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Trump comparece en un hotel de Nueva York tras su victoria - AFP

El doble discurso de Trump, antes y después de la elección

Una vez confirmado su triunfo en las urnas, el presidente electo mostró un tono mucho más moderado que el que lució en la campaña

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El primer mensaje en positivo de Donald Trump en todo el proceso electoral llegó una vez concluido. Como el niño grande que anida en cada jugador, el agresivo y faltón magnate que desafió al establishment y a medio mundo abrazó la noche de la victoria su vituperada corrección política. Ni Estados Unidos ni el mundo se hundían ya bajo sus pies. Ni las temidas amenazas de romper el tablero nacional e internacional, que seguían zarandeando los parqués mientras hablaba, iban a ser realidad. El nuevo presidente electo se olvidó de repente del lenguaje crudo, a veces soez, de su eficaz herramienta para forjar su movimiento revolucionario con millones de seguidores.

Rodeado de la nutrida familia que le ha secundado en su sorprendente escalada hasta «lo alto de la colina», parafraseando a Ronald Reagan, el que será 45 presidente de los Estados Unidos envió un mensaje de unidad y de calma al mundo, resumido en dos frases que habría pronunciado cualquier encorbatado representante del odiado Washington: «Gobernaré para todos los americanos» y «Seremos honestos por un interés común, no habrá hostilidad». La noche de su consagración, consciente de haber derribado las defensas de la capital del sistema que ha prometido limpiar, los periodistas que habíamos seguido su campaña descubrimos que hay otro Donald Trump.

Con el millonario neoyorquino quedaba la duda, pero no podía ser de otra forma. El hundimiento bursátil en ciernes y el temor que su triunfo había desatado asomaban como sombras de su futura Administración, pendiente sólo del traspaso de poderes. El presidente electo –que ha prometido dirigir el país como una empresa–emprendió la noche del martes electoral el largo camino de una reconciliación tan necesaria como lejana: «Tenemos que restañar las heridas abiertas». Será su trabajo más duro. Un país dividido, enfrentado, que él mismo ha contribuido a resquebrajar con una campaña más allá del límite en forma y fondo, espera sus primeras decisiones.Si fue un aspirante incendiario a la presidencia, en su discurso triunfal dio muestras de que en el poder se moderará. Repasemos algunas de ellas:

-Durante la campaña, Trump describió a Clinton como «la mujer más desagradable» y prometió que con él en la Casa Blanca su rival demócrata estaría en la cárcel. Pero tras ser elegido presidente afirmó que Clinton «ha trabajado mucho tiempo al servicio del país» y «todos tenemos una deuda con ella».

-El candidato cargó durante la campaña contra la «clase política» en Washington y tras la convención demócrata afirmó que «golpearía» a los oradores que intervinieron en ella. Por el contrario, Trump se comprometió en su alocución tras la victoria con «todos los ciudadanos de esta tierra a ser el presidente de todos los americanos».

-Trump acusó a los mexicanos que se instalan en Estados Unidos de ser « violadores» que llevan consigo «crimen y drogas» y prometió construir un muro en la frontera con el vecino del sur. Sin embargo, en su breve mensaje tras ganar la eleccion, el magnate eludió referirse a la inmigración, tema central de su campaña.

-En la campaña, Trump amenazó con vetar algunos de los acuerdos globales de libre comercio en los que participa EE.UU y el de París para frenar el cambio climático. No obstante, Trump prometió ayer a la comunidad internacional que «buscaremos puntos de encuentro, no hostilidad».

-El candidato cargó contra los medios de comunicación y un sistema «amañado» en favor de su rival demócrata. No dudó en lanzar graves acusaciones a la prensa crítica con él. Pero ayer dijo «a aquellos que eligieron no apoyarme en el pasado» que está deseoso de trabajar por «unificar el país».

-Una de las promesas más polémicas del candidato republicano fue la de ordenar «un total cierre a la entrada de musulmanes en los Estados Unidos». Como presidente electo, Donald Trump evitó reiterar esta y algunas de sus otras apuestas controvertidas.

Aunque por la repercusión del primer país del mundo, por el latigazo planetario que ha supuesto la inminente llegada del magnate al Despacho Oval, la lupa se sitúa ya en sus decisiones sobre los grandes acuerdos comerciales y la política de las alianzas trasatlánticas. Si nos atenemos a sus provocaciones de campaña, no es sorprendente que el mundo tiemble. Pero Donald Trump, embutido ya en el papel presidencial que nunca asumió durante la campaña, en contra de las recomendaciones, mantiene la mano tendida. Con el matiz obligado de "poner a Estados Unidos por delante", el futuro inquilino de la Casa Blanca anuncia diálogo y trabajo compartido en el mundo.

Aunque a la hora de pasar de las musas al teatro, entendimientos que afectan a todo el planeta aguardan sus primeras medidas. Tanto el Nafta, el acuerdo norteamericano con México y Canadá, con treinta años de trayectoria, como el TransPacífico, firmado por Obama con once países y pendiente sólo del voto del Congreso, afrontarán una renegociación. En materia política, tras la catarata de felicitaciones al presidente por los jefes de Estado y de Gobierno del mundo, subyace una amenaza a la relación con la OTAN, Corea del Sur, Japón y el resto de aliados, tal y como la entendemos hoy.

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