Rafael Ricardi no podría haber comenzado mejor el año, con el dinero que le ayudará a solucionar sus problemas. :: JAVIER FERNÁNDEZ
Jerez

Ricardi se plantea recurrir su indemnización para conseguir los 10 millones de euros

El portuense, que ha sido compensado con 555.000 euros por estar 13 años entre rejas por error, dice que le desea al juez «lo mismo» que él pasó

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«No le guardo rencor a nadie». Ricardi abre más sus pequeños ojos achinados, la pregunta le enciende. Y para que conste en acta apunta con ellos hacia la libreta. «Tan solo me gustaría que el juez que me mandó 30 años a la cárcel pasara lo mismo que yo pasé». La mirada se fija ahora en un punto infinito, como las noches en vela entre rejas preguntándose por qué. «Que él pasara tres añitos solo... como violador entre presos comunes». Él pasó trece, por varios centros penitenciarios, hasta recalar en Topas, de donde salió en julio de 2008 cuando la Policía detuvo al verdadero autor del delito. «Se pasa muy mal. Quizás así me entenderían mejor».

El 31 de diciembre fue por fin indemnizado con 555.600 euros de las arcas del Estado, que el Banco de España le ingresó en su cuenta corriente. Una cantidad que dista muy mucho de los diez millones de euros que sus abogados de la asociación Pro Derechos Humanos pidieron para él. Ahora le toca decidir si recurrirá la decisión de Justicia. «Lo estoy pensando, porque he pasado mucho y lo que quiero ahora es vivir tranquilo». Ricardi permanece sentado, pero en tensión. No termina de relajarse, quién sabe si por el revuelo mediático surgido a raíz de la buena noticia, o si por la incredulidad de saberse poseedor de más de medio millón de euros. La solución a sus problemas económicos.

Pero sus aspiraciones no han cambiado con respecto a lo que contó a LA VOZ a principios de agosto, cuando supo la cuantía prevista por el Estado para compensar su calvario. «Quiero comprar un piso, amueblarlo... y vivir bien. Levantarme todos los días sin tener que pensar cómo voy a comer».

Tiempo de reflexión

Ya entonces dio por bueno el dinero, pero ahora se lo cuestiona. Por el momento disfruta de las fiestas y de un arranque de año que no se esperaba. «Hasta que no vino mi abogada no me lo creí. Ahora toca disfrutar un poco. Ya le he comprado los Reyes a mis nietos y a toda mi familia». Explica que ya tiene prevista la administración de su dinero, que se encuentra a plazo fijo en la entidad bancaria de su confianza. «Quiero pagar algunas deudas y tener un sueldecito todos los meses que me de para vivir bien». Lo que no ha hecho nunca. «Estaba ahí enfrente, junto al río. Dormía en la calle. Pero jamás pensamos que él hubiera hecho eso». Ricardi sonríe, bromea y charla con Tamara, su compañera, con su yerno y su sobrino. Mientras, su móvil no para de sonar. «Esto es todo el día así». Él se levanta, enérgico, responde casi a voces y mueve su pequeño y bronco cuerpo en el breve espacio que queda entre el velador y la puerta del bar. No es el mismo Ricardi que caminaba lánguido y harapiento el invierno pasado en dirección al edificio de Asuntos Sociales. Entonces mostró el único euro que bailaba en soledad dentro de su cartera. Tenía que pedir para comer. Hoy invita él.