El presidente de Francia, Emmanuel Macron, acompañado de su mujer
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, acompañado de su mujer - REUTERS
EDITORIAL

Macron, obligado a reformar Francia

El flamante presidente francés es consciente de la necesidad de dar un golpe de timón al rumbo de un país esencial para Europa y estancado desde hace una década

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Pese a haberse empeñado en ejercer como «un presidente normal», François Hollande ha dejado el panorama político francés y a su propio partido en un completo desorden. Lo que ayer heredó Emmanuel Macron le obliga, sin duda, a ser un presidente completamente diferente a sus predecesores. Por ahora, su personalidad y sus promesas confirman que, en efecto, puede ser un dirigente capaz de sacar al país de su letargo institucional y económico. Se presenta como un presidente «jupiterino» -según sus palabras- y «de gran altura», como contraposición a lo cotidiano y lo minucioso, que es un calificativo que encaja en alguien que ha aparecido en la política y ha alcanzado la meta a la primera y con una velocidad inaudita.

Los indicios que se desprenden de sus primeras decisiones y las de sus más cercanos colaboradores dan a entender que, en efecto, Macron es perfectamente consciente de la necesidad de dar un golpe de timón al rumbo de un país esencial para Europa.

Francia necesita una renovación y los dos últimos presidentes, Nicolas Sarkozy y Francois Hollande, han dejado pasar una década sin atreverse a entrar en asuntos que son necesariamente espinosos desde todos los puntos de vista. Macron ha dicho ya que va a utilizar muy frecuentemente la legislación ejecutiva para evitar que las medidas que pretende llevar a cabo -la revisión de la legislación laboral, la modernización de los mecanismos de recaudación de impuestos o las contribuciones a la Seguridad Social- se queden empantanadas, prisioneras de la lucha partidista. Pero para eso necesitará también una mayoría en la Asamblea.

Por ahora ha gestionado con prudencia sus cartas, entre otras cosas para evitar convertirse en el avalista de los socialistas moderados que huyen del inevitable colapso del partido, y sin pasar por ser un satélite del centro-derecha, todo ello pensando en unas elecciones legislativas de junio que serán la clave para la estabilidad y el recorrido de su proyecto. La primera señal se espera para hoy, con el nombramiento de un primer ministro que, como el propio Macron, tendrá que comenzar a trabajar antes de saber con qué mayoría contará en el legislativo. En este escenario inédito, la elección de su primer desplazamiento al extranjero -para reunirse esta tarde con la canciller Angela Merkel- es lo único que se puede considerar convencional. Las buenas relaciones entre París y Berlín son esenciales para Europa, y precisamente para compensar el mayor calado de Alemania después de la reunificación es necesario que Francia gane peso en economía, innovación y futuro. Eso es lo que tiene que lograr el ya presidente Emmanuel Macron.

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