Fernando Gabardón en su casa con las denuncias que llevas puestas VANESSA GÓMEZ
Fernando Gabardón en su casa con las denuncias que llevas puestas VANESSA GÓMEZ
UN ANCIANO DE FARMACÉUTICO MURILLO HERRERA DENUNCIA EL RUIDO DE 9 MESAS Y 36 SILLAS LEGALES

«A mis 86 años no puedo dormir por los veladores que tengo debajo de mi dormitorio»

Hosteleros de la calle Betis piden una ampliación de horarios y retan al Ayuntamiento a que se multe a los incumplidores

SEVILLA Actualizado: Guardar
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¿Es posible que los veladores concilien el ocio, el negocio y el descanso? En Sevilla, parece que no. Y ahora se abre una nueva polémica tras el anuncio del Ayuntamiento de acabar con el exceso de mesas y sillas en zonas tan emblemáticas como la calle Betis, que se suma a las protestas de los vecinos quejándose del ruido que emite la clientela de veladores con licencia en no pocos barrios de la ciudad.

Es el caso de un residente de la calle Farmacéutico Murillo Herrera. Tiene 86 años, ha criado a 4 hijos trabajado toda su vida y ahora que puede descansar no lo consigue porque debajo de su dormitorio hay 9 mesas con sus 36 sillas que emiten un ruido «insoportable», pero que son legales.

Fernando Gabardón del Olmo es ya conocido en el Ayuntamiento y, sobre todo por los efectivos de la Policía Local, pues lleva cinco años denunciando «los ruidos, los olores, el arrastre de sillas, los gritos, las risas y las discusiones que tengo debajo mi casa desde las 6 de la mañana y hasta la 1.30 de la noche o las 2 de la madrugada, y no hay nadie que ponga remedio a esto».

El ruido procede de los clientes sentados en los veladores de la cervecería La Cruz, en la calle Farmacéutico Murillo Herrera y de los operarios del bar cuando los desmontan al cerrar y los montan, al abrir el negocio, según Gabardón. Dice que empieza por la mañana temprano con los desayunos y que sigue hasta altas horas de la noche si bien sobre las doce del mediodía se calma el ambiente para reanudarse el «jaleo a las dos o las tres de la tarde».

El anciano ha ido a exponer su caso a la Gerencia de Urbanismo, Medio Ambiente, al 010, a las dependencias de la Policía Local y ha llamado en numerosas ocasiones a los efectivos que se han personado en su domicilio y levantado el correspondiente parte de denuncia pero dice que nadie ha ido con un sonómetro a medir los decibelios que soporta en su casa y le impiden el descanso.

Entre los partes que la Policía Local ha levantado en casa de Gabardón llama la atención uno del pasado mes de abril a las seis y cuarto de la tarde en el que el agente comprueba que «en la cervecería La Cruz hay unas veinticinco personas consumiendo fuera de veladores».

Ese mismo mes, tres semanas después, a las siete y media de la tarde otro policía fue testigo «del jaleo de los clientes» reza el apartado «comprobación de los hechos» del parte de denuncia. «El negocio —relata el anciano— se abrirá a la hora para la que tiene licencia y los veladores los recogerá también a las 12 pero hasta las 2 de la mañana el ruido no para. Y los olores de los humos de la cocina es otra cosa insoportable. Ya le digo, no podemos vivir...».

El jubilado hasta ha pensado mudarse a otra vivienda, más tranquila y pequeña pero no quiere ni puede porque tiene su casa acomodada para cuando llegan sus hijos y sus nietos que le hacen mucha compañía «y si me voy a un piso más recogidito no caben ellos». «Hace sesenta años que tengo esta casa —sigue— y quién me iba a decir a mí que ahora a mi vejez, con lo que yo he luchado en esta vida, que no voy a poder ni descansar. Antes había aquí abajo una pastelería-panadería y estábamos en la gloria pero desde que está este bar, concretamente desde hace cinco o seis años, no estoy tranquilo ni en verano ni en invierno porque es que está pegado ahí, debajo del balcón».

Este vecino no entiende cómo el Ayuntamiento no garantiza su derecho al descanso impidiendo que el ruido entre en su casa y descarta ir a los tribunales a pleitear por los gastos que ello le ocasionaría y que no puede afrontar.

José María Villalobos, el titular de la cervecería, y de otro negocio suyo contiguo que se llama Café Costa Triana, se queda «perplejo» al conocer las quejas de su vecino y lo achaca todo a una «obsesión que sufre por la edad que tiene».

«Yo no sé qué le pasa si hemos sido amigos y hemos tenido muy buena relación. Yo tengo todos mis papeles en orden y he sido inspeccionado muchas veces pero lo he modificado todo y a día de hoy lo tengo todo en regla», asevera este empresario que ya en 2010 fue objeto de un procedimiento sancionador porque tenía licencia para bar sin cocina y música y la inspección comprobó la existencia de una y otra en el establecimiento.

Por su parte, fuentes del Ayuntamiento de Sevilla aseguran que en los «últimos años se han realizado más de 16 inspecciones» a ese bar por las denuncias de Gabardón y que «la actividad se ajusta a la licencia con la que cuenta». Sobre el ruido que, no obstante emiten las personas que se sientan en los veladores y que entran en el domicilio del jubilado dichas fuentes guardan silencio.

Empresarios de la calle Betis dicen que no hay exceso de veladores JUAN FLORES
Empresarios de la calle Betis dicen que no hay exceso de veladores JUAN FLORES

También están indignados los empresarios de la calle Betis porque no saben a ciencia cierta qué es lo que va a a hacer el Ayuntamiento con los veldores de la calle ni entienden dónde estorban las mesas y las sillas el paso de peatones.

Aparte de los negocios que desde que enfilamos la vía desde el Altozano están cerrados y de los que no quieren hablar sobre el tema, —caso de «El Mero» y « Taberna antigua barbería»— los que han opinado sobre los planes municipales no solo se oponen sino que le instan a que tenga mano dura con los incumplidores y cuide más esta calle emblemática de Sevilla.

Sergio Albariza, de «La Albariza» es uno de ellos. «Yo creo que lo que se debería hacer es que se controle el cumplimiento de la normativa. Aquí el gran problema sigue siendo el mismo, que mientras dos gatos estamos pagando la totalidad de veladores que instalamos con el gasto que supone hoy en día, otros sacan licencia para cuatro y montan veinte o más». Reconoce que hay inspecciones, incluso más que hace años, «pero no son suficientes y además a los reincidentes no se les está cerrando el local».

Otra cuestión que Sergio Albariza cree importantísima «antes de tanto cambio» es que el negocio que pida, por ejemplo, diez mesas más presente documentación de que, al menos, tiene personal dado de alta para atenderlas.

Tampoco pasa por alto «un fallo importante de la actual normativa» como es el de la hora de recogida de los veladores. «Los viernes —explica— hay que retirarlos a las once de la noche mientras que el sábado y el domingo sube a las doce y nosotros pensamos que se podría poner el horario del domingo el viernes que hay más clientela pues ahora en verano es la banda horaria en la que mejor se está en la calle».

Francisco José Álvarez González, titular de «Pizzería Don Cammillo e Peppone» dice que a las diez y media tiene que levantar a los clientes que están sentados comiendo en los veladores porque a las once lo multan si los tiene puestos.

Es inconcebible para este empresario que en Sevilla, con estas temperaturas en verano, tengan que retirar esos servicios a esa hora.

«Se están cargando la calle Betis que es única, única. Cada día cierran más negocios y más que van a cerrar. Yo tenía once trabajadores y en menos de mes y medio he tenido que despedir a dos y ahora voy a tener que prescindir de otro», dice indignado.

Otra cuestión que lo trae por la calle de la Amargura es el número de veladores para el que le han dado licencia. Tiene ocho en vez de dieciséis «que son los que me pertenecen por el aforo que hay dentro de mi local, y en 15 minutos se me llenan y, encima, antes de las once tengo que levantar a los clientes».

«Además, entre mis ocho mesas —relata— y el bordillo hay metro y medio de separación para dejar pasar a los peatones, como dice la normativa. No sé qué exceso haya aquí si cada día hay menos gente. Si está la calle muerta. A ver si nos dejan trabajar y que no cierren más bares, sancionando desde luego a los incumplidores».

«Es verdad —tercia Ignacio Rodríguez— hay gente que no tiene licencia para los veladores que sacan ¡pues que vayan a por ellos!».

El dueño de «La caseta de Noniná» no ve dónde está el exceso de mesas y lleva muy a gala que «yo nunca he tenido discusión alguna con ningún peatón».

Mayor aun, si cabe que la indignación de estos empresarios es la de Hermi, que junto a su marido, José Luis, llevan adelante cada día «La cucaña de Triana». Hermi, aunque es de la Macarena, ha estado trabajando en Barcelona más de treinta años y dice que, si pudiera, se volvía, «porque aquí no nos dejan trabajar».

«Esto es empezar a hablar y no acabar. Desde los horarios que tenemos de recogida a las once de la noche, hasta el afán recaudatorio que tienen por todo pasando por que ni limpian la calle y por la discriminación que hay con otros establecimientos».

Sus veladores los paga cada año y ahora parece que con la Velá de Santa Ana tendrá que ponerlos en la acera opuesta y volver a pagar por esa ocupación, además de la anual. Tampoco tiene información sobre los planes del Ayuntamiento con la calle y se acuerda de lo «bien que lo hizo Soledad Becerril». «Yo no soy del PP, ¡eh!, que conste, pero ella hasta vino aquí a mi bar con sus escoltas y nos felicitó por crear empleo».

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