Dos jóvenes sostienen el pasado viernes una bandera amazig en una de las protestas en Alhucemas
Dos jóvenes sostienen el pasado viernes una bandera amazig en una de las protestas en Alhucemas - Manuel Trillo

La violencia llega a la revuelta del Rif

Las protestas en el norte de Marruecos se recrudecen y amenazan con extenderse

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A las diez de la noche del viernes, la tensión se dispara de nuevo en Alhucemas. La misma pauta se viene repitiendo en esta ciudad del Rif a lo largo de las últimas semanas: a esa hora se rompe la calma impuesta durante el día por el ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes, y hasta la medianoche se suceden las protestas en la calle y la respuesta contundente de la Policía. Se trata de las mayores revueltas en Marruecos desde la Primavera árabe de 2011 y amenazan con ir a más.

La detención el pasado 29 de mayo de Nasser Zafzafi, líder carismático de un movimiento popular conocido como «Hirak» que reclama mejoras económicas y sociales para el Rif, ha reactivado las movilizaciones y ha devuelto la agitación a esta región del norte de Marruecos, que en los años 20 del siglo pasado llegó a ser una república independiente.

El movimiento surgió el pasado octubre, cuando un vendedor de pescado de Alhucemas, Mouhcine Fikri, trató de recuperar la mercancía que le habían confiscado y acabó triturado por un camión de la basura.

Al principio las manifestaciones eran pacíficas, pero esta semana se han tornado más violentas y han adoptar un esquema de guerrilla urbana, con grupos de jóvenes recorriendo a gritos las empinadas calles de la localidad, mientras la Policía trata de cercarlos. Los manifestantes se enfrentan a pedradas con los agentes, que responden con el lanzamiento de gases lacrimógenos y la detención de decenas de personas.

Hace una semana decenas de miles de personas se manifestaron en Rabat en solidaridad con el Rif y en la vecina Argelia también ha habido alguna movilización de apoyo. Según transmitió en su reciente visita a Marruecos el presidente de Francia, Emmanuel Macron, Mohamed VI ve «normal que haya manifestaciones en un marco constitucional» y tiene «deseo de tranquilizar la situación respondiendo a las demandas de este movimiento y aportando respuestas concretas».

En estos días, Alhucemas aparece completamente tomada por las fuerzas de seguridad, con controles a la entrada, patrullas en cada esquina y numerosos vehículos policiales. En las afueras se ha instalado incluso un campamento de tiendas de campaña de color verde para albergar al personal llegado de fuera como refuerzo.

Tras la ruptura del ayuno y del rezo en la mezquita, las fuerzas de seguridad cogen posiciones en puntos estratégicos. Los agentes antidisturbios forman barreras humanas a la entrada de las zonas más conflictivas, como Sidi Abid y el Barrio Obrero, llamado así, en castellano, por los habitantes de la antigua Villa Sanjurjo, una ciudad levantada por los españoles tras el desembarco de Alhucemas de 1925.

Pese al férreo control policial, los manifestantes buscan rutas alternativas para acceder a las concentraciones. Como los dos muchachos que el pasado jueves guiaron a ABC hasta el corazón de la protesta. En lugar de entrar al Barrio Obrero desde la avenida principal, dieron un rodeo hasta la parte baja. Allí saltaron una verja metálica y subieron una cuesta escarpada y pedregosa. En lo alto les esperaba un muro de adobe de unos tres metros de alto, que escalaron con agilidad.

Demandas sociales

En el seno del barrio había ya centenares de personas reclamando la liberación de los detenidos y coreando sus reivindicaciones: trabajo, una universidad, un hospital y medios para el tratamiento del cáncer. Esta es la región con más enfermos oncológicos de Marruecos, algo que, de forma machacona, los vecinos atribuyen a un bombardeo español con armas químicas.

«Tenemos que ir al hospital a Rabat y aquí no hay trabajo», se quejaba en mitad de la protesta Youssef, de 21 años, estudiante de Ciencia y Tecnología en Tánger, ciudad situada 300 kilómetros al oeste.

Las mismas demandas se repiten una y otra vez. Todo al que se le pregunte en Alhucemas insiste en que son únicamente sociales y económicas, que nada tienen que ver con la política. A ello suman las quejas por la dureza empleada por las fuerzas de seguridad y la Justicia con los rifeños.

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