EL MARCADOR

Amores que matan

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Pensando en que mañana se dará la circunstancia de que un jugón de los 90 como Luis Enrique pisará el Municipal de Chapín por primera vez, aunque no sea como futbolista, sino como entrenador, estaba reflexionando sobre las relaciones de amor y odio en el fútbol. Llamémoslo, y ahora que llega San Valentín viene que ni pintado, esos amores que matan. Luis Enrique fue uno de los que más protagonizó una de estas relaciones fatales. Querido en el Bernabéu, pasó a ser cruelmente insultado al hacer las maletas y coger el puente aéreo hasta Barcelona (no olvidar ese cántico clásico en el feudo del club de Concha Espina: «Luis Enrique, tu madre es Amunike»).

En esos casos, podríamos detenernos en muchos nombres propios que se han ganado por igual el amor y el odio de una hinchada. Sin embargo, el caso concreto que tenemos en Jerez me escama aún más. Cuando ha superado con creces el medio siglo de vida, el Jerez Industrial se encuentra en una situación sentimental complicada con su pareja de hecho, aunque sin papeles por delante, Glenn Hoddle. Un matrimonio en crisis que esta semana vive un capítulo más. Un divorcio cantado, pero que por conveniencia va a durar al menos unos meses más.

Primero fue Javi Palos, y ahora Quique Caballero. Por medio, hasta seis futbolistas que se han perdido por el camino y así es difícil ganar ni al Cádiz B, sobre todo si juegas con tu portero suplente de lateral izquierdo. Es el amor y las parejas que se dan en el fútbol, muy extravagantes, por cierto. Relaciones que matan, pero que en el caso del Jerez Industrial, podría ser literal incluso. El equipo desmantelado por los ingleses, como si de la antigua Grecia se tratara, futbolistas sin poder jugar al no tener el pase internacional y ahora con el traductor del equipo llevando el mando del banquillo. En fin, es la locura del amor.