OPINIÓN

¡Qué modernos!

Lo de la realidad que supera a la ficción. Una visita oficial a unos letreros puestos en la calle. Como lo lee

Yolanda Vallejo

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Me gusta pensar que lo de la realidad que supera a la ficción no es más que una frase hecha de esas que usamos para rellenar los tiempos muertos en los que nuestro cerebro hace recreo para no procesar lo que nos rodea. Esos momentos marcianos, cada vez más habituales, en los que a una le gustaría usar el rótulo de «cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia» para justificar lo que ve, lo que oye y lo que lee. Porque, desafortunadamente, vivimos en los tiempos del realismo mágico en los que el discurso narrativo se ha hecho carne y habita entre nosotros.

El senador Onésimo Sánchez, el de García Márquez, vivía en perpetua campaña electoral. Lo llevaban de un sitio a otro prometiendo tonterías «las máquinas de llover, los criaderos portátiles de animales de mesa, los aceites de la felicidad que harían crecer legumbres en el caliche y colgajos de trinitarias en las ventanas. Así seremos, señoras y señores». Cualquier cosa a cambio de un puñado de votos. «El futuro Museo, porque su concepto va por ese camino superando al de un centro cultural, será el primero de toda Europa totalmente preparado para lograr un gasto de energía casi cero, y la que necesitará consumir la producirá el mismo inmueble». ¿Lo ve? La segunda cita no es del Nobel colombiano, pero quién lo diría. Porque si los indios del Rosal del Virrey se quedaban extasiados con los pajaritos de papel y los trasatlánticos de mentira que surcaban las arenas del desierto, los que asistieron a la presentación del proyecto museístico en el antiguo Instituto del Rosario tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano el asombro de Damasco que, según la presidenta, «nos ha superado. Cumple con su carácter innovador, muchos de los retos que nos marcamos en nuestro gobierno». Qué bien. Después de lo del pasado miércoles, «ya no seremos más los expósitos de la patria, los huérfanos de Dios en el reino de la sed y la intemperie, los exilados en nuestra propia tierra. Seremos otros, señoras señores, seremos grandes y felices» –esto es García Márquez, por si le quedó alguna duda–. Seremos otros, que lo sepa, seremos los más modernos del mundo, con el Museo de Arte Contemporáneo por el que se pelearán las naciones y los cruceristas conocerán a este rincón de Occidente. No en vano, serán 300 las obras de arte contemporáneo, adquiridas durante años en ferias como Arco, las que colgarán de las paredes del viejo edificio transformado para siempre en la nueva ‘Entrerprise’ de la vieja Europa, porque como reconoció la presidenta de la Diputación –no confundir con el senador Sánchez– será un «elemento de dinamismo importante, tanto en lo que se refiere a la creación de empleo como al desarrollo turístico y cultural». Un edificio, además, con novedosos sistemas de climatización y refrigeración de manera natural y con una cubierta solar fotovoltaica que ni le cuento, y con una inteligencia tal que detectará en todo momento las condiciones de humedad y temperatura de las salas y corregirá automáticamente cualquier inclemencia del tiempo. Claro. Y todo en 18 meses. Museo y edificio inteligente. Pompidou de Cádiz y The Egde todo por el módico precio de tres millones y medio de euros, y con la seguridad de que se convertirá en «un pulmón cultural abierto a toda la provincia». En uno de los pulmones, debe entenderse.

Porque el otro pulmón también fue visitado el mismo día por la misma delegada territorial de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo –no confundir con el senador Sánchez, tampoco– y por el alcalde de nuestra ciudad, acompañados de la concejala de Comercio. Sí. Ya sabe usted de lo que le hablo. De la visita a la nueva señalética y las placas identificativas colocadas para la promoción del comercio en Cádiz. Lo de la realidad que supera a la ficción. Una visita oficial a unos letreros puestos en la calle. Como lo lee. Con una foto de todos ellos mirando flechas como si estuviesen mirando una de las siete maravillas del mundo. Y todo porque la Junta de Andalucía ha pagado 57.000 euros.

Así estamos. Y así vamos a estar de ahora en adelante. Porque las apariciones estelares de Blacamán no han hecho más que empezar. De aquí a las próximas elecciones –sean cuales sean las próximas elecciones– veremos como se levantan museos, centros culturales, museos, desdobles de carreteras, museos, centros de innovación, museos, empresas tecnológicas, y al final veremos «unos árboles de teatro con hojas de fieltro y los sembraban a espaldas de la multitud en el suelo de salitre. Por último armaron una fachada de cartón con casas fingidas de ladrillos rojos y ventanas de y taparon con ella los ranchos miserables de la vida real».

Después, seguiremos siendo los de siempre, aunque eso sí, más modernos, muy modernos. Y con un edificio NZTB, que traducido resulta un «edificio de consumo de energía casi nulo» o quizá «nulo» si finalmente pasa lo que suele pasar en estos casos. Normal, dirá usted. Para tenerlo cerrado, no hacía falta tanto aspaviento. ¡Ay! ¡Qué tiempos más modernos nos esperan!

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