MORENITA. Jesús sirve de la bota un vaso de la famosa morenita del tabanco San Pablo.
Jerez

Estampa jerezana en San Pablo

El tabanco San Pablo, tras más de setenta años de vida, sigue siendo un lugar de peregrinación para muchos

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Al tío Manuel y a su hermano Diego les tocó la lotería y decidieron abrir un local en lugar de irse de crucero por el Mediterráneo. Eran otros tiempos menos intrépidos. Pero, gracias al boleto premiado, hoy Jerez disfruta del tabanco San Pablo. El tío Manuel debía de ser un personaje. Dicen que se sentaba en la puerta a leer el periódico. Si entraba un sólo cliente, le decía que tenía que esperar a que llegara más gente, pues dejar la lectura y levantarse para una sola copa no merecía la pena. Convidaba cuando tenía calientes los hocicos y después le ajustaba las cuentas siempre a su favor, pero el cliente se iba tan contento. Debió de ser un tipo con sensibilidad, pues se cuenta que aceptó un cuadro de una artista desconocida. Después de varios meses bebiendo fiado sólo podía ofrecerle al tío Manuel una obra suya. Todavía está colgado en el tabanco.

La segunda generación vino de la mano de El Nene, que echó los dientes en el bar Canuto y se entretuvo en crear El Sherry, en la calle Medina. El tabanco lo heredó de su padre y del tio Manuel. El Nene le dio empaque al lugar y, sobre todo, un tono muy jerezano con el esmero puesto en la andanada de botas de Valdespino que se encuentra en lo que en su día fue un antiguo local de lavado de botellas y que se alquiló para agrandar el negocio. Dentro de esas botas, y gracias al enamoramiento que existe entre El Nene y Jerez, probablemente esté uno de los mejores olorosos de la ciudad.

Jesús Muñoz es el hijo de El Nene. Desde hace ya bastantes años el tabanco depende de él. «Quizá hemos acertado cuando decidimos evolucionar con los tiempos. Sin perder la esencia, seguimos siendo jóvenes", comenta.

Lo de siempre

Fruto de que lo auténtico no se pierde es que uno de los lugares donde más se beben los caldos de González Byass y de Real Tesoro. Se acompañan con chacinas, la carne mechá, la rica tortilla de doña María del Carmen La Nena y el buen ambiente, sobre todo a mediodía, que es cuando el tabanco hierve de actividad y trasiego de platos, además de las noches del fin de semana. «Antes sólo había una botella de ginebra y otra de güisqui. Ahora existe un catálogo de bebidas largas muy considerable», subraya. Los tiempos han cambiado, pero quizá, gracias a las actualizaciones, el tabanco San Pablo sigue y seguirá durante muchos años con vida. Que así sea.