Cambio ClimáticoEl calentamiento global provoca una «oscilacion masiva» del eje de rotación de la Tierra

Científicos de la NASA descubren que la sequía que en el último decenio han sufrido el Mar Caspio, el subcontinente Indio y Patagonia, unidas al deshielo de los Polos, ha sido clave en este fenómeno que se conoce desde 1899

MADRID Actualizado: Guardar
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En un globo terráqueo como el que podríamos tener sobre nuestra mesa, la Tierra gira perfectamente sobre un eje cuya línea va desde el Polo Norte al Polo Sur. Cada vez que lo impulsamos con nuestra mano, ejecuta la misma rotación; día tras día, año tras año y década tras década. Sin embargo, en la realidad, no sucede así.

Desde 1899 se sabe que el punto sobre la superficie de la Tierra alrededor del cual gira nuestro planeta ha ido cambiando a lo largo del tiempo. En concreto, entre 0,5 y 1,5 metros cada 6 a 14 añosy en dirección hacia Canadá. También se sabía que la fusión del hielo de Groenlandia y de la Antártida explicaba en parte ese desplazamiento del eje de rotación.

Pero tenía que haber algo más. Ahora, gracias a la investigación de dos científicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena (California), Surendra Adhikari y Erik Ivins, se ha despejado la última «x» de esa ecuación incompleta. Y no es otra que las variaciones en las masas de agua de la atmósfera y en el suelo en ciertas regiones del planeta, muy afectadas por el cambio climático.

Variación de las masas de agua

«El eje de rotación cambia por muchas causas y a distintas escalas de tiempo. Por ejemplo, se sabe que las estaciones anuales (invierno, primavera, otoño y verano) hacen que se mueva por el cambio en las masas de aire y en las precipitaciones de agua en unas zonas. Pero la fusión del hielo de los polos no explicaba por sí sola esa variación en los ciclos de 6 a 14 años», cuenta a ABC Daniel García-Castellanos, geofísico del Instituto de Ciencas de la Tierra Jaume Almera del CSIC.

Ahora, Adhikari e Ivins, trabajando con datos muy precisos del satélite Grace, acaban de publicar un artículo en la revista « Science Advances» en el que defienden que no solo influyen en ese desplazamiento del eje los cambios en la criosfera (parte helada de la Tierra), sino también la acumulación o desaparición de agua en determinadas zonas terrestres y de la atmósfera. Hasta el punto de que determinan incluso la dirección del cambio.

Ahora, el eje de rotación se desplaza 17 centímetros al año hacia las Islas Británicas

«Alrededor del año 2000, el eje de rotación dio un brusco giro hacia el este y ahora se mueve casi dos veces más rápido que antes, a un ritmo de casi 17 centímetros por año. Ya no se mueve hacia Canadá sino hacia las Islas Británicas», asegura Adhikari en la web de la NASA, y añade: «Es una oscilación masiva».

Efecto multiplicador

García-Castellanos explica que «cuando el hielo se funde en los Polos, el agua se distribuye de forma relativamente homogénea en todo el planeta, mientras que las variaciones en las acumulaciones de agua terrestre se concentran en zonas más concretas. En el último decenio, las que, según los datos de Adhikari e Ivins, han tenido más pérdida de agua han sido el Mar Caspio, el subcontinente Indio y Patagonia. El hecho de que, además, se haya producido en regiones relativamente apartadas del centro del eje de rotación ha multiplicado su efecto».

Por eso, aseguran los científicos de la NASA, años húmedos corresponden a oscilaciones hacia el oeste (hacia Canadá), mientras que en años secos en Eurasia, como ocurre actualmente, el desplazamiento es hacia el este (hacia Europa).

Las consecuencias de ese cambio en el eje de rotación, aunque acusado, no implican un peligro para nosotros. «El cambio natural del eje de la tierra siempre ha existido como consecuencia de los procesos de glaciación y deglaciación; lo que se conoce ahora son todas las claves que los explicaban. No aparece ningún elemento nuevo amenazador», tranquiliza García-Castellanos. «Lo que sí podría ser muy interesante es poder utilizar datos sobre la rotación terrestre en el pasado para reconstruir la evolución de la distribución de casquetes glaciares y del clima terrestre», concluye el investigador.

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