Alberto García Reyes - LA ALBERCA

La verdad de la Madrugada

Lo que pasó esa noche no lo va a descubrir un tuitero con faltas de ortografía

Alberto García Reyes
Sevilla Actualizado: Guardar
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La verdad de lo que pasó en la Madrugada no se la va a contar un tuitero con un móvil. Cuidado con los sabihondos que opinan con faltas de ortografía. La libertad es tan hermosa que les permite decir lo que les plazca, pero no les puede servir para influir en nadie. En los últimos tiempos hemos desarrollado a una velocidad frenética un nuevo modelo de comunicación que no hemos sabido ponderar. Primero fueron los blogs y ahora las redes sociales. Cualquier persona con un terminal electrónico y una conexión a internet puede difundir una opinión e incluso una información. Pero una cosa es la libertad y otra la autoridad. Trataré de poner un ejemplo que ilustre esta reflexión con claridad: yo tengo libertad para arreglar el grifo de mi cuarto de baño, pero no tengo ninguna autoridad para explicarle a nadie cómo se arregla un grifo porque no soy fontanero.

Lo normal es que cuando pasen unos días, mi grifo gotee. Soy libre de ahorrarme el dinero que me cobraría un profesional, pero tendré que aceptar que la factura del agua se infle a causa de la fuga que no he sabido atajar. En la comunicación, esto funciona exactamente igual. Sólo los profesionales saben cómo se accede a determinados datos oficiales y cuáles son las cautelas que hay que tomar antes de publicar una información. Unir palabras es tan sencillo como unir ladrillos. Pero escribir bien una noticia es tan complejo como que el tabique salga derecho y no se derrumbe.

Es muy duro tener que hacer esta aclaración, pero la situación a la que hemos llegado lo exige. En la misma medida en que hay vándalos que beben cubatas en macetas y forman escándalo mientras pasa una cofradía, hay también descerebrados en las redes sociales que opinan contundentemente sin haber tenido acceso a ni una sola fuente oficial. Pero ese vandalismo comunicativo no se persigue. Cualquiera que haya conseguido dos o tres mil seguidores a fuerza de comentarios burdos que generan morbo se siente con el poder de influencia suficiente para decir la primera inmundicia que se le pase por la cabeza. Incluso hay algunos que amenazan a las instituciones con hacer uso de su repercusión tuitera si no satisfacen sus exigencias. «O me das lo que te reclamo, o te pongo verde en mi cuenta, que tiene taitantos seguidores».

Yo creo que la devaluación del buen periodismo se debe en gran medida a la insoportable cantidad de intrusos que generan las redes sociales. Todos acuden como moscas a cualquier suceso que suscite interés general. Y la Madrugada de Sevilla no ha podido zafarse de esta invasión patética. Cualquiera emite sentencias definitivas de balde. Pero la verdad de lo que pasó en el centro de Sevilla esa noche nunca la va usted a encontrar ahí. La verdad la averiguarán un juez y la Policía. Y luego la podrá conocer a través de un medio de comunicación profesional. ¿O acaso iría usted a Twitter a que le diagnosticaran una enfermedad?

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