Los Fernández Linares posan junto a cinco de sus seis hijos
Los Fernández Linares posan junto a cinco de sus seis hijos - Ana Pérez Herrera

«La fuerza de la Semana Santa no está en las procesiones, sino en el camino interior»

Los Fernández-Linares participan en una Pascua Misionera para centrarse en el sentido de estas fechas

Madrid Actualizado: Guardar
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Cuando llega la Semana Santa, Fernando Fernández, Laura Linares y sus seis hijos se alejan de la ciudad. No lo hacen para disfrutar de unas vacaciones en la playa, ni para asistir a algunas de las procesiones más emblemáticas del país. Desde hace años, esta familia de Toledo organiza una Pascua Misionera. «Vivimos estos días acompañando a Jesús, y el mejor modo de lograrlo es apartándonos a un sitio en el que tenemos la atención puesta solo en ello», explica Laura, maestra en un colegio de Valdemoro (Madrid).

Las pascuas misioneras surgieron dentro su grupo de amigos, aunque a veces lo solicitan desde los propios pueblos como una manera de animar a los feligreses del lugar. «En vez de que cada uno participe por su cuenta en su parroquia, ayudamos al pueblo con nuestra presencia a vivir mejor la Semana Santa».

Desde hoy, más de quince matrimonios con sus respectivos hijos («aunque no todos tienen seis retoños», ríe Laura) se desplazan hasta el lugar elegido, este año Novés (Toledo), en trayectos que cada día tienen ida y vuelta a casa.

Allí participan no solo en las misas, sino también en jornadas de reflexión, en actividades con todo el pueblo y en juegos para los más pequeños. Cada día es diferente porque cada uno tiene «un tono» según los hechos que se conmemoren: el jueves, de Eucaristía; el viernes, con la Cruz; el sábado, de espera y acompañamiento a la Virgen; y el domingo, de recogimiento.

Acompañar al Señor

«Todos los misterios de estos días en los que el Señor da la vida por cada uno de nosotros se vuelven a hacer presentes, y nosotros podemos decir de verdad que le estamos acompañando en estos momentos tan duros de su vida en la tierra», explica Laura.

Los actos comienzan el Jueves Santo por la mañana, cuando asisten a una Eucaristía en el pueblo. Después hacen varios grupos de reflexión. «¿Pero ahora hay otra misa?», preguntan a veces los más pequeños, de 4, 6 y 7 años, pese a que no sean actos litúrgicos. Por ello, mientras los adultos mantienen una reunión «para compartir» en la que hablan de sus experiencias y lo que significa cada jornada para ellos, los niños en paralelo celebran otro tipo de actividades como catequesis, trabajos manuales o juegos que les ayuden a vivir la Semana Santa a su manera.

No son días superficiales, y para Laura y Fernando uno de los momentos más intensos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús llega hoy, a las 23 horas, cuando se celebra la Hora Santa. Ambos se incorporan a los turnos de vela que organiza el pueblo para que Jesús no se quede solo durante la noche. «Acompañamos al Señor en ese rato de oración, que se prolonga más de una hora, y es como si estuviéramos en el huerto de Getsemaní, justo antes del prendimiento. Es como estar en vela acompañando al Señor antes de ser apresado y llevado para la Pasión».

Porque para este matrimonio formado por un médico de familia y una maestra es importante entender que la Semana Santa no es solo un recordatorio de los acontecimientos que tuvieron lugar hace dos mil años, sino que significa revivirlos.

Camino interior

«Nosotros seríamos incapaces de entender la Semana Santa como un periodo vacacional simplemente. Tenemos vacaciones y las disfrutamos, sin colegio ni trabajo, pero se trata de acompañar al Señor en los días más importantes de su vida en la tierra, que se vuelven a actualizar ahora», explica Laura. Y aunque la familia participa en las procesiones que organiza el pueblo, sobre todo porque ayuda a los menores a entender el momento que viven, esta familia cree que «la fuerza de estos días no está tanto en estos actos (las procesiones), como en el camino interior que hay que hacer y vivir los actos desde dentro, con el sentido profundo que tienen».

La contemplación de la Cruz llega el Viernes Santo. Por la mañana todas las familias vuelven a reservar un tiempo a la meditación y después participan en un Vía Crucis cantado. «Por la tarde asistimos a los oficios porque no hay misa como tal, al no haber consagración, y a las 23 horas solemos tener la adoración de la Cruz, un rato de silencio y recogimiento para contemplarla y caer en la cuenta de lo que le hemos costado al Señor», resume Laura.

En cambio, el Sábado Santo es una jornada «muy mariana». Familias de fuera y de la localidad acuden juntas al campo, mientras la iglesia queda en silencio y sin adornos. El sentido de este día es el de estar con la Virgen María esperando la Resurrección.

Por ello, las familias visitan alguna ermita de la Virgen y meditan cómo debió vivir ella el día. «Rezamos el rosario y hacemos "el desierto"». Es decir, que en vez de orar en una iglesia, se distribuyen por diferentes puntos de meditación en el campo y cada uno experimenta un rato de soledad.

El sábado una familia invita a comer a otra y, en ella, habla sobre el papel de la fe en sus vidas

Además, a mediodía, tiene lugar otro momento emblemático. Días antes el párroco anuncia que un grupo de familias va a vivir con ellos la Pascua, y para ello pide voluntarios entre sus parroquianos para que acojan el sábado a una familia a la hora de la comida. «Es un poco jaleo, porque te invitan con niños y todo, pero es muy bonito. Salen cosas preciosas: hablamos de Dios, del papel que juega la fe en nuestras vidas, de lo que es el Señor, de nuestras familias, porque todos queremos tener al Señor en el centro...».

Después llega la Vigilia Pascual. Los ocho integrantes de la familia se visten de punta en blanco para la misa. Se enciende un fuego frente a la iglesia y entran a la celebración portando velas. Ya solo queda esperar la Resurrección. Por ello, aunque el domingo acuden a otra misa, el día es «de recogida de la Pascua» y concluye con una comida todos juntos.

Ni Fernando ni Laura vivieron en su infancia la Semana Santa así, pero desde jóvenes entendieron que esta era la forma plena de hacerlo. Hoy intentan explicárselo a sus hijos: «Estos días Jesús necesita que le acompañemos, no le da igual que estemos indiferentes porque él lo está pasando muy mal». Han conseguido que sus hijos ya lo vean como algo natural y directamente, preguntan: «¿A dónde vamos este año por la Pascua?».

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