Perdonen las molestias

Obituario

Los arboricidios deberían ejecutarse sin contemplaciones. Un tiro de gracia y adiós muy buenas

Hojas del almez (parte superior) en el Arco Bajo de la plaza de la Corredera, junto a la ermita del Socorro Valerio Merino
Aristóteles Moreno

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El celtis australis, también denominado lodón, aligonero, ledonero, lodoño, quicavero, latonero o más comúnmente conocido como almez es un ser vivo que salva vidas humanas. En los días de sol ardiente, levanta su manto verde para que los ancianos descansen en su regazo y se protejan del azote despiadado del verano.

En el Arco Bajo de la Corredera , había un almez bellísimo de gran porte que amparaba a los vecinos del barrio de las arremetidas, cada vez más violentas, del calentamiento global.

El almez cumplía su misión humanitaria con la diligencia con que solo un árbol asume sus compromisos hoy día en este mundo a la deriva. La semana pasada apareció un equipo de operarios de la Delegación municipal de Infraestructuras, Sostenibilidad y Medio Ambiente . No se alarmen. Por lo visto, el departamento tiene verdaderamente ese nombre, aunque algunos de ustedes crean que se trate de una broma cínica ideada por un funcionario sin escrúpulos.

Los técnicos sacaron su instrumental clínico con el objetivo, al parecer, de aligerar la masa arbórea y amputar una de sus ramas presuntamente enfermas. Cuando abandonaron la pequeña plaza del Socorro, del almez solo quedaba un muñón exánime y un vacío sobrecogedor . La Delegación de Insostenibilidad y Mal Ambiente emitió horas después un obituario confuso a través de Twitter. «La cruz había quedado peligrosa y con riesgo elevado de fractura de la rama superior derecha», rezaba literalmente la esquela.

Los arboricidios deberían ejecutarse sin contemplaciones. Un tiro de gracia y adiós muy buenas. Cuando los concejales del ramo tratan de explicar lo inexplicable, acaban metiéndose en un jardín y se llenan los zapatos de barro y excusas grotescas. Mejor llorar la muerte del árbol en silencio y sin las justificaciones hirientes de sus verdugos .

Los vecinos se reunieron el sábado pasado sobre el cadáver del almez para darle un entierro digno y hacerse unas cuantas preguntas retóricas sobre el sentido de la vida y el funcionamiento de la Concejalía correspondiente. El banco de madera lloraba sin consuelo la pérdida irreparable de la sombra. Que no es poca cosa, oiga. Y un cartel sobre el tronco mutilado del árbol clamaba desde donde quiera que fuese: «¿Por qué me han cortado?». Pues eso.

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