Hay microbios casi por todas partes, pero lo normal es que no resulten perjudiciales
Hay microbios casi por todas partes, pero lo normal es que no resulten perjudiciales - CollegeDegrees360

Los peligros de chupar o morder el bolígrafo

Varias normativas limitan la toxicidad y el peligro de asfixia al usarlos. Pasan de mano en mano y pueden ser «autobuses» de microorganismos

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El amor es en gran medida compartir intimidad, compromiso y pasión. Pero no solo eso. Porque desde el momento en que una pareja se besa, también consiste en compartir alguna de las 700 especies de bacterias que pueden vivir en la boca de los seres humanos.

Si un gesto tan agradable como un beso puede convertirse en una lanzadera para los microbios, todo el universo cotidiano de objetos y superficies que nos rodean también están habitados por pequeños seres vivos, desde una mesa a una almohada, pasando por un bolígrafo que circula de mano en mano. Sí, ese bolígrafo que en ocasiones se mordisquea o chupa mientras se trabaja. Pues bien, ¿esto podría ser peligroso? ¿Los fabricantes de «bolis» toman alguna precaución sabiendo que se tiende a usarlos como «chupete»?

«Desde el punto de vista microbiológico, cualquier cosa que te lleves a la boca puede ser peligrosa», explica Víctor Jiménez, Profesor de Microbiología en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología, que actualmente imparte clases sobre los microorganismos que viven en la boca en la facultad de Odontología. «Si no lo ha tocado alguien que sea un foco infeccioso no tiene por qué estar contaminado, pero un bolígrafo es un fómite, o sea, un vehículo de gérmenes». (Entrevista: « La boca es como un planeta para los microbios»).

Tanto si se cae al suelo como si no, el profesor Jiménez no parece muy dispuesto a confiar en la famosa regla de los tres segundos en todas las circunstancias, el hecho que determina si el bolígrafo podría ser una vía de contagio al metérselo en la boca es la dosis infectiva, o sea, la cantidad necesaria de microorganismos para que se produzca la infección. «Pueden ser necesarias seis bacterias o 4.000, depende del microorganismo», aclara Jiménez. En todo caso, esos invasores tendrán que atravesar las barreras físicas (como la acidez del estómago), soportar el acoso del sistema inmunológico y luchar contra las bacterias que ya vivían en el cuerpo humano.

Bacterias por todas partes

Y no son precisamente pocas. De hecho, actualmente se considera que en el cuerpo humano hay más bacterias que células humanas, en una proporción de diez a uno, y se cree que el funcionamiento de estos microorganismos que viven en el interior del cuerpo, el llamado microbioma humano, es crucial en los procesos de digestión, crecimiento e inmunidad. De hecho, mientras las personas tienen 20.000 o 25.000 genes en sus células, solo en su intestino puede haber 3,3 millones de genes de microorganismos.

Anabel López, profesora de Microbiología en la Universidad Autónoma de Madrid y experta en Ecología Microbiana, hace hincapié en esta idea: «hay una enorme diversidad tanto fuera como dentro de nosotros, y eso no es malo, más bien al contrario». Opina que es difícil que haya infección a través de un gesto como el de chupar un boli, salvo que el organismo esté inmunodeprimido, y que lo normal es que en el bolígrafo encontremos las mismas bacterias que hay en nuestra piel.

Incluso, destaca que en parte está aumentando la incidencia de ciertas alergias a causa de las medidas de higiene, y en este sentido chupar un bolígrafo no sería perjudicial. Además, menciona la exposición de ciertos compuestos producidos por el ser humano, los llamados xenobióticos. Algunos de ellos se pueden encontrar en el plástico, como el que se usa para fabricar un bolígrafo. Entonces, ¿es quizás la tinta o el cuerpo de un bolígrafo otra fuente de riesgo?

El plástico y la tinta

«En principio no, puesto que para fabricarlos se siguen varias normativas para disminuir su toxicidad y para evitar el peligro de asfixia», explica Mar Vizcaíno, Secretaria de Dirección de « STYB», un fabricante español con capacidad para producir alrededor de 100 millones de bolígrafos al año.

Hasta el «boli» más sencillo está hecho por varios componentes plásticos y metálicos, aparte de la tinta. Según explica Félix Muñoz, ingeniero del departamento de calidad de «STYB», el capuchón y el tapón del bolígrafo más típico suelen estar compuestos de ABS, el cuerpo de ABS transparente «Terlux» y el cilindro del interior que contiene la tinta (el llamado «refill»), de polipropileno.

Muñoz explica que los plásticos y la tinta están regulados por la normativa EN 713, que limita la cantidad de metales (mercurio, plomo,cadmio) y otras sustancias peligrosas que podrían migrar al cuerpo humano por el uso normal de un bolígrafo o al chuparlos. También dice que otras normas regulan la calidad de los materiales proporcionados por los proveedores. Por último, se aplican normativas adicionales (como la UNE 11540) para limitar el peligro de asfixia al tragarse un capuchón, como es perforar el extremo o el adoptar un diámetro determinado.

Entonces, si un humilde bolígrafo puede ser esa encrucijada de toxicidad y microorganismos, ¿qué hay del resto de objetos y superficies con los que entramos en contacto a diario?

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