Mayte Alcaraz

Los ácaros del Congreso

Mayte Alcaraz
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LOS ácaros del polvo son animales microscópicos que dependen de la humedad y son fóbicos a la luz. Anidan fundamentalmente en espacios cerrados, poco ventilados, y tienen una inclinación especial por hacerlo en las alfombras. Ayer era imposible caminar por los pasillos del Congreso de los Diputados, donde los periodistas hemos perfeccionado una especial habilidad por el placaje al político, sin percibir -qué digo percibir, masticar más bien- un espeso aire que muchos identificábamos hasta ahora con la solemnidad de un Estado respetable, el legado histórico de una cultura universal y el sustrato perdurable de la insoportable levedad política. Sin embargo, lo que ayer era sustantivo hoy se presenta como un recinto arcaico, oscuro y plagado de ácaros con carné del Imserso, que hay que fumigar, sin demora, el 20 de diciembre.

Un paseo melancólico por los pasillos de la X Legislatura

El último y convulso año y medio ha transformado esa intangible herencia de la transición en una machacona sensación de que en esa casa, a la vuelta del próximo año, no perdurará nada de lo que creíamos importante. Que tras las generales, una suerte de almas puras, políticos inmaculados y seres benéficos conseguirán el salvoconducto para transformar una democracia corrupta y oscura en la misma imagen de la arcadia feliz, tras acabar con una colección de aprovechados a los que hay que mandar a sus casas, si no a la Audiencia Nacional.

Pasear por el Congreso en el día de las despedidas hasta el 14 de enero de 2016, producía ayer un vértigo ciudadano que iba más allá de la nostalgia en decenas de diputados que todavía no saben si irán o no en la lista de su partido. Y de ir, si lograrán un acta en el Parlamento. Seguro que, desde la bancada azul hasta el último asiento ocupado por la oposición, se han cometido errores imperdonables que han alimentado la creencia de que nada vale de lo conquistado hasta ahora. Corrupción, prepotencia, endogamia, falta de transparencia y de liderazgo son algunas de las causas que han quebrado la confianza de la ciudadanía en los representantes públicos. Sin embargo, cuando la X Legislatura está exangüe parece obligado recordar que ni son todos los que están, porque hay decenas de políticos honrados que intentaron hacerlo bien, ni los que debaten en el bar, sin más histórico que un par de tertulias, están constituidos por materia que no sea la mudable, inconstante, imperfecta argamasa humana.

El clima que se respiraba ayer no era de fin de mandato. Ni siquiera de fin de ciclo. Era de fin de era política. Sin embargo, a esa atmósfera fundacional, que algunas encuestas como la de GAD3 para ABC certifican, no ha abocado solo la indecencia de unos pocos y los latigazos de la crisis sobre los castigados riñones de los españoles. A esa demolición de un sistema basado en la estabilidad también han contribuido los que han hecho de exprimir la angustia ciudadana una asignatura troncal de Periodismo.

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