El estreno de «13 horas» aviva la polémica sobre los sucesos de Bengasi

El exjefe operativo de la CIA en Libia niega que ordenara demorar la intervención tras el ataque a la Embajada, como relata la película

Trump alquiló un cine de Iowa para invitar a cientos de seguidores al estreno, tras el que arremetió contra Clinton, entonces secretaria de Estado

- Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Ha irrumpido en la campaña electoral en un momento crítico. El estreno de «13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi» viene a echar leña a un fuego que no se ha apagado desde que el 11 de septiembre (fatídica fecha para Estados Unidos) de 2012, el embajador en Libia y otros tres funcionarios murieran en la propia sede de la legación norteamericana víctimas de un ataque yihadista. A diez días del arranque del proceso de primarias, la aspirante demócrata y entonces secretaria de Estado, que ha tenido que dar cuentas políticas estos tres años compareciendo en diversas ocasiones ante la comisión de investigación creada en el Congreso, intenta pasar ahora de puntillas. Los rivales republicanos utilizan el filme como arma arrojadiza.

Y sus creadores, y en especial el autor del libro en el que está basado el filme, Mitchell Zuckoff, y entonces jefe del grupo operativo que envío la CIA a la Embajada, que sólo ha querido responder por su nombre de pila, Bob, elevan la polémica en abierta discrepancia. El agente, ya retirado, desmiente que ordenara en momento alguno mantenerse un tiempo sin actuar, a sus hombres, que no lograron evitar la muerte de sus compatriotas. Sin embargo, el hecho es que la película trata a los seis miembros del operativo como héroes que «cuando todo iba mal, tuvieron el valor de hacer lo correcto». Cuando todavía los familiares de las víctimas reclaman que se aclaren todos los detalles, los sucesos de Bengasi siguen ofreciendo demasiados ángulos oscuros. Y no parece que la película de Michael Bay vaya a arrojar luz sobre todos ellos.

La película es una sucesión cronológica de los hechos, narrada con elevadas dosis de acción y emotividad. Hechos que en su mayor parte son conocidos, pero no exentos de dudas y sombras, en especial sobre el momento y las circunstancias exactas de la muerte del embajador, Christopher Stevens. El relato arranca cuando decenas de personas se manifiestan ante las puertas de la Embajada contra la película “La inocencia de los musulmanes”, producida en Estados Unidos y en la que se ridiculizaba al profeta Mahoma. La confusión es tal que los agentes que custodiaban la sede de la legación diplomática pensaron que se trataba de un ataque, y abrieron fuego contra los manifestantes. La reacción de algunos ellos, entre los que al parecer se mezclaban yihadistas armados, fue la de asaltar el complejo. La película relata a partir de entonces el caos en que se convirtió la Embajada y su edificio colindante (con varias decenas de personas dentro), el malogrado intento de fuga del embajador en su coche, que terminó muriendo en el hospital, junto a otros tres funcionarios norteamericanos, y la llegada y entrada en combate de un equipo de seis hombres de operaciones especiales, enviados desde Trípoli. Con un siniestro balance de cuatro estadounidenses muertos que convirtió el episodio en uno de los lunares negros de la historia reciente del país.

Pero no son los hechos como tales los que están en cuestión, sino la interpretación de cómo fue la reacción de las autoridades desde el inicio de la crisis. Y en concreto la de Hillary Clinton, que ha sido acusada por los congresistas republicanos de «negligente» durante este tiempo. Entre los múltiples ángulos de la comisión de investigación, los reproches más consistentes dirigidos hacia la entonces secretaria de Estado es que le Embajada no contara con las suficientes medidas de seguridad pese a las amenazas recibidas los días previos, los fallos de información de la Inteligencia norteamericana y la falta de agilidad y de respuesta desde que estalló la crisis. La fuerte presión política obligó a Clinton en su última comparecencia, de más de once horas, a «asumir la responsabilidad como secretaria de Estado». Pero Clinton siempre ha rechazado que se pudiera hacer más ante un hecho inesperado.

La insinuación de la película de que el jefe del operativo de la CIA ordenó esperar o no ordenó actuar con mayor agilidad ha llevado a algunos a plantear las intenciones políticas en la película, o más bien del libro en el que se basa el largometraje. En declaraciones al Washington Post, «Bob» niega esa demora: «Nunca hubo una orden de esperar y no actuar». Y lo remarca explicando que «en modo alguno se produjeron un primer y un segundo momento para entrar en la operación». A su entender, mucha de la información del libro y que se ve en la película «es errónea».

Ratifica esta versión el portavoz de la CIA, Ryan Trapani, para quien «es una distorsión de los hechos y de lo que hizo la gente que sirvió en Bengasi aquella noche». Y prosigue: «Es vergonzoso que para resaltar el coraje de unos, se denigre el de otros».

El autor de libro replica que «las evidencias de los hechos que se relatan son muy sólidas y totalmente creíbles», de acuerdo con «lo que contaron los supervivientes de la operación». Zuckoff sostiene además que para escribir el libro intentó hablar con el jefe de la operación, pero que no quiso contestar, y que mantuvo numerosas conversaciones con el departamento de relaciones externas de la CIA. Pero, según el diario de Washington, fuentes de la Agencia aseguran que esos contactos se produjeron una vez concluido el libro. Y confirman también que se mantuvieron una serie de encuentros con el director de la película, Michael Bay, para transmitirle su «preocupación» por los hechos que se contaban.

El estreno de la película sirvió para que los republicanos atizaran la crítica a su posible rival en la elección presidencial, Hillary Clinton. Y fue Donald Trump el más osado, al alquilar un cine en Des Moines, la capital de Iowa, el estado donde arrancan las primarias el 1 de febrero, para convocar a sus seguidores al pase gratis de la película. A su término, el magnate pronunció un mitin lleno de críticas a Clinton por su gestión de la crisis.

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