Francisco Robles

Media ración de independencia

Los independentistas buscaban un Companys y se encontraron con la figura del caganer que ponen en el rincón más apartado

Te independizas, Puigdemont! El pueblo se lo pedía en la calle, como si el Barça estuviera a punto de ganar una Liga o una Champions. Había ambiente de Eurovisión en el paseo de Companys, pero Puigdemont no quería terminar detenido como su antecesor. A este hombre le gusta cenar en casa y dormir en su cama. No es un héroe. La épica no va con él. Ni con los suyos. La sesión se retrasó una hora porque el texto de la independencia no estaba pactado del todo. Como si fuera una ley sobre los arrendamientos urbanos, o sobre la pesca de la trucha en los ríos del Pirineo. Un castizo lo diría de forma más plástica. No es por ná, pero aquí no hay ambiente de independencia.

¡Te independizas, Puigdemont! La misma frase que le dirige Paula a Dionisio en una de las obras más desternillantes de nuestro teatro: Tres sombreros de copa. ¡Te casas, Dionisio! Y el pobre Dionisio responde con una frase antológica: Sí, me caso pero poco. Pues eso. Me independizo pero poco. Este traidor -así lo llaman los suyos desde anoche- se ha echado atrás cuando tenía que dar el paso adelante. Para eso hay que ser valiente, y no un ventajista especializado en el chantaje que se protege con los niños manipulados y con los medios de comunicación que le pagamos para que excrete su propaganda. Mas Puigdemont, como demostró ayer, es un cobarde. Como Pujol y su prole. Como Junqueras, que no te enteras. Como los que se escudan en la corrección política para practicar lo único que les sale bien: la deslealtad.

Ayer, este Puigdemont de la comedia más bufa bordó el chiste genial cuando dijo que suspendía la independencia. ¿Pero qué independencia, Dios mío de mi alma? Como si un servidor les dijera a ustedes que mañana no voy a navegar con el yate que tengo aparcado en Puerto Banús. ¿Pero qué yate, Pacorroble? Además, los yates se atracan: no se aparcan, miarma. Como buen embustero y buen cobarde, el presidente se ha echado atrás y ha pegado la espantá. La deshonra no le duele, porque no conoce el honor. Es un iluminado, un burócrata del sentimentalismo nacionalista, un xenófobo con todas las letras. Y el valor ni siquiera se le supone, como ayer demostró para desengaño de los suyos.

Los independentistas buscaban un Companys y se encontraron con la figurita que siempre ponen en el rincón más apartado del Belén. El caganer es una de las grandes aportaciones de Cataluña al mundo del arte. Que lo llamen así será un elogio para él. Algo similar a lo que le sucede cuando lo llaman traidor los cachorros de la CUP. Es su sino y su destino. Traicionar a la Constitución que juró, a España, a la Cataluña que no lo vota, a las leyes que no cumple. Traidor de la pradera, que diría Chiquito. ¿O es que alguien piensa que a este tipo van a estudiarlo a fondo los historiadores?

Un pleno sin réplicas. El público se fue antes de que terminara, como si hubieran goleado a su equipo en casa y no hubiera nada que hacer. Una independencia con freno y marcha atrás. De la Semana Trágica, a la semanita cómica. Patética. Me independizo pero poco. ¡Dame media de independencia! Y los tontos del diálogo florecerán como setas en otoño. Al tiempo.

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