José M. de Areilza

Enfriar el referéndum

Cameron vuelve de su viaje a Gibraltar atado de pies y manos para ser un interlocutor fiable

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El atentado contra la vida de la diputada laborista Jo Cox obligó ayer a suspender la campaña del referéndum. En el cuartel general de los partidarios de quedarse en la UE, ya no saben qué botones apretar para enfriar el incendio de populismo y xenofobia en el que ha derivado el movimiento del Brexit. Si el jueves próximo ganan a sus compatriotas más aislacionistas, los atolondrados impulsores de esta consulta y muchos otros europeístas hemos de sacar con urgencia lecciones para el futuro. Primero, se ha debilitado la marca del Reino Unido, resucitada por Thatcher y por Blair, como un lugar entre los más fiables y serios del mundo, con una estabilidad jurídica y política admirable. Un gran país no se juega su futuro tirando una moneda al aire, ni somete a estrés a un sistema político brillante por un problema concreto de un partido tres veces centenario.

La confianza será difícil de recuperar. Ni Estados Unidos ni terceros países estamos para dar lecciones sobre la tentación populista, pero tampoco se debe ocultar esta verdad. Segundo, la calidad de los debates en la democracia británica ya ha disminuido. El barato recurso, por segunda vez, a una consulta popular para decidir una cuestión muy compleja, que parte a la sociedad en dos mitades, reniega de la mejor tradición de la democracia representativa. La ironía es que los favorables al Brexit predican la recuperación de la soberanía del Parlamento... solemne sede en la que dominan ampliamente los partidarios de la continuidad en la Unión Europea. Un modo nefasto de hacer política desde los extremos, el hiper-nacionalismo y la rabia han llegado para quedarse.

Tercero, si el Reino Unido sigue en la Unión, como lo deseamos muchos europeos, el referéndum habrá dilapidado buena parte del otro «cheque británico», el de la influencia y el respeto de las instituciones de Bruselas hacia la isla. David Camerón habrá regresado de un viaje poco meditado hasta Gibraltar, pero volverá atado de pies y manos para ser un interlocutor enteramente fiable, y no sólo en los asuntos comunes a todos los europeos.

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