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La candidata presidencial por el partido Fuerza Popular Keiko Fujimori saluda durante el cierre de su campaña - EFE
ELECCIONES EN PERÚ

Keiko Fujimori espera ganar hoy y limpiar así el nombre de su padre

La remontada de Kuczynski en el último mmento podría provocar un empate técnico en la segunda vuelta de los comicios presidenciales

ENVIADA ESPECIAL A LIMA Actualizado: Guardar
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Keiko Sofía Fujimori podría lograr hoy su sueño: limpiar el nombre de su padre y el apellido que heredó de él hace 41 años. La candidata de Fuerza Popular cruza los dedos para que la remontada, en la recta final de la campaña del liberal Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos por el Kambio) no le arruine su carrera a la Presidencia y, aunque no es muy probable, termine dejándola en la cuneta de los perdedores por segunda vez consecutiva (la anterior fue en el 2011 con Ollanta Humala). Las urnas, aunque favorecen a Keiko, anticipan un empate técnico y nadie descarta que Perú asista a un recuento agónico.

La hija mayor del expresidente condenado a 25 años por corrupción y delitos de lesa humanidad

, se ha preparado a fondo los últimos cinco años para volver al Palacio de Pizarro (sede del Ejecutivo). Lo conoce bien por fuera y por dentro. Con 19 años se convirtió en una activa Primera Dama en remplazo de su madre, Susana Higuchi. La exesposa de «el chino», como se presentaba en campaña el hombre que gobernó Perú entre 1990 y el 2000, tras denunciar el contrabando de donaciones de sus cuñados, fue repudiada, aislada, torturada y sometida a suplicios con descargas eléctricas que le dejaron secuelas irrecuperables. Keiko, el ojo derecho de Alberto Fujimori, ocupó su puesto sin rechistar y desde allí aprendió todo lo bueno y lo malo que hizo su padre. Esa herencia ha sido su mejor aliada para consolidarse como una candidata fuerte, pero también su principal obstáculo para volver a entrar en la casa de Gobierno.

«Mano dura»

La hija de Fujimori es el espejo en el que se mira su padre y el reflejo que buscan los nostálgicos de un régimen autoritario que hizo uso y abuso de lo que hoy Keiko propone: «mano dura», «pena de muerte para los pederastas», «ley seca», «Fuerzas Armadas en la calle para combatir la delincuencia» y la construcción de prisiones «a más de cuatro mil metros de altura» para que los presos no pueden siquiera «hablar por celular» (donde no haya acceso a la señal). Pero Keiko también es la hija del hombre que sentenció la guerrilla terrorista de Sendero Luminoso, modernizó el país y logró que Perú enfilara la senda del crecimiento.

El lado oscuro del régimen de su padre es la sombra que la persigue. Negocios con el narcotráfico, desapariciones, esterilizaciones forzadas, torturas en los sótanos de la central de Inteligencia, maletas repletas de dinero de la corrupción y h asta tráfico de armas con la guerrilla terrorista de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) forman parte de una silueta siniestra de la que Keiko nunca ha renegado en términos absolutos. Estas fueron prácticas habituales de una red criminal organizada desde el Estado entre «el doctor», nombre por el que se conocía al monje negro del régimen, Vladimiro Montesinos, Alberto Fujimori y el jefe del Ejército, Nicolás de Bari Hermoza.

Esa parte del legado es la que explota a última hora Pedro Pablo Kuczkinski para tratar de adelantar en las urnas a Keiko, una mujer tenaz que hace malabares para sortear las balas de un adversario que, sin duda, empezó a disparar tarde. Pero la imagen de Keiko también esta «identificada con la corrupción», como advierte la consultora Urpi Torrado, por méritos propios. Su candidato a vicepresidente, José Chlimper, está acusado de entregar una grabación adulterada a la prensa para desprestigiar la acusación de que la DEA investiga al secretario general de su partido, Joaquín Ramírez, por lavar 15 millones de dólares que presuntamente le había entregado a ella.

Steven Leviysky, profesor de Harvard y experto en Perú, se preguntaba hace poco: «Keiko puede ser demócrata. No lo sé pero ¿Han visto quién va con ella?». Todo Perú parece tener claro quién va con ella. Entre otros, muchos de los antiguos colaboradores del Gobierno de su padre que hoy, prácticamente, se meten debajo de la alfombra para no perjudicarla.

A todos ellos les conviene su victoria. La candidata que puede convertirse en la primera mujer en llegar a la Presidencia de Perú, es la única que puede –y quiere– reivindicar aquel Gobierno, el nombre de su padre y, de paso, el suyo.

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