Perdonen las molestias

La prueba de la franela

Es un invento revolucionario. Sobre todo para quienes tenemos el termostato flojito de calorías y el techo de cuatro metros y medio de altura

Un juego de sábanas ABC
Aristóteles Moreno

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Antes colocabas las sábanas de franela el 15 de noviembre y no las quitabas de la cama hasta el 20 de marzo . Semana arriba, semana abajo. Los científicos tendrán otros instrumentos de observación más precisos para identificar las variaciones del cambio climático. Que no digo que no. Pero la franela no falla. Si tienes que cambiar las sábanas de franela por unas de algodón en plena Navidad es que hay algo que no está funcionando adecuadamente en el planeta Tierra .

Los inviernos vienen últimamente desordenados. Quitas la colcha, colocas el edredón. Retiras el edredón , pones la manta de lana. Quitas la manta de lana, echas la de coralina. Guardas las de coralina, colocas la colcha. Y así en una montaña rusa térmica que te lleva de las tiritonas al bochorno como si no hubiera un mañana. Esta semana pasada, sin ir más lejos, he tenido que dormir con unas gotitas de Chanel número 5 debajo de las orejas. No sé si me explico.

La franela es un invento revolucionario . Sobre todo para quienes tenemos el termostato flojito de calorías y el techo de cuatro metros y medio de altura. Te sumerges en unas sábanas de franela y ríete tú de los pingüinos de colores. Nada que ver con las placas de hielo en que se transforman las sábanas de microfibra en cuanto se va acercando en el horizonte el solsticio de invierno.

Pero, claro, querido amigo, para que la franela ofrezca sus prestaciones con eficacia se tiene que producir una condición «sine qua non». Que haga frío. Parece una tontería, pero no lo es. Si no hace frío , la franela puede llegar a ocasionarte quemaduras de tercer grado. Como mínimo. Y no están las urgencias para frivolidades de esta naturaleza .

Llegados a este punto, aún estamos con la duda en el cuerpo. Franela sí, franela no. Las previsiones meteorológicas para esta semana parecen indicar que, por fin, llega el invierno. Y estamos a 5 de enero. Es decir. Lo cual no garantiza, en modo alguno, que los charcos se congelen al amanecer o que acaben cantando las chicharras como si se nos hubiera echado pleno agosto encima. Que, oiga, no lo descarten.

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