Luis Miranda - Verso suelto

Estos azahares

Lo que ocurre durante estos días sucedió muchas veces en los corazones

Luis Miranda
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estos azahares que han aguantado con heroica fragilidad en las ramas, estos que siguen abiertos y pueden contar haber resistido al viento, al calor, a la lluvia y a las hachas feroces, en esta primavera que primero se asomó y luego se quiso retirar para volver con más fuerza en sus días mejores; estos azahares que incitan por las calles y recuerdan lo que no se olvida, ¿son fruto de otra primavera, la encarnación de cómo pasa el tiempo o son los mismos que brotan cada Semana Santa, como si apareciesen igual que las túnicas planchadas, las flores en los calvarios o los libritos con los horarios en las tiendas? ¿A qué mano obedecen para no haberse desmoronado antes de tiempo, como si quisieran caerse de la emoción sólo al fundir su aroma con el de la candelería gastada de algunos palios, al llorar con el dramatismo ajado de una marcha fúnebre?

Quizá ellos, que tantos años llegan tan a punto a la cita que parece que se rijan por la luna o conozcan la liturgia, sepan que la Semana Santa es una cosa que pasa sobre todo en la memoria, que a partir de cierto momento, cuando la capacidad del mayor asombro se ha ido apagando, lo que sobreviene cada primavera no es a fin de cuentas más que la reposición de una vivencia querida, la ventana por la que asomarse a un tiempo que cobra carnalidad después de haber sido feliz en el corazón durante muchos meses. Puede que lleven razón sin darse cuenta los que piensan que no hay nada nuevo en la Semana Santa de cada año, porque debajo del cubrerrostro del nazareno está lo vivido en todas las veces de todos los años en que se puso la túnica, y en los ojos trémulos que miran a la imagen están los momentos que se repitieron quizá en el mismo lugar y con igual luz.

En este año en que parece que todo es nuevo, por la novelería de algunos pocos y la pesadez doctrinaria de quienes querrían alguna desgracia sólo para salirse con la suya o para contentar a sus hermanos de antifaz ideológico, hay que contar que en realidad todo es viejo y feliz, que lo que pase en estos días con palcos nuevos y caminos que parecerán inéditos en realidad sucedió muchas veces en los corazones, que a veces ni siquiera habrá que mirar a los horarios, como otros años, para buscar la calle en la que aparecerá la cruz de guía que se soñó tantas veces en días lejanos.

Por eso esta Semana Santa aparecerán en el corazón intactos los momentos que se acumularon durante años y resistieron al paso del tiempo. Habrá una hora en que el Señor del Silencio, a la dulzura dorada de la tarde, vuelva a subir la calle de la Feria con una música que no escuchará de tan ensimismado, la Caridad se aparecerá con un presentimiento de luz por Juan Rufo y volverá a recogerse por su barrio en intimidad de cal, cera y palio de cajón, el Miércoles Santo amanecerá a plena tarde en las siluetas curvadas de los nazarenos de Pasión y del Calvario, tornará el Jueves Santo gozoso que siempre empezaba al salir la Cena para terminar con notas de tragedia, y la Virgen de los Dolores pasará otra vez por San Zoilo embriagando de luz de ocaso el aire que había cuajado la banda de la Estrella tocando a lo serio para el Cristo. Estas golondrinas sí volverán. Este año de la Catedral incluso la carrera oficial será ya clásica, de tanto como se ha anhelado, como si este que va a empezar fuese la encarnación real de un sueño en el que se mezclan la fantasía y la memoria, como estos azahares que resistirán hasta su momento.

Ver los comentarios