz/del hogar. Cosas de antaño./ Crepitar de leños viejos». Conocemos a sus vendedoras, a Leocadia la castañera de «La Colmena» , que temía quedarse «pasmadita igual que un gorrión» en las noches frías, o a Geroma , la temeraria, y a Estefanía , la pintosilla, del sainete de Ramón de la Cruz.

La textura de las calles se teje ahora con hojas arremolinadas y se transitan entre el humo y el olor de los puestos de castañas. Anda Pablo García Baena por ellas, mientras desea «oír, en las viejas cocinas de la infancia, el chasquido de la castaña en su capucha carmelitana». Regresan el otoño y los recuerdos infantiles: niños con las yemas de los dedos tiznados y las palmas de las manos calientes, entre las que sostienen un cartucho de periódico con castañas asadas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación