Edurne Uriarte

Larga hegemonía para la derecha

Edurne Uriarte
MadridI Actualizado: Guardar
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No hay que descartar esas pulsiones suicidas que a veces atrapan a las naciones, por supuesto, pero los diez meses de enloquecido bloqueo de la izquierda y su penúltimo episodio del Comité Federal –falta la traca final de la investidura– auguran una larga hegemonía para la derecha. Los argumentos y las actitudes del Comité Federal certifican que este Partido Socialista necesitará mucho tiempo para volver a ser alternativa de poder, y veremos, incluso, si puede lograrlo. De momento, se ha autodestruido por su propia arrogancia y su intolerancia hacia la derecha.

Si dejamos a un lado la imperante corrección política que destaca aquello de la «responsabilidad» con la que se ha comportado el PSOE para apoyar la abstención en la investidura de Rajoy, lo más relevante está en los otros tres datos del Comité Federal y de los diez meses anteriores.

El primero, los 96 votos en contra de esa abstención (nada menos que un 41 por ciento del PSOE). Casi medio partido instalado en un radicalismo asombroso y de dudoso espíritu democrático que se niega a reconocer la victoria de la derecha en las dos elecciones celebradas desde diciembre. Y con un llamativo componente irracional y disolvente empeñado en llevar a su partido a la destrucción de unas terceras elecciones.

Que casi medio partido siga a un líder de la demostrada incapacidad de Pedro Sánchez y que apueste abiertamente por la alianza con la extrema izquierda da una idea de la deriva de la socialdemocracia española. Con componentes cómicos incluidos, como ese tuit de Pedro Sánchez tras el Comité Federal abogando por un «PSOE autónomo del PP», pero entregado a los brazos de Podemos y de los nacionalistas, independentistas incluidos. Un 41 por ciento del partido que quiere gobernar con una ultraizquierda que acosa a sus propios líderes, vendrán más después de González, que puede llevar al país al colapso económico y que apuesta abiertamente por el antiespañolismo y la ruptura de la unidad nacional, en clara identificación con los independentistas.

Pero el segundo dato del Comité Federal no es menos preocupante. Me refiero a los argumentos de los partidarios de la abstención. A eso de que «Rajoy no se merece gobernar» o «nosotros hemos desbloqueado la situación», con una impresionante incapacidad para reconocer la victoria de la derecha, y no en una sino en dos elecciones, o para disimular al menos el bochorno del patético bloqueo de su líder Sánchez durante diez meses. Acogotados y avergonzados por la presión de los radicales. Sin discurso propio, con excusas, pero sin mensaje alternativo. Temerosos de los efectos de esa intolerancia hacia la derecha construida durante años en la que ellos mismos han participado y que ahora les amenaza la propia supervivencia del partido.

Y el tercer elemento deriva en buena medida del segundo y es que este PSOE de la abstención no tiene líder y no está claro que lo vaya a tener en bastante tiempo. Dicen los susanistas que su silencio es conveniente para evitar su quema antes del próximo Congreso, pero dice la lógica del comportamiento político que un líder lo es o llega a serlo cuando sabe comparecer en las situaciones críticas. Y en esta situación crítica –cuesta imaginar una peor– el PSOE camina sin líder porque la que desea serlo ha tenido miedo de hacerse algún rasguño.

Con este PSOE como alternativa y con la amenaza de la extrema izquierda, ni la ola populista que barre Europa ni la hegemonía mediática y cultural de la izquierda van a impedir una larga hegemonía política de la derecha. Por una mera cuestión de supervivencia nacional.

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