Felicidad Rodríguez

La tuna de Medicina

Hoy no tengo más que palabras de felicitación, y agradecimiento, para los estudiantes de la Muy Antigua, Vendimiadora, Peripatética, Jaranera, Andariega, Trasegadora y Virtuosa Tuna de la Facultad de Medicina

Felicidad Rodríguez
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Hoy no tengo más que palabras de felicitación, y agradecimiento, para los estudiantes de la Muy Antigua, Vendimiadora, Peripatética, Jaranera, Andariega, Trasegadora y Virtuosa Tuna de la Facultad de Medicina. Agradecimiento por la exquisitez de la que han hecho gala en el tratamiento hacia todos los invitados, propios y foráneos, a los que recibieron en la Facultad, durante el pasado fin de semana, para la celebración del XXVII Certamen Nacional de Tunas de Medicina. Una exquisitez que también es, o debería ser, una competencia obligatoria transversal de esas que ahora se incluyen en el Plan Bolonia para todos los universitarios. Estos futuros galenos pueden hacer gala de que es una materia que han superado ampliamente y con excelente calificación. Y felicitaciones porque han demostrado que no es en absoluto incompatible el estudio, el hacer la carrera en los años previstos y el tener dignos expedientes académicos con el mantenimiento de las tradiciones universitarias.

Y la música en la calle de las rondas también lo es.

Una tradición que se remonta a la lírica medieval, en el seno de las primeras universidades, con los goliardos interpretando canciones escolares latinas. Ya los menciona en sus Partidas, allá por el siglo XIII, aquel rey tan ligado a Cádiz, Alfonso X el Sabio, yuntamiento que es fecho d´escolares trovadores; o el Arcipreste de Hita, en el XIV. Tuno fue Juan de la Encina, ese músico y poeta clave del siglo XV español, y de las rondas estudiantiles también nos cuentan Mateo Alemán, Quevedo o el mismo Cervantes cuando describe a los estudiantes de Salamanca dando una serenata de voz y guitarra, arpa, bandurria y gaita zamorana. Instrumentos que, junto a laúdes y panderetas, acompañan a los tunos desde hace siglos hasta hoy. Habrá, por supuesto, mucha gente a las que no les guste la tuna. ¡Faltaría más!; sobre gustos no hay nada escrito. Pero a tradición, musical y universitaria, no hay quien les gane; la tuna, a lo largo del tiempo, ha logrado mantener viva esa cultura de amistad, disciplina, compañerismo que, a través de la música, surge en las aulas, lejos ya los tiempos en los que las rondas eran un medio para subsistir. Estos días se han reunido en Cádiz cientos de ellos, gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de buen humor que diría el inmortal Don Miguel. Junto a los más jóvenes, que aún permanecen en las aulas, muchos antiguos tunos y maeses que volvían a lucir capas y cintas, dejando por unos días sus residencias hospitalarias o sus consultas de cardio, trauma, neumo… para inundar con sus pasacalles el centro de nuestra ciudad. Un motivo más para felicitar a los jóvenes estudiantes gaditanos por la magnífica organización y por el gran trabajo que han hecho, prácticamente solos salvo por el apoyo que desde la UCA y la Facultad han podido ofrecerles, para que Cádiz fuese el escenario de este encuentro nacional que ha supuesto para la ciudad la llegada de todo un ‘crucero’, entre participantes y familiares, pero con pernoctaciones. Sorprende por ello, el escaso eco que, a nivel institucional, ha tenido el certamen. Da igual; seguro que esta semana, en muchos centros sanitarios del país, el nombre de Cádiz seguirá sonando.

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