Marcilio Andrino, delante con el postulador, Brian Kolodiejchuk
Marcilio Andrino, delante con el postulador, Brian Kolodiejchuk

Los milagros de la Madre Teresa: El ingeniero mecánico brasileño que curó asistirá a la canonización

Marcilio Andrino, en coma por abscesos cerebrales e hidrocefalia, se despertó de repente en el quirófano

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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Entre las personas que caminan por Roma en vísperas de la canonización de Madre Teresa, pocas hay tan felices como Marcilio y Fernanda, el matrimonio de Río de Janeiro cuya vida cambió radicalmente en diciembre del 2008, cuando la inminencia de la muerte del marido amenazaba con separarles.

El tremendo cuadro de abscesos cerebrales e hidrocefalia que le había llevado al coma cesó de repente cuando, según ha relatado Marcilio este viernes, «me desperté en la sala de operaciones sin el dolor de cabeza con una gran paz interior», aunque sin entender lo que le estaba sucediendo.

Marcilio Andrino, un ingeniero mecánico de 43 años, y Fernanda Rocha, una antigua pedagoga de 42, han contado con sencillez su historia en una conferencia de prensa en el Vaticano, acompañados de la hermana Mary Prema («Amor» en sánscrito), superiora general de las Misioneras de la Caridad, y del sacerdote canadiense Brian Kolodiejchuk, postulador de la causa de canonización.

Los dos jóvenes brasileños se habían conocido por casualidad en la playa de la ciudad de Santos en el año 2000, y decidieron casarse cuando Marcilio ganó una oposición a funcionario público.

Aunque unos meses después comenzó a sufrir problemas de equilibrio y visión doble, decidieron celebrar la boda confiando en que el inconveniente desaparecería. Según Marcilio, «estaba muy débil, y casi no lograba caminar. Fernanda me llevó literalmente del brazo al altar».

El ingeniero había acudido a varios médicos, pero ninguno hizo el diagnóstico correcto.Los síntomas empeoraban hasta el punto en que el 17 de octubre de 2008«sufrí un ataque muy fuerte con convulsiones en casa de mi padre, y me llevaron al hospitalde Santos. Nada más verme, el médico dijo que era un caso de infección en el cerebro».

A pesar del tratamiento con antibióticos, Marcilio continuaba empeorando, con el añadido de hidrocefalia. Al mes y medio del ingreso, cuando ya habían decidido operarle, entró en coma.

Fernanda ha comentado que «el anestesista no quería utilizar anestesia porque pensaba que Marcilio no la soportaría, y ese fue el peor momento para mí».

Ambos llevaban tiempo pidiendo la curación a la Madre Teresa, pues Fernanda había descubierto la devoción por una antigua jefa curada de aneurisma cerebral.

Cada día, al anochecer, ponía la imagen con una pequeñísima reliquia sobre la cabeza de Marcelo mientras rezaban la oración del dorso de la estampa plastificada. No parecía dar resultado… hasta que algo imprevisto sucedió en el quirófano, justo antes de la operación.

A la sorpresa inicial de Marcilio por sentirse bien se sumó la del cirujano que, al verle tan cambiado, le dijo: «Como estás mejor, no te vamos a operar hoy. Te trasladamos a cuidados intensivos y te operamos mañana».

Según el ingeniero mecánico, «aquella noche dormí muy bien. Después descubrimos que los abscesos se habían reducido en un 70 por ciento, y que la hidrocefalia había desaparecido. A los tres días hicimos más análisis: no había ningún rastro de los abscesos. Comprendí que me había curado».

Marcilio se emocionaba recordando que «había llegado a estar completamente paralizado del lado izquierdo, pero trece días después salía del hospital caminando por mi propio pie. A los seis meses me reincorporé al trabajo sin problemas».

El padre Elmiran Ferreira, un sacerdote amigo de Fernanda que les había animado a rezar a Madre Teresa, les pidió que informasen de lo sucedido a las Misioneras de la Caridad.

El voluminoso expediente clínico, que tanto desconcertaba a los neurólogos del hospital de Santos, fue facilitado años después al Vaticano para su examen por otros especialistas que opinaron lo mismo: se trataba de una curación médicamente inexplicable.

Propuesta a Francisco

Para que un caso de ese tipo pueda incorporarse al proceso de canonización es necesario que, además de inexplicable y repentina, sea duradera, por lo que no se procedió al análisis médico y al interrogatorio de los testigos hasta el 2015, siete años más tarde.

Como quedó claro que Marcilio y Fernanda habían pedido ese favor solo a la Madre Teresa y lo habían hecho con insistencia, los teólogos, obispos y cardenales de la Congregación para los Causas de los Santos dieron también su visto bueno y propusieron a Francisco que lo declarase milagro.

Pero no ha sido el único. Marcilio tenía escasísimas o nulas probabilidades de tener hijos debido a un historial clínico muy complicado: tratamientos de cortisona desde los seis años, de inmunosupresores desde los 18, un trasplante de riñón a los 19, fuertes antibióticos en el 2008…

Aun así, ha relatado, «queríamos tener hijos, y en el 2009 hice una serie de análisis. Me dijeron que mi probabilidad era de menos del uno por ciento».

Resultaba desalentador, pero seis meses después, cuando ya había vuelto a su trabajo de examen de propuestas de patentes, «Fernanda empezó a tener nauseas. Fuimos al médico y nos dijo: ‘Señora, está usted embarazada'. Le dijimos que era imposible, pero nos equivocábamos».

Su primera hija, Mariana, tiene ahora seis años, y su hermanito Murilo, cuatro. Ambos acompañarán este domingo a sus padres en la ceremonia de canonización de la mujer que cambió sus vidas.

Marcilio comenta que los dos niños «lo saben todo y nos acompañan cuando vamos a rezar a la casa de las Misioneras de la Caridad». Fernanda añade que este domingo «no tengo derecho a pedir nada a Dios: solo puedo dar gracias».

Al día siguiente, celebrarán también en Roma la primera fiesta de Santa Teresa de Calcuta, fijada el 5 de septiembre, el día de su fallecimiento en 1997.

La última pregunta a Marcilio en la conferencia de prensa ha sido por qué le ha sucedido esto precisamente a él. Su respuesta es reveladora: «Hoy me ha sucedido a mí, mañana le sucederá a otro. Dios es misericordioso y quiere a todos. No me considero un privilegiado».

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