Bergoglio, ante el Congreso de Estados Unidos, en Washington, este jueves
Bergoglio, ante el Congreso de Estados Unidos, en Washington, este jueves - afp
El papa en Estados Unidos

El Papa pide en el Congreso de EE.UU. la abolición mundial de la pena de muerte

Es el primer discurso de un Pontífice en esta cámara. Ha defendido la necesidad de «custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo»

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Al primer minuto del discurso del Papa Francisco, los representantes y senadores americanos se pusieron en pie para aplaudir su mención a Estados Unidos como «la tierra de los libres y la casa de los valientes».

Reunido en sesión conjunta de las dos cámaras, el Congreso le había recibido con tres minutos de ovación en pie. El segundo gran aplauso de su discurso estallo a la mención de la «dignidad transcendente del ser humano», el tercero a la mención de las personas hornadas de a pie y asi sucesivamente en un extraordinario clima de aprecio.

Francisco utilizo un tono afectuoso para hacer más digerible un mensaje a absolutamente a contrapelo, pues ha pedido al Congreso americano apertura a los inmigrantes, atención a los refugiados, «coraje y atrevimiento» en el diálogo con Cuba, afrontar el cambio climático y frenar el tráfico de armas».

Por si faltasen temas difíciles de digerir para muchos miembros del parlamento más poderoso del mundo, Francisco les ha invitado a no ser maniqueos, dividiendo el mundo entre buenos y malos, y a preocuparse por los más pobres y los sin techo, como los doscientos «homeless» que se proponía visitar precisamente después de su intervención en el Congreso.

Abolición de la pena de muerte

También ha pedido la «abolición mundial de la pena de muerte», porque «una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación». En ese sentido, ha añadido que está «convencido de que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito», ha añadido.

El Vicepresidente, Joe Biden (izq.) y John Boehner, portavoz del Congreso, aplauden a la espalda del Papa (REUTERS)
El Vicepresidente, Joe Biden (izq.) y John Boehner, portavoz del Congreso, aplauden a la espalda del Papa (REUTERS)

Para apoyar este argumento, el Papa ha recordado que «el parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros» y que «la regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo», ha agregado, ante la atenta mirada de los representantes del pueblo de los Estados Unidos, un país donde la pena de muerte sigue en vigor.

La crisis de los refugiados

Estaba claro que el Papa no había venido a ganar simpatías sino a decir con claridad lo que considera conveniente para los Estados Unidos y la convivencia de toda la familia humana. Aunque cada mensaje era una provocación y un desafío, los 535 representantes y senadores le escucharon con respeto y le aplaudieron en numerosas ocasiones.

Por ironías de la historia, el primer discurso de un Papa ante las dos cámaras del Congreso reunidas en sesión conjunta, estuvo a cargo de un argentino hijo de inmigrantes italianos, al que la mayoría republicana tuvo el valor de invitar a sabiendas de que no vendría a halagarles como no lo ha hecho antes.

Francisco se presentó como « hijo de inmigrantes sabiendo que muchos de ustedes son también descendientes de inmigrantes». Con ese título les pidió «educar a las nuevas generaciones a no dar la espalda a nuestros ‘vecinos’ y a todos los que nos rodean. Debemos relacionarnos continuamente con los demás y rechazar una actitud mental de hostilidad».

Miles de personas se reúnen frente al Capitolio, antes del histórico discurso del Papa (AFP)
Miles de personas se reúnen frente al Capitolio, antes del histórico discurso del Papa (AFP)

Abordando frontalmente el tema que está movilizando contra él críticas en varios frentes instigadas por las industrias petroleras y carboneras, Francisco pidió al Congreso «un esfuerzo valiente y responsable para cambiar de rumbo y evitar los efectos más serios del deterioro ambiental causado por la actividad humana».

Protección de los pobres

Les advirtió que «este es el momento de las acciones y estrategias valientes para poner en practica la ‘cultura del cuidado’», que proteja a la vez a los pobres y la naturaleza. En un nuevo llamamiento a escuchar a los climatólogos que tantas veces han alertado seriamente del problema, el Papa manifestó su «confianza en que las extraordinarias instituciones académicas y de investigación norteamericanas pueden aportar una contribución vital en los próximos años».

Lleno en el Congreso de los Estados Unidos (AFP)
Lleno en el Congreso de los Estados Unidos (AFP)

Sin pelos en la lengua, Francisco les exhortó a «poner fin a los numerosos conflictos que hay en el mundo» y les invitó a preguntarse: «¿Por qué se venden armas mortales a quienes planean infligir sufrimientos sin número a los individuos y la sociedad?». Con la misma valentía les dijo que «como todos sabemos, tristemente, la respuesta es: simplemente por dinero. Por dinero empapado de sangre, con frecuencia de sangre inocente».

Construir puentes

Sin mencionar por su nombre a Cuba, el Pontífice recordó que «mi misión es construir puentes, y ayudar a los hombres y mujeres, en la medida de lo posible, a hacer lo mismo. Cuando los países que han estado enfrentados vuelven al camino del diálogo, se abren nuevas oportunidades para todos».

Esto requiere «valentía y atrevimiento ante las oportunidades que se abren. Un buen líder político aferra las oportunidades del momento en un espíritu de apertura y pragmatismo. Un buen político siempre opta por iniciar procesos más que por poseer espacios».

Extremismo religioso

Refiriéndose a las causas de las guerras, el Papa les invitó a «estar muy atentos a todo tipo de fundamentalismos, sean religiosos o de otro tipo». Pero, al mismo tiempo, a evitar los planteamientos maniqueos «y los reduccionismos simplistas que ven solamente el bien y el mal o, si quieren, los justos y los pecadores».

Francisco había dejado para el final de su discurso, un llamamiento a favor de una atención mayor a los jóvenes, «con los que tenemos que hablar para buscar soluciones y no empantanarnos en discusiones». También a los ancianos y naturalmente, la familia, «amenazada como nunca anteriormente, desde dentro y desde fuera». Es un mensaje que irá ganando terreno a medida que se acerca el Encuentro Mundial de las familias en Filadelfia.

Un discurso histórico

La primera intervención de un Papa ante el Congreso de Estados Unidos es un nuevo paso en el reconocimiento explícito del importante papel de la religión en la vida de las sociedades.

Juan Pablo II fue invitado a hablar ante el Parlamento Europeo en 1988. Otro gran reconocimiento a la importancia de los Papas fue la invitación del Parlamento británico a Benedicto XVI en el 2010. El discurso tuvo lugar en la gran sala gótica donde había sido juzgado y condenado a muerte en 1535 santo Toma Moro, Lord Canciller de Inglaterra, durante la tumultuosa etapa de ruptura religiosa con Roma.

El «speaker» de la Cámara de Representantes y jefe de la mayoría republicana, Joe Boehner, le presentó hace más de un año la invitación a intervenir ante el Congreso, y se llevó una gran sorpresa cuando Francisco aceptó.

Una vez que el Papa se animó a saltar al ruedo, el «éxito de público» fue inmediato ya por adelantado. El pasado mes de julio, Boehner tuvo que negar el acceso a la sala a los antiguos senadores y antiguos representantes for falta de espacio físico.

Para solventar el problema y hacer frente a una riada de nuevas peticiones, el «speaker» tomo la decisión de instalar pantallas gigantes en el exterior del Capitolio, tal como se hace tan sólo una vez cada cuatro años el día de la Inauguración presidencial.

Pero las palabras del Papa no son hoy su único mensaje al epicentro del poder de los Estados Unidos. Justo al terminar su discurso, Francisco recorría dos kilómetros y medio hasta la parroquia de San Patricio para reunirse con unas doscientas personas sin techo en la capital de la superpotencia.

El Papa hacía notar de un modo delicado y mediante el ejemplo personal, que hay que preocuparse también por los norteamericanos en dificultad. Ha venido a este país a ver a los poderosos y también a los desvalidos. Según el Censo Federal, en Estados Unidos hay 46 millones de pobres.

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