Julio Malo de Molina

Desde mi sanatorio

Hace días que un grupo esforzado y virtuoso de médicos y médicas se afanan con delicadeza y esmero por salvar uno de mis ojos roto en un fortuito accidente de mar.

Julio Malo de Molina
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Hace días que un grupo esforzado y virtuoso de médicos y médicas se afanan con delicadeza y esmero por salvar uno de mis ojos roto en un fortuito accidente de mar. Su pericia y su interés vocacional alimentan mi esperanza por recuperar la vista perdida. Nos encontramos en la residencia sanitaria de Cádiz Puerta del Mar, un edificio hospitalario obsoleto, desvencijado, con escasos recursos y entre permanentes obras de parcheo. Hace diez años se inició la operación para su traslado y modernización mediante una actuación urbanística que se basaba en el aprovechamiento especulativo del espacio que actualmente ocupa, y como aquello que mal se plantea mal acaba la operación se frustró. Entiendo que no puede asociarse la construcción de un equipamiento sanitario a la utilización de un suelo público para una operación que genera beneficios a agentes privados con la coartada de financiar irregularmente esa intervención pública para la cual las leyes prevén otros mecanismos.

Ya se sospechaba que no interesaba tanto el traslado y la mejora del hospital como el pingüe negocio de vender viviendas en el área mas cualificada de la Avenida Ana de Viya ocupando para ello un espacio de uso público. De hecho el desplome del mercado inmobiliario motivó que se desestimara la jugada. Precisamente yo formaba parte del equipo que ganó el concurso para la construcción del nuevo hospital; tras varios meses la Junta de Andalucía nos comunicó que abandonáramos el proyecto porque el nuevo edificio no iba a ser construido y paradójicamente me encuentro aquí en las vetustas instalaciones que sobreviven gracias al trabajo vocacional de su personal sanitario.

A Mariano Rajoy se le ha llenado la boca durante las largas campañas que llevamos soportando repitiendo que: «tenemos un sistema de sanidad pública ejemplar» presunción que a mí me deja perplejo porque creo que su gobierno durante los cuatro años precedentes no ha contribuido para nada a la mejora del mismo, más bien al contrario. Se cerraron centros e instalaciones, se recortaron los gastos y se restringió el uso de medicinas como fue el caso de los afectados por la hepatitis C y a la par que esto ocurría cada vez era más frecuente una publicidad muy visible de los seguros privados casi todas ellos gestionados por los grandes bancos. Este panorama que todos hemos podido ver parece demostrar que el gobierno liberal conservador no apostaba precisamente por un modelo asistencial del tipo que se encuentra muy consolidado en casi todos los países de Europa, especialmente en Reino Unido y en el área escandinava, sino más bien en un sistema a la americana en el cual el derecho a la salud no queda plenamente garantizado por el Estado y resulta un buen negocio para las aseguradoras privadas.

Si algo salva el sistema sanitario público español es la alta cualificación y sobre todo el espíritu de servicio de sus profesionales. En particular los médicos y las médicas en nuestra sanidad pública se caracterizan por una vocación humanitaria y un alto grado de sensibilidad y de pundonor. Representan el tipo de profesional que se da en España con mayor nivel de compromiso con su disciplina y con la gente. Cumplen con su labor de forma excelente, en cualquier caso el dolor y la enfermedad es para cada cual una aventura personal que forma parte de la vida. El médico y la médica de últimas siempre será la mano amiga que da fuerzas para sobrellevar el infortunio de las tormentas.

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