Mario Flores - El dedo en el ojo

La culpa es nuestra

Europa muere lentamente porque ha renunciado a la defensa de sus prinicipios y a los valores que la concibieron

Mario Flores
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Como ya conocerán, anteayer finalizó en nuestra ciudad el congreso «Córdoba: Ciudad de encuentro y diálogo». En él se han dado cita expertos, historiadores de lo suyo, altermundistas, multicultis, feministas(?), anticapitalistas, políticos en horas bajas y toda una barahúnda de «entendidos» que han venido a afianzar aún más lo que precisamente no necesitamos ahora: el fortalecimiento de nuestra leyenda negra, la difusión de la idea de que somos nosotros los culpables de la situación lamentable en la que se encuentran los países islámicos y sus gentes, como si estos países no tuvieran gobiernos, carecieran de sus propias sociedades o no fueran responsables de sus economías y sistemas de producción.

Y que sea la presidenta Susana Díaz quien afirme que «Europa le avergüenza» no son precisamente buenas noticias.

Así como tampoco que la consejera de cultura, Rosa Aguilar (antaño comunista, antaño alcaldesa de Córdoba, actualmente socialista y mañana Dios o Alá dirá) venga a defender la interculturalidad como elemento integrador del Islam en nuestra sociedad occidental, como si no fuera precisamente eso por lo que se viene apostando hace años con el resultado de todos conocidos (no integración, radicalización de mozalbetes musulmanes convertidos en petardistas, exigencias de eliminar el jamón de los comedores escolares, formación de guetos en ciudades europeas y un largo etcétera de despropósitos).

Y hasta se han permitido tirarnos a la cara un «Europa tiene dificultad en conciliar la democracia con la diversidad» a decir de un tal Sami Naïr, a la sazón politólogo francés de origen argelino. Pues amigo Naïr, bastante más honesto hubiera sido usted si hubiese afirmado que el problema es precisamente que la diversidad viene encontrando algunas «pequeñas dificultades» en su conciliación con la democracia; pero eso no es fetén, ni multiculti, ni progresista, ni, imagino, «sostenible ni transversal».

Europa muere lentamente, porque ha renunciado a la defensa de sus principios, a sus conquistas morales e intelectuales y a los valores que la concibieron. Y sí, hemos hecho muchas cosas mal, pero no habremos de culparnos de los errores de otros y cargar con la solución de los mismos. Y sí, hay que socorrer a los refugiados, que para eso nuestra Europa se cimienta sobre los valores cristianos. Pero no valen soluciones culposas ni maximalistas.

Córdoba, inspiración para el «congreso de la leyenda negra», nunca fue ejemplo de convivencia armónica de las tres culturas. Judíos y cristianos en la Córdoba Omeya eran ciudadanos subyugados por impuestos y amenazados con la muerte si blasfemaban al profeta (como hoy); almorávides y almohades perseguían a quien no se plegase a la ortodoxia (¡ay si Averroes y Maimónides hablasen!). Bien harían en dejar de vender humo.

Por cierto, hablando de humo, ¿no hubiera estado mejor Zapatero supervisando nubes que dando muestras de estar en las mismas?

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