José Landi

El mejor alcalde, el rector

Las obras tienen ventajas. Pocas pero grandes

José Landi

Las obras tienen ventajas. Pocas pero grandes. Tiene uno que mover cosas de sitio, desplazar muebles o despejar inmuebles para, de repente, ver que los espacios parecen mayores y descubrir que todo era mejor, más luminoso y feliz de lo que parecía. El Paseo Marítimo, en su tramo fúnebre, es la última prueba. Al empezar las obras del carril bici, aparece la vida de sus zonas más mortecinas, crece el disfrute con la ausencia o reducción de motores, con la amplitud para peatones en tramos que antes apretaban como el cinturón en un convite.

Si este Ayuntamiento quiere ser recordado por algo más que por folklore, banderas y poses, ojalá se atreva y ensanche el Paseo Marítimo, ojalá cierre y libere todo el tramo de Ingeniero La Cierva a Cortadura (nada aporta al movimiento de vehículos ya en la ciudad), ojalá proteja de coches y ‘amotos’ una veintena de calles del centro convertidas en aparcamiento sin ley, de Cervantes a San Pedro. Ojalá se atreva a enfadar a esos vecinos que sólo aspiran a llegar a su garaje, a su puerta, a capar a esos repartidores y transportistas (kamikazes o bolardos según los casos). Ojalá dedique a esos residentes y trabajadores –«estoy trabajando» dicen al hacer lo que les da la gana como si los demás estuviéramos de camping– la misma solidaridad que este último colectivo profesional dedica al resto, violando normas de tráfico y convivencia a cuatro por minuto. Sería suficiente si pensara en ellos tanto como los vecinos de esos edificios grandes velan por el resto de la ciudad.

Está por ver que se atreva. Las elecciones ya se intuyen por el olor, como una freidora de churros, a medio kilómetro, a un año. Los partidos y sus caras empiezan la carrera por las medallas, a dar saltitos ante una población que ni mira (y vota con los intestinos) para decir «recuerda que yo hice eso». La partida de Monopoly entre Ayuntamiento y Universidad de esta semana (Centro Reina Sofía para ti, Rectorado para mí, Pemán para el que lo quiera y pérgola gratis, sin gastos de envío) es la mayor prueba.

La mano la va ganando, de largo, Eduardo González Mazo que como buen profesor recurre a los clásicos y los actualiza. «El mejor alcalde, el rector» habría escrito Lope de Vega hace casi 400 años si le hubiera conocido. Valcárcel, Olivillo, Reina Sofía, desfibrilador para la calle Ancha... El resto de jugadores ni se enteran: Junta, Fran González, PP y sobre todo el concejal de Urbanismo...

Llamativo el papelón del último que, como me sucede en mi casa, sabe de los proyectos importantes cuando ya están cerrados y se presentan hechos. Es lo que tiene la carrera de reivindicación de méritos, que te meten en la chirigota ‘Los últimos en enterarse’ sin consulta previa. Siempre, Martín Vila y yo, tendremos la opción de dimitir.

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