Perdonen las molestias

33.900

Con el Pasaporte Covid, en apenas una semana, más de 1.500 terraplanistas convencidos han abandonado su negacionismo

Un par de clientes de restaurantes de Córdoba muestran su pasaporte Covid para acceder a él Valerio Merino
Aristóteles Moreno

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En Córdoba hay 33.900 personas que todavía creen que la Tierra es plana y la conquista de la Luna un cuento chino rodado en un plató de Hollywood. Si tenemos en cuenta que la población total asciende a 780.000 almas cándidas , podemos concluir que nuestra cuota de terraplanistas es razonable . Por usar un oxímoron como la copa de un pino. En Alemania , sin ir más lejos, los terraplanistas representan el 32 por ciento de la población. Es decir, casi 27 millones de alemanes se niegan a ser vacunados contra toda evidencia científica.

Se nos cae el mito del teutón infalible, cerebral , racionalista y fiable como un motor de Mercedes Benz. Hace apenas dos siglos, de Europa nos llovían los ilustrados como agua de mayo y ahora granizan los terraplanistas que da miedo. No sé a qué diablos nos vamos a agarrar los poquísimos afrancesados que vamos quedando por el planeta.

La mayor parte de los 33.900 terraplanistas que tenemos empadronados en esta bella provincia nuestra pertenecen al tramo de edad de entre 20 y 29 años . Lo que siembra serias dudas sobre el esfuerzo ímprobo que ha hecho este país en las últimas décadas para extender la educación gratuita y de calidad entre nuestros jovencitos. Todo parece indicar que los youtubers y los coaching de temporada tienen más capacidad para penetrar en los circuitos neuronales de la muchachada que la filosofía analítica de Bertrand Russell o el pensamiento moderno de Immanuel Kant. Lo cual qué quieren que les diga.

Pero, hete ahí querido contribuyente, que el Pasaporte Covid está operando el milagro de las conversiones en masa al modo en que Jesucristo transformó el agua en vino en las bodas de Caná. En apenas una semana , según datos del Servicio Andaluz de Salud, más de 1.500 terraplanistas convencidos han abandonado su negacionismo antediluviano para ponerse la primera dosis de la vacuna. Quiere decirse que una birra fresca y media de ensaladilla rusa tienen un poder persuasivo sobre los adoradores del Espagueti Volador mucho mayor que todas las campañas sanitarias de la Consejería del ramo juntas. Y, oiga, menos da una piedra.

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