OPINIÓN

Ni olvido, ni perdón

Mi memoria está marcada con manos blancas, llantos de familiares a los que un simple comunicado no les devolverá a sus seres queridos

Adolfo Vigo

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Mi memoria está salpicada con la sangre de tantos inocentes muertos por la barbarie de una banda de asesinos a los que no les temblaba el pulso a la hora de matar hombre, mujeres, niños… Sin más justificación que el de una guerra armada que solo se celebraba en sus podridas mentes independentistas.

Mi memoria es un baúl de recuerdos de atentados durante mi infancia y mi juventud. Una macabra orgía de sangre llevada a cabo por unos soldados vascos que se escudaban en el tiro en la nuca, en la bomba lapa o en atentados en terminales de aeropuertos o centro comerciales.

Mi memoria está marcada con manos blancas, llantos de familiares a los que un simple comunicado no les devolverá a sus seres queridos. A los que, por más que pidan perdón, nadie les acercará a sus seres queridos del lugar que ocupan en un cementerio.

Mi memoria es la imagen de Miguel Ángel Blanco, de Francisco Tomas y Valiente, de Alberto Jiménez-Becerril y de su esposa, Ascensión García, de tantos y tantos que sufrieron el cobarde ataque de los que decían luchar por la libertad de un pueblo, que ya era libre gracias a una democracia a la que ellos querían manchar con la sangre de tantos inocentes.

Mi memoria está señalada por el desfilar de veintidós ataúdes blancos, veintidós almas inocentes, veintidós niños que murieron sin saber por qué sus vidas se veían truncadas por un atentado, sin entender la barbarie de unos asesinos que se creían con el derecho de acabar con todos aquellos que se interpusieran en su camino hacia una independencia salpicada de sangre, de odio y de muerte.

Ahora que la banda asesina está derrotada por el Estado de Derecho nos vienen con la solicitud de perdón. Celebro que esto se produzca, ya que la sociedad española no puede seguir viviendo con el miedo a seguir sufriendo esa barbarie, pero no es sincera. En su comunicado siguen discriminando a las víctimas haciendo referencia solo a las que no tenían responsabilidad en el conflicto. ¿En qué conflicto? ¿En el que ellos mismos se montaron en sus cabezas rebosantes de odio? Las 853 víctimas de sus atentados no son muertos de ningún conflicto, son víctimas de bombas, de tiros a bocajarro, en definitiva, de una banda de asesinos que mataban bajo el parapeto de una lucha social cuando solo era matar por matar.

Por eso ahora, que pretenden hacernos olvidar todo el daño que han hecho, que quieren que pasemos hoja del sufrimiento que durante décadas ha vivido este país, es ahora más que nunca cuando no debemos olvidar a todos esos que vieron como su sangre era derramada por la inconsciencia de la barbarie. Hoy es cuando no debemos de perdonar ninguno de esos atentados y que, todos y cada uno de ellos, respondan por sus actos ante los Tribunales de Justicia y paguen sus culpas en las cárceles de nuestro país, cumpliendo sus penas donde les corresponda.

Es de Justicia por tantos y tantos que fueron víctimas, es nuestro deber ético y moral con una sociedad, la española, que se vio atemorizada durante años por unos asesinos que solo pretendían someter a un país entero con el terror de las armas. Es por ellos por los que debemos mantener en nuestra memoria la llama encendida por los que ya no están.

Solo puedo pedir que el perdón celestial se lo dé Dios, que el terrenal mío no lo tendrán jamás.

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