José María Carrascal

Mariano Rajoy

Es un tópico criticar la pasividad de Rajoy, en una hamaca fumando un puro

José María Carrascal

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¿CÓMO se las arregla Rajoy, me he preguntado a menudo, para tener tantos enemigos, siendo como es un hombre educado, discreto, que no insulta a nadie? Sin embargo, se le acusa de todo –sólo falta, de la sequía que padecemos, pero llegará– y lo más grave: desde su propio partido, lo que significa que es algo personal, no ideológico. Tras darle muchas vueltas, he llegado a la conclusión de que es el carácter lo que les sulfura. «Los españoles disparamos primero y apuntamos después», decía un tío mío incluyéndose por cortesía, pues era el hombre más tranquilo del mundo. Rajoy apunta, pero sólo dispara cuando está seguro de dar en el blanco e incluso prefiere no hacerlo si no hay necesidad. Lo que le convierte en rara avis entre nosotros.

Cuando los historiadores del futuro, que a la velocidad que vamos será pasado mañana, hagan balance de esta etapa, constatarán que Rajoy acertó al ignorar los consejos de que pidiera el rescate para salir de la inmensa crisis económica que nos acogotaba y apostó por el ajuste presupuestario, pese a los sacrificios que representaba. Que hoy España sea el país europeo que más crece ha venido a darle la razón. Algo parecido empieza a verse en su manejo de una crisis mucho más profunda y peligrosa: la catalana. Rajoy dijo que no habría referéndum y no lo ha habido . Ha habido una parodia, un simulacro, un pucherazo monumental, seguido de un ensayo revolucionario de altos vuelos alimentado por un contencioso centenario, que la inanidad de los sucesivos gobiernos había convertido en amenaza para la integridad de España. En otras palabras: que por más que diera a un nacionalismo o catalán desbocado, nunca podría satisfacer sus demandas. Sólo la realidad podía frenarle. Así que, ignorando las voces de «¡Negociación! ¡Diálogo!», se dispuso a esperar, convencido de que el seny o la realidad se impondrían. Reaccionaron los más afectados, los banqueros, sabedores de lo que significa quedarse fuera del euro, de la Unión Europea y de su Banco Central, hacia donde les arrastraban sus políticos. De ahí en adelante, el diluvio.

Es un tópico criticar la pasividad de Rajoy , en una hamaca fumando un puro. Pero hay dos formas de afrontar las crisis: atajarlas antes de que estallen, algo solo al alcance de los genios, o esperar a que ellas mismas encuentren su salida. «Cuando algo no tiene arreglo, dicen los ingleses, lo mejor es que se estropee del todo». Es la táctica de Rajoy: esperar a que se equivoquen los rivales . Hace falta tener los nervios muy templados para este tipo de pruebas, que recuerdan las carreras de coches hacia el precipicio, para ver quién frena antes. Y esto es lo que no perdonan a Rajoy. No ya que tenga razón, sino que tenga más aguante, más calma, más sentido de Estado que ellos. Afortunadamente. Aunque el acoso de sus enemigos continuará. Como continuarán equivocándose. Les decía: disparan primero y apuntan después, hiriendo al que pasaba por allí.

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