LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

La pepa, un modelo de esperanza colectiva

PRESIDENTA DE ACCIÓN CULTURAL ESPAÑOLA Actualizado: Guardar
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Acción Cultural Española (AC/E) ha iniciado su andadura este mismo año como resultado de la fusión de tres sociedades del Estado: la Sociedad Estatal de Acción Cultural en el Exterior (SEACEX), la Sociedad Estatal para Exposiciones Internacionales (SEEI) y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC).

Su objetivo es la promoción y difusión de la cultura dentro y fuera de España. Una de las líneas fundamentales de la programación de 2012 es la celebración de los 200 años de la Constitución de 1812. Dicha constitución incorporó muchos de los principios que habían estado en la base de las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII y que quedaron plasmadas en tres documentos doctrinales de la época: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -que dio carta de naturaleza jurídica a la revolución francesa-, la Constitución Norteamericana, ambas de 1789 y la Constitución Francesa de 1791.

En un periodo de nuestra historia en el que la política oficial española, en manos de una monarquía que enarbolaba los valores absolutistas, no supo estar a la altura de los tiempos, fueron los ciudadanos los que tomaron el relevo con su decidida voluntad de incorporarse a los aires liberales europeos cuyo ideario en versión moderada quedó plasmada en la Carta magna de 1812. A pesar de que dos años después la restauración en el trono de Fernando VII supuso un paso atrás, la Pepa se erigió en el referente fundamental para las constituciones liberales españolas del siglo XIX.

Hubo sin embargo que esperar a la Segunda República y más tarde a la transición para que buena parte de los valores de aquella constitución pudieran incorporarse a la cotidianeidad española. Cuando recordamos la Constitución de Cádiz, reconocemos implícitamente la labor de los miles de mujeres y hombres que a lo largo de la nuestra historia hicieron posible el que hoy podamos disfrutar como bien preciado de las libertades y derechos que, no por asumidos son menos necesarios. Unos derechos y unas libertades que son fundamentales y que nuestra actual Constitución garantiza y protege en sus primeros artículos, otorgándoles de este modo el máximo rango que tienen para la convivencia civil ordenada. La igualdad, la libertad, la justicia y el pluralismo político ya estaban presentes en la Constitución de 1812 y a ellos hemos ido incorporando los derechos de carácter democrático y social. Entre los amparados por la Constitución vigente destacan la no discriminación, la libertad religiosa, el asociacionismo, la sindicación, la tutela judicial efectiva, la educación, la salud y, desarrollados más recientemente, una legislación de igualdad efectiva entre hombres y mujeres o de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia.

En un estado de derecho como el nuestro, en el que la Carta magna corona la jerarquía del ordenamiento jurídico, los ciudadanos disfrutamos, entre otras libertades, de elegir a sus representantes políticos y de exigirles responsabilidades, algo que millones de personas en el mundo tienen vedado. Recordar la Constitución de 1812 es también ofrecer ese modelo de tolerancia a nuestros vecinos del otro lado del Mediterráneo que en estos días se levantan reclamando democracia, justicia y libertad. La revolución de los jazmines en Túnez y la propagación de sus exigencias por el norte de África y Oriente Medio debería hacernos reflexionar sobre la senda que en occidente hemos recorrido en los dos últimos siglos, pero también sobre la necesidad de extender más allá de nuestra cultura estos valores que tienen un carácter universal y que por eso mismo no deberían faltar a todo ciudadano del mundo. Los nacidos y crecidos en estados no democráticos, opresivos e incapaces de ofrecer un horizonte de esperanza a sus jóvenes alzan la voz igual que nuestros antepasados lo hicieron en una España regida por el absolutismo. Algunos analistas consideran que los países musulmanes están viviendo su particular etapa de revoluciones liberales. No en vano reclaman los mismos condimentos del caldo constitucional de 1812.

En este contexto de evocación pero también de proyección hacia el futuro y hacia el exterior de la historia cultural española, AC/E, como heredera del legado institucional de las tres sociedades citadas, en colaboración con el Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, da continuidad a los programas que han venido desarrollándose desde 2008 y pone en marcha nuevas actividades para recordar el nacimiento de la Pepa y, más concretamente, el espíritu de respeto hacia las ideas y acciones de los demás que imprimió su articulado.

Tenemos programadas cuatro exposiciones que reflejan sus principios y valores así como su efecto en nuestras sociedades. Las exposiciones A tres bandas y Post-it. City las inauguramos en las próximas semanas; El poder de la palabra (Diputados de ultramar) y Entre el cañón y la tribuna pública las hemos programado para 2012. También tenemos diversas actividades musicales: el ciclo de conciertos didácticos de música clásica para niños y mayores, Tiempo de cambios, se viene celebrando desde enero de 2010 y para 2012 están previstos espectáculos musicales de carácter popular como lo es el hip-hop.

No podemos asegurar que los principios de la Pepa hicieran más felices a los españoles del siglo XIX, una necesidad que hoy ha quedado definitivamente relegada a la esfera de la intimidad de la personas y no corresponde al Estado satisfacerla como el ideario liberal afirmaba, pero lo que sí sabemos es que esos principios nos han hecho más libres, más respetuosos con los derechos de los demás. En este ideario, los Derechos Humanos tienen su antecedente más directo. Se han ido extendiendo y afianzando a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en paralelo al Derecho Internacional y a la tipificación a partir del Estatuto de Roma (1998) de los delitos de genocidio, lesa humanidad y crímenes de guerra.

Por este carácter universal de los principios que están en la base del texto constitucional de 1812, en AC/E queremos que su espíritu se recuerde en Cádiz y no sólo aquí; que se propague más allá de las fronteras de esta ciudad y llegue a todos los rincones de España; que se extienda a lo ancho y vasto de un país plural en el que también residen cientos de miles de hombres y mujeres que nacieron o cuyas raíces están en los países cuya población hoy pide democracia y libertad. Y queremos que como nosotros, ellos también vean en la Constitución liberal de Cádiz, y sobre todo en los ciudadanos que la hicieron posible, un modelo de convivencia pacífica, un modelo de esperanza colectiva.