Verano 2020

Castellar de la Frontera: un viaje al pasado en medio del silencio

La villa fortaleza, construida por los árabes en el siglo XIII, espera al visitante en un entorno natural único

Villa fortaleza de Castellar ABC

Elena Carmona

Es una auténtica gozada coger el coche, salir de la A7 y buscar los paneles indicativos que te van llevando hasta la fortaleza de Castellar. Infinidad de alcornoques van dando la bienvenida durante siete kilómetros, a través de la CA 9201, acompañados por el canto de los grillos y de los pájaros, mientras uno se va adentrando en un cerro de empinadas laderas . En los días de calor y bochorno es un paseo agradable que se convierte en cita indispensable de los ciclistas de la zona, con los que uno se cruza de manera constante mientras circula por esos tramos de curva camino a la Villa Fortaleza .

A Castellar hay que ir sin prisas y con las ganas de disfrutar del entorno natural. El paseo de subida al Castillo se ve aderezado con los azules del embalse del Guadarranque, que dota de humedad a una zona, que, en algunos momentos, parece estar abandonada de la mano de Dios.

Un camino que desemboca en pequeñas bolsas de aparcamiento para acceder a la fortaleza árabe construida en el siglo XIII , que ocupaba el papel de frontera, defendiendo el Reino de Taifas, de Algeciras. Se fue configurando como una Villa Fortaleza, puesto que acogía en su interior las moradas de los aldeanos.

En todo momento se invita al paseo, con sus calles empinadas y su camino empedrado que traslada al visitante a una época medieval lejana de los móviles, las antenas o los patinetes eléctricos . Su planta es de forma irregular y posee un recinto amurallado con barbacanas, cubos, torres de flanqueo y torres de ángulo cuadradas y circulares, algunas de ellas coronadas con almenas. Y mirando desde la parte del foso uno casi se puede imaginar a los ojeadores que atendían a la frontera y que alertaban de cualquier tipo de peligro.

Torres barbacanas de la fortaleza árabe ABC

Todo el entorno está lleno de bellos paisajes , llanuras, montañas, el Peñón de Gibraltar. Multitud de fotos que reflejan la diversidad y la amplitud de una provincia que puede contar con rincones tan bellos, tranquilos y apartados como Castellar Viejo.

Sus torres de su entrada, con elementos defensivos como las barbacanas que defienden el acceso del castillo , perforadas con saeteras y una puerta en recodo abierta bajo un bello arco peraltado enmarcado por otro de herradura dan paso a un importante número de visitantes por goteo y a los ciclistas que llegan a una cumbre donde se refrescan a la sombra de la fortaleza.

En su interior callejuelas estrellas y encaladas, con pequeñas casas rurales, macetas y elementos artísticos a modo de adornos, que compatibilizan a la percepción con las torres, las almenas y las grandes piedras de la fortificación. Tras la lucha entre los moros y cristianos y con la llegada de la Reconquista, en 1434 Juan de Saavedra conquistó la fortaleza para la corona de Castilla . Esta situación se prolongó hasta mediados del siglo XVIII, cuando la casa Saavedra se unió a la de Medinaceli.

Calles encaladas con macetas y flores, típicas de la localidad vieja ABC

Hasta 1971 no se creó Castellar Nuevo , en las faldas del cerro, que acogió a la población de la fortaleza ante los continuos problemas para el abastecimiento de agua y de fluido eléctrico. Se configuró entonces un núcleo poblacional a medida, ex profeso para los habitantes del castillo, por lo que su fisonomía tan sólo ofrece como peculiaridad su aspecto de cuadrícula.

En el momento en el que salían del castillo sus moradores fue tomado por otra comunidad. En esta ocasión eran los años 80 y la villa fortaleza se convertía en la residencia habitual de muchos hippies de distintos puntos del planeta . Fueron los primeros ocupas de unas casas que mantuvieron y a las que dieron aspecto acorde a su estilo de vida. Los problemas con las drogas causaron la salida de la comunidad hippy. Con el paso de los años, Castellar se ha convertido en uno de los pueblos andaluces con mayor encanto turístico.

Ahora cuenta con un hotel y viviendas rurales que gestiona Turismo gaditano, dependiente de la Diputación de Cádiz, que mantiene ese espíritu de singularidad de los espacios y es punto de encuentro para aquellos que buscan un turismo de naturaleza, de tranquilidad y sosiego en medio de la nada. Son poquitas personas las que viven allí de manera permanente. Durante nuestro paseo, una de las vecinas fijas saludaba a su vecino y le advertía que ya se habían ido los inquilinos de enfrente. Mientras quitaba la ropa del tendedero, totalmente adaptado a la plazoleta con flores que adornaba su fachada, hablaba de la soledad y lo fácil que era acostumbrarse a ella. Para comprobarlo sólo hay que visitar Castellar.

La Almoraima

Es, junto con el viejo Castellar y el Nuevo Pueblo de Castellar, el tercer núcleo de población del municipio. En 1603 la orden mercedaria construye el Convento de San Miguel de la Almoraima. Los frailes permanecen allí hasta mediados del s. XVII, pasando a manos del Duque de Medinaceli, que lo convirtió en una hacienda de recreo y caza. Desde hace años forma parte de un establecimiento hotelero.

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